Estimados
cofrades,
Ya que el B.O. de
la FSSPX (n°251) me nombró explícitamente en julio de 2013, les pido algunos
minutos de atención para escuchar mi “derecho a responder”.
Les suplico, por
principio, no darle ningún crédito a la afirmación del Padre Thouventot que
dice que nosotros estaríamos buscando “hacer estallar la Fraternidad”. Yo
le debo todo a la Fraternidad e incluso le lego todo por testamento. Nuestra
finalidad fue el mismo objeto de acción de gracias de Monseñor Fellay en Kansas
City en octubre de 2013: ser “preservados de toda clase de acuerdo”,
pues esto hubiera sido una gran “desgracia”.
Los deseos…
El Padre de
Cacqueray afirma que “sería verdaderamente una paradoja y una obra del
diablo querer dejar la Fraternidad cuando tal Declaración acaba de producirse (27
de junio de 2013). Es bajo el cayado de nuestro Superior general, y no con
los francotiradores, que debemos continuar llevando el combate de la Fe”. Pero
el Padre de Cacqueray tuvo que escribirles tres páginas para tranquilizarlos
respecto a esta Declaración, mientras que no se requirió ningún comentario para
la Declaración del 21 de noviembre de 1974. “Llevar el combate de la Fe
bajo el cayado de nuestro Superior general”. ¡Sea! Pero desde el 2002,
¿dónde están los comunicados de la Casa General que condenan oficialmente a
Roma? Peor aún, los comunicados incluso han favorecido las mentiras romanas.
Monseñor Tissier, en el editorial de Le Sel de la Terre (n°
85, verano de 2013), habla de “mentira y de equívoco” respecto
al motu proprio de Benedicto XVI sobre la misa y el levantamiento de las
excomuniones. ¿Es así como habla Monseñor Fellay? ¿Por qué el Padre Nély, en
privado, desaconseja a los cofrades la lectura de este artículo de Monseñor
Tissier, describiéndolo como malo o sin interés?
El Padre de Cacqueray
nos dice combatir “con inteligencia y prudencia, con espíritu
sobrenatural y en la obediencia a nuestros Superiores”. ¡Sea! ¿Pero,
por qué al regresar de Menzingen con el Cor unum 104, afirmó
que un“acuerdo era inevitable” y que él no estaba “en condiciones
de exigir la obediencia de sus subordinados hacia Monseñor Fellay?” El
Padre de Cacqueray, en privado, ha criticado fuertemente las desviaciones de la
Casa General. Lo hizo a justo título, con valor e inteligencia. Pero
públicamente ¿qué es lo que queda? Dos afirmaciones que deforman la realidad: a)
L.A.B.n°80 : El Padre de Cacqueray expresa a Monseñor
Fellay su “reconocimiento por su valiente rechazo que le dirigió al Papa”. b)
B.O. n°251 : El Padre de Cacqueray escribió: “Nuestro Superior
general nos comunica ahora esta otra Declaración. Que él sea vivamente
agradecido por ello”.
Pero en privado,
el Padre de Cacqueray le dijo a un cofrade, el 11 de junio de 2013, que la
declaración del 15 de abril de 2012, si bien retirada, fue amplificada por la
publicación del Cor Unum 104 y por la carta a Benedicto XVI del 17 de junio…
Pero a finales de julio de 2012, el Padre de Cacqueray planteó el verdadero
problema: “Una vez que no fueron capaces de respetar las decisiones del
Capítulo de 2006, ¿por qué respetarían mañana los compromisos hechos hoy?” Los
agradecimientos son entonces inoportunos mientras que las injusticias no hayan
sido reparadas y los errores claramente renegados. ¿Usted tal vez se
escandaliza de tales exigencias? Estas son clásicas en la historia
eclesiástica. En las Actas de Cartago, el diácono Paulin declaró respecto de un
cura fautor de errores: “Una de dos: o niega haber enseñado eso o que
lo condene”.
