Entrevista oficial publicada en DICI
a Mons. Bernard Fellay. Si bien fue realizada el 4 de marzo, recién fue dada a
conocer el 21 de marzo. ¿Quizás como respuesta a la consagración episcopal de
Mons. Tomás de Aquino OSB por la Resistencia, dando un mensaje conciliador a
Roma? También acaba de darse a conocer una entrevista a Mons. Tissier que
apunta hacia el entendimiento con Roma, por lo que se ve que se está preparando
el terreno, es decir, a los sacerdotes y fieles, para cuando venga el “reconocimiento
canónico” de Francisco, que parece no tarda en llegar.
Mons. Fellay retoma sus idas y vueltas
liberales, con un discurso que venimos escuchando con profusión desde el 2000 y
especialmente desde el 2012.
Debajo, la entrevista en sus pasajes
destacados. Nuestros comentarios van en rojo.
¿Cómo van las relaciones de la FSSPX con Roma?
1
Las relaciones de la FSSPX con Roma desde el año 2000
Las relaciones con Roma -de hecho- son
constantes, pero la palabra no es muy adecuada… en el sentido que éstas nunca
han sido interrumpidas, sobre todo nunca se han roto, aunque con una frecuencia
variable, una intensidad variable también… Se puede decir que, desde el año
2000, hay contactos con Roma.
Es Roma quien pidió estos contactos, con
la intención de llegar a regularizar la situación de la Fraternidad [¿No es Roma quién debe regularizar su situación, regresando
a la fe de siempre, a la Tradición, como decía Mons. Lefebvre? Si eso es lo que
nos quieren hacer creer los acuerdistas, que regularizando a la FSSPX Roma está
intentando volver a la Tradición, ¿cuáles son las muestras de ese retorno de
Roma? Más bien vemos todo lo contrario: una profundización y aceleración de la
aplicación de las herejías y la apostasía salidos del Vaticano II, llevados
hasta sus últimas consecuencias. De lo que se entiende que no puede tenerse confianza
en las “ofertas” romanas]. Hubo altas y bajas, como yo digo, pero
empezando con el Cardenal Castrillón Hoyos, en el año 2000, estos contactos
-por un tiempo- han sido muy constantes. Después de que establecieron nuestras
famosas precondiciones, hubo un tiempo… no puedo decir suspendido, pero casi.
En 2005, hubo un contacto. Y después en 2009, es decir al momento del retiro
-lo que nosotros llamamos el retiro de las excomuniones, digamos: la corrección
de este decreto de excomunión- [No hubo un retiro del
decreto sino un “levantamiento” de excomuniones que eran inexistentes pero que
al aceptarlo se aceptó su validez; Mons. Fellay acaba de reconocerlas como
válidas en el reciente “interrogatorio” que le hicieran para la DW TV], hubo
relaciones más seguidas, sobre todo con las discusiones doctrinales, que fueron
pedidas por las dos partes, y que duraron alrededor de dos años. Enseguida hubo
de nuevo, podríamos decir una nueva fase, esta vez en torno de una proposición
de solución que fue doble: hubo una declaración doctrinal y hubo una solución
canónica. Esto duró casi un año, pero no fue exitosa.
Luego, durante dos años, estas
relaciones fueron espaciadas, para recomenzar -creo que se puede decir- con el
retorno de Mons. Pozzo a Ecclesia Dei. Bajo Mons. Di Noia, hubo contactos, es
verdad, pero bajo Mons. Pozzo hubo una nueva fase, esta vez doble. Por una
parte, las discusiones se retomaron, discusiones doctrinales, bajo una forma
más flexible, y por lo tanto no completamente oficial, pero más que oficiosas
porque son los obispos que han sido enviados por Roma. Estas discusiones
continúan. Yo creo que esto vale la pena. Y al mismo tiempo, en otro nivel, un
poco en paralelo, hubo en el pasado mes de julio una proposición, una
invitación a reflexionar [¡!] para ver cómo
podríamos llegar a esta regularización canónica. Y esta vez, estas discusiones,
estas reflexiones prosperaron [Es decir, están a un
paso ¿de que Roma se convierta? No, de que la FSSPX expire]. No hay
precipitación, ciertamente. ¿Verdaderamente se avanza? Yo creo que sí. Pienso
que sí, pero de manera lenta.
2
Las nuevas proposiciones romanas estudiadas por los superiores mayores de la
FSSPX
Nosotros quisimos implicar a un gran
número de cofrades, de los cuales primero los superiores, en la reflexión sobre
las nuevas proposiciones romanas. Creo que esto es importante. Nosotros
aprendimos ciertas lecciones del año 2012 que causó fricciones [¿Fricciones? Vaya eufemismo: Mons. Fellay dividió a la
Fraternidad, persiguió, censuró, expulsó un obispo, sacerdotes y fieles,
prácticamente la destruyó, y ahora habla de “fricciones”] en el interior
de la Fraternidad. Yo pienso una de las razones fue una falta de comunicación [Pues ahora siguen en el secretismo: de la propuesta romana
nos enteramos por vía extraoficial y muy recientemente; de lo que contiene esa
propuesta muy pocos lo sabrán. El cambio
producido en la comunicación fue adoptar una política de branding comercial en
sus sitios web, censurando todo artículo muy crítico contra Francisco y la política
de ralliement]. Fue un periodo un poco difícil. Por lo tanto esta vez
nosotros elegimos otro camino para abordar estas cuestiones que demandan mucha
reflexión.
Cuando vemos la situación de Roma, de la
Iglesia, evidentemente no estamos incitados a hacer cualquier cosa. Es
comprensible que Roma extienda la invitación pues nosotros planteamos un
problema a la Iglesia. Cuando vemos todos los esfuerzos en favor del ecumenismo
[Mons. Fellay es el primer ecumenista de la Tradición,
véase acá
]-¡sólo Dios sabe qué clase de unidad!- y cuando
vemos cómo somos tratados en la Iglesia, evidentemente nosotros planteamos
problema. Nosotros somos incluso una gran espina en todo el