Y la realidad
La realidad no es
desgraciadamente la descrita oficialmente por el Padre de Cacqueray. La
realidad es que Monseñor Fellay ha sido PARCIAL al desatender el análisis de
Monseñor Lefebvre (1988-1991), DESOBEDIENTE al capítulo de 2006,
IMPRUDENTE al despreciar las advertencias de los obispos e INFIEL al componer
una declaración impía (15 de abril de 2012). Además, el Superior General tuvo
una actitud DESHONESTA al practicar la mentira, la manipulación de textos… sin
olvidar los pecados por omisión y las contradicciones evidentes, ocultas bajo
el falaz pretexto de “saber leer entre líneas”…
En abril de 2012,
el Padre de Cacqueray afirmó que la declaración de Monseñor Fellay era “escandalosa,
que atentaba contra el honor de la Fraternidad y que él se esforzaría en
obtener la retractación solemne en el curso del Capítulo” El 15 de
junio de 2012, Monseñor de Galarreta le confió a un cofrade: “Monseñor
Fellay comprenderá que él no puede mantenerse pues ha decepcionado a aquellos
que esperaban un acuerdo y los otros le dirán: ¡todo eso para nada!” Después
del Capítulo, el Padre de Cacqueray constataba que “la condición del
2006 ha sido completamente abandonada. En mayo de 2013, Monseñor
Tissier de Mallerais declaró al contenido del Cor Unum 104 como “demasiado
deplorable para ser comentado, muy evidentemente insatisfactorio para ser
aprobado, demasiado escandaloso para no avergonzar a quien corresponda”. Al
final, no hubo la “retractación solemne” sino un abandono de
nuestras posiciones con un Superior que se ha mantenido por una actitud oficial “deplorable”,
“insatisfactoria”, “escandalosa” y “vergonzosa”.
Nuestro bien común
¿Qué esperan estos
cofrades para sacar las consecuencias de estos hechos? Ellos saben escribir los
números pero no se atreven a hacer la suma. ¿Habrá que esperar a que Monseñor
Fellay concelebre la misa de Paulo VI con una guitarra para actuar
públicamente? En lugar de tener una opinión eficaz, ellos han pensado que lo
que sería beneficioso es imposible, olvidando que los límites de lo posible se
desvanecerían si solamente ellos tuvieran la audacia de decir en voz alta lo
que piensan. El demonio les habla de unión para detenerlos, ellos olvidan
inmediatamente que solo la unión es fecunda cuando se hace sobre principios
ciertos, y que de otro modo, esta palabra no sirve mas que para cubrir un malentendido
donde los más honestos son burlados por los más bribones.
La Casa General ha
dicho y cometido enormidades que han herido muy gravemente a nuestra
Fraternidad. La advertencia de Monseñor Lefebvre vale también para nosotros:
« No son los
inferiores que cambian a los superiores, sino los superiores que cambian a los
inferiores »1 ¿Qué se
puede esperar de Monseñor Fellay que es capaz de decir: “La nueva misa
evacúa el Sacrificio de la Cruz” (junio de 2013) y la nueva misa
fue “legítimamente promulgada” (abril 2012) o que el Vaticano
II ha “inaugurado un nuevo tipo de magisterio imbuído de principios
modernistas” (junio 2013) y “El Concilio Vaticano II aclara y
explica ciertos aspectos de la vida y de la doctrina de la Iglesia” (abril
2012)?
Tal contradicción
doctrinal, en tales circunstancias (50 años del Vaticano II), por un
hombre de su calibre (el Superior general), debió ser suficiente para provocar
en nosotros una indignación saludable.
Perdiendo su
credibilidad, Monseñor Fellay la hizo perder a toda la Fraternidad y a cada uno
de sus sacerdotes.
Como bien lo dijo
el Padre Chazal: “La Fraternidad ha perdido su virginidad doctrinal”. Monseñor
Fellay ha afectado la cohesión de la Fraternidad comprometiendo su bien común.
Él ha fisurado las convicciones doctrinales fuertes que pedían nuestra lucha
sin descanso. Y los superiores mayores de la Fraternidad han preferido, en el
Capítulo, la unidad a la verdad, el renombre de un hombre al amor de la verdad.
¡Ese es el veneno mortal! Un falso principio, que parece aceptado
implícitamente por todos, rige de ahora en adelante nuestra Fraternidad: “La
autoridad es intocable y/o el superior es infalible”. Decir que un superior es
indigno y que debe renunciar, ¡sería una blasfemia o un pecado contra el
Espíritu Santo! Esto es ridículo pero tal es el espíritu que reina entre
nosotros. Si no hay reacción, este principio nos matará en un término más o
menos breve.
« La mayor
desgracia para un siglo, es el abandono o la disminución de la verdad. Podemos
recuperarnos de todo el resto; pero jamás del sacrificio de los principios… El
más grande servicio que un hombre puede dar a sus semejantes en las épocas de
desfallecimiento y de oscurecimiento, es el de afirmar la verdad sin miedo,
aunque no se le escuche”.2
Una nueva línea…
Cuando Monseñor
Lefebvre afirmó que en caso de acuerdo “no es suficiente decir: no
hemos cambiado nada en la práctica…”3, Monseñor Fellay intenta lo
contrario: “seal cual sea el acuerdo: no hay compromiso. Permanecemos
tal como somos” (The Angelus). Y esta utopía suicida ha sido
reafirmada en la Declaración del 25 aniversario de las consagraciones,
pretendiendo seguir “la regla que Monseñor Lefebvre siempre observó”:
“…sea que Roma nos reconozca el derecho y el deber de oponernos públicamente a
los errores y a los fautores de estos errores, sean cuales fueren…”.
¿Es buscarle tres
pies al gato el ver estas contradicciones? Y si se ven, ¿hay que callarlas?
Cómo es posible que tantos cofrades no hayan visto lo que un laico vio y
escribió en 2009 al Padre de Cacqueray. Este fiel se inquietaba de “la
euforia histérica” de Monseñor Fellay que denotaba una “gran
ignorancia de la hermenéutica de la continuidad”, estaba también
escandalizado de su “mentira descarada”, “embaucando” a
los fieles que “habían sido complacidos por la TSVM…”. Luego
concluyó: “Las discusiones fracasarán necesariamente. Esto para mí es,
estimado Padre, una certeza. La táctica imprudente de la Fraternidad, sus
condiciones previas calamitosas, no pueden llevar más que a este callejón sin
salida, del cual no veo cómo ella podrá salir, si no es con graves daños. Dios
le pedirá cuenta a nuestros obispos, pues su finalidad es la de
predicar la verdad, no la de dialogar con los anticristos”.
Cuando le
preguntaron a Monseñor Fellay: “¿Cuáles signos debemos esperar que nos
muestren que el regreso a la Tradición ya se realizó? 4 Su respuesta
es: “Es muy difícil decir por dónde comenzará. “Es muy difícil decir
que empezará por esto o aquello. Con el Papa Benedicto XVI tuvimos el gran
signo de la liturgia...” A
la misma pregunta, Monseñor Lefebvre respondió:
“Cuando nos plantean la pregunta de saber cuándo
habrá un acuerdo con Roma, mi respuesta es simple: cuando Roma
vuelva a coronar a Nuestro Señor Jesucristo. El día en que ellos reconozcan de
nuevo a Nuestro Señor como rey de los pueblos y de las naciones, no es a
nosotros a quienes ellos se unirán, sino a la Iglesia Católica en la cual
permanecemos nosotros (Flavigny, diciembre de 1988).
Después de todo
esto ¿podemos pretender que la Fraternidad no ha cambiado de línea? En 1988,
todos admitían que una “Roma neo-modernista se manifestó claramente
desde el Vaticano II…” y que “la sede de Pedro y los
puestos de autoridad de Roma” estaban “ocupados por
anticristos”. Pero 25 años después, se pasó de lo explícito a lo
ambiguo. ¿Dónde están las acciones de guerra contra esta Roma modernista?
Contentarse con la declaración de junio de 2013 (mejor que la de abril de
2012), es contentarse con una disminución de la fiebre sin querer extirpar el
principio mortal que está todavía en el cuerpo. ¿Para cuándo la recaída?
Y un nuevo
espíritu
¿Podemos tener
confianza en aquellos que han querido un acuerdo con el montañés Benedicto XVI,
que no fue más que la Revolución desacelerada, bajo pretexto que se rechaza
este acuerdo con el jacobino Francisco que es la Revolución abierta? ¡No!
Porque sea jacobino o montañés, jamás se hacen acuerdos con la Revolución.
¡Esto debió ser
evidente para todo “contrarrevolucionario”!5 Algunos miembros de la
Fraternidad, con ingenuidad, creyeron que un acuerdo con la iglesia conciliar
sería una victoria para la Tradición. Se parecen a los corderos creyendo
invadir un matadero…
Pero si tantos
cofrades se dejaron seducir, no es porque se haya hecho mucho para tentarlos,
sino más bien porque estaban ansiosos de ceder a la tentación.
Los moderados se acomodan bien deprisa a los principios de
la Revolución en cuanto hay una apariencia de orden. Ellos olvidan rápido,
demasiado rápido, el peligro del desorden establecido y de la subversión
instalada en los principios.
“Monseñor Fellay”,
me dirán ustedes, “ha dicho que ya no quiere acuerdo”.¡Sea! Por el momento. Pero de todas maneras el problema no está allí. El
acuerdo es una consecuencia del problema, no su causa. El problema, es una
cabeza liberal que estuvo a punto de hacer el acuerdo, que vive en la
contradicción de los principios, que tiene una espiritualidad sobrenaturalista,
una noción sectaria y/o tiránica de la autoridad y una prédica disminuida y
calculada de Cristo Rey, cuidando de no disgustar a ciertos enemigos de Cristo
Rey…
Ciertas
reflexiones de Abel Bonnard, en Les Modérés, que no han
perdido actualidad un siglo después, merecerían ser más conocidas. Tratan de la
psicología de los liberales. He aquí algunas para leer como las reflexiones de
Aristóteles citadas por Santo Tomás.
« Los
moderados son liberales que ya no tienen fe en ellos mismos » ;
« Ellos son moderados, no por los principios que les pertenecen, sino por
dar un paso menos en el mismo sentido que sus adversarios, siendo un poco más
tímidos en los mismos desatinos”; “Su papel es inmenso en la historia. Son los
introductores de las catástrofes: ellos tienen, al anunciar el Progreso,
abierta la puerta al Desastre. Los liberales son los personajes más vanidosos
de la historia. Ellos quieren que la política sea un debate y no un combate”6;
“El primer realismo, en política, es conocer los demonios que están escondidos
en las palabras”; “La pasión por la verdad parece siempre una inclinación de
mentes estrechas, es demasiado fácil, al contrario, pasar por imparcial
permaneciendo superficial, y por objetivo, respetando igualmente todos los
ídolos”.
Las exigencias de
la verdad
« Pero »,
me dirán ustedes « ¿esto da el derecho de desobedecer? » Pero
pedir a Roma “el derecho y el deber de oponerse públicamente a los
fautores de errores sean quienes fueren” ¿qué es entonces?
¿Cómo puede la Fraternidad, decentemente, exigir de otros un derecho que ella
misma no respeta?
« El error,
una vez constatado, escribe el
P. Montrouzier, de la Compañía de Jesús, debe ser perseguido
entre todos sus partidarios, sea cual fuere su rango, su posición e incluso la
eminencia de sus conocimientos y de sus servicios… La caridad no es la
indolencia: todo peligro de seducción debe ser señalado, incluso a riesgo de
comprometer a los personajes que hasta ese momento fueron vistos como irreprochables”. Y
luego, como lo señala Abel Bonnard: “La
palabra servir tiene un bello significado, pero está muy cerca de la palabra
servil”. Nuestro Señor mismo fue acusado de ser sedicioso y
perturbador del orden por haber dado testimonio de la Verdad. El orden que se
debe observar en la caridad pide sobre todas las cosas, amar la verdad. Pero
muchos están por la Verdad con la condición de no tener que sufrir nada por
ella.7
¿Creen ustedes que
el hecho de gritar el escándalo ante los hechos que hemos vivido y que son
fruto de la política sediciosa de la Casa General justifica las expulsiones de
la Fraternidad? ¿Pueden ustedes aceptar que se les mienta? ¿Qué se manipulen
oficialmente los textos? ¿Qué se destruyan, contra el derecho mismo de nuestra
Fraternidad, las decisiones fundamentales del Capítulo de 2006? Además, ¿pueden
ustedes aceptar que un Superior de distrito usurpe su identidad para hacer uso
fraudulento de ella?
El Padre de
Cacqueray nos dice : “Sean cuales fueren las dificultades de estos
últimos dos años, constatamos en este texto que las posiciones de la
Fraternidad se expresan claramente… desde el momento que el estandarte de la Fe
está orgullosamente desplegado contra las herejías, sepamos pasar por todo lo
que queda de accesorio y accidental… Si nosotros creemos haber sido víctimas de
injusticias o de incomprensiones, o si lo hemos sido realmente, pidamos la
gracia de saber regocijarnos y ofrezcamos esto en sacrificio por este gran
combate de nuestra Fe”.
He aquí una manera
no solamente un poco rápida sino también falsa de contemplar el problema.
« Estos
falsos espíritus, que han traicionado las obligaciones de la vida activa, notablemente
las obligaciones del honor y de la justicia, han matado en su corazón la
posibilidad de la verdadera contemplación; ellos se han hundido en una oración
de mentira. (…) la caridad por el prójimo no puede dejar fuera el sentido del
honor. Así, no defender a los inferiores que se tiene a cargo, abandonarlos,
dejar que se les calumnie, aplastar, exiliar, cuando se es su jefe legítimo,
dejarlos ir y con palabras piadosas (“querido amigo, esto te aprovechará para
avanzar espiritualmente”), en una palabra, conducirse como un cobarde, es
evidentemente faltar gravemente al honor y a la justicia, pero es al mismo
tiempo, una grave falta de caridad. El jefe que tiene la costumbre de actuar
así, se evita tal vez a sí mismo las dificultades y molestias, pero comete la
iniquidad. Me pueden decir que él es un hombre de oración, yo les respondo que
es sobre todo un hipócrita piadoso. El desconoce una de las primeras
obligaciones de la vida activa, que es amar lo suficiente para practicar la
justicia, incluso a su costa. Por lo tanto ¿cómo la contemplación será
auténtica en su alma?” (Padre
Calmel, Itinéraires n° 76, La contemplación de los santos).
Y « El
estandarte de la Fe » ¿está verdaderamente “orgullosamente
desplegado contra las herejías del mundo moderno”, cuando el Padre Rostand
se unió a la oración ecuménica de Francisco, y eso sin una sanción por parte
del Superior General? La carta de los tres obispos no se equivocó de constatar:
« ¿No vemos
ya en la Fraternidad los síntomas de esta disminución en la confesión de la
Fe?”
¿Paternidad o
tiranía?
El Padre de
Cacqueray espera « de todo corazón que esta Declaración doctrinal
permitirá a aquellos que no están ya con nosotros, obispo, antiguos miembros de
la Fraternidad o comunidades amigas, de regresar al aprisco. Citamos
especialmente al Padre Olivier Rioult. (…) Nosotros invitamos a cada uno a
permanecer firme en la Fe y a no pensar que existiría como “un estado de
necesidad en el estado de necesidad” que permitiría tomar no importa cuál
iniciativa”.
Que Dios recompense
al Padre de Cacqueray por sus intenciones. Pero solamente el que ha destruido
la unidad de la Fraternidad puede reconstruirla: reparándola y amnistiando.
¿Dónde están las llamadas del pastor invitando a su rebaño a “regresar
al aprisco”? Rebaño que no ha hecho otra cosa que luchar con todas sus
fuerzas contra el error acuerdista y el honor de la Fraternidad. El Padre de
Cacqueray reconoce valientemente, lo que no hace el Padre Simoulin ni la Casa
General, que durante dos años ha habido en la Fraternidad “un estado de
necesidad en el estado de necesidad”. Esta frase manifiesta la
legitimidad de las posiciones de Monseñor Williamson y los sacerdotes que han
sacrificado su tranquilidad para cumplir su deber contra los fautores de
errores, “sean quienes fueren”.
¡« Regresar
al aprisco »! Ciertamente
pero ¿cuál? ¿Un aprisco en donde se encuentra normal que a puerta cerrada
Monseñor Fellay haga “tácitamente” creer en un “mal paso”,
para enseguida pretender que su Declaración fue un“texto suficientemente
claro” y escribir en el Boletín oficial haber sido engañado por Roma e
incomprendido por “cofrades eminentes que vieron una ambigüedad, una
adhesión”? ¿Un aprisco donde se acepta la negativa del Superior
general de reconocer intelectualmente su Declaración de abril de 2012 por lo
que es: la hermenéutica de la continuidad? ¿Un aprisco donde se
soporta que la cabeza de nuestra Congregación toque el principio de no
contradicción y engañe a los miembros del Capítulo? ¿Qué hacen los generales de
nuestro ejército?
Monseñor Lefebvre
deseaba un poco más de energía:
« Ellos se
quedan. Ellos no toman la decisión de irse o de fundar otro monasterio, o de
pedirle a Dom Gérard de dar su renuncia y sea reemplazado… no, nada… obedecen.
(…) es lamentable ver con qué facilidad un monasterio que está en la Tradición
pase bajo la autoridad conciliar y modernista. Y todos se quedan”. (Écône, 8
oct. 88).
Y si los Generales
no hacen nada, ¿qué esperamos para imitar a los vendeanos que fueron a buscar a
sus jefes a sus castillos y, en el caso de uno de ellos, hasta su cama? Estos
nobles Señores, una vez frente a su deber, se convirtieron en héroes y
mártires. Ellos tenían, es verdad, el sentido de la autoridad que ya no está en
la verdad: Si yo avanzo, síganme, si retrocedo, mátenme…
¡Dios mío, danos
jefes, santos jefes, muchos santos jefes!
Dominus vobiscum.
Padre Olivier
Rioult,
El 21 noviembre
2013.
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NOTAS:
1 Fideliter N°. 70
Julio-agosto 1989.
2 Mons. Freppel, Panégyrique de saint Hilaire, 19 de enero de 1873.
3 Écône,
conferencia del 8 octubre 1988.
4 The Angelus, el
20 abril 2013 - DICI del 07/06/13.
5 « Nosotros
escogimos ser contrarrevolucionarios con el Syllabus, contra los
errores modernos… Entre más analizamos los documentos del Vaticano II y la
interpretación que le dieron las autoridades… más nos apercibimos de una
perversión del espíritu… Nosotros no tenemos nada que ver con esa
gente, pues nosotros no tenemos nada en común con ellos… a fuerza de decir
que ellos están a favor de los derechos del hombre, de la libertad religiosa,
de la democracia y la igualdad de los hombres, ellos tendrán un lugar en el
gobierno mundial, pero será un lugar de servidores… o bien nosotros estamos con
la Iglesia católica o estamos en su contra, nosotros no somos de esta iglesia
conciliar que es cada vez menos católica, prácticamente ya nada”. Conferencia
de Monseñor Lefebvre durante el retiro sacerdotal de septiembre de 1990 en
Ecône,- Fideliter n! 87, mayo-junio de 1992, pág.8.
6 « Vivimos
en un tiempo excepcional, creemos apocalíptico” (Monseñor Lefebvre,
Retiro en Ecône, septiembre de 1986)
7 « Verdaderamente
un hombre de honor, cualesquiera sean los deberes hacia su sociedad, debe estar
en guardia de sí mismo. Él no puede aceptar obligaciones que abrumen su alma y aunque
parezca pensar solamente en su persona, él cumple al contrario un deber
primordial hacia la comunidad de la que forma parte”.
(Abel Bonnard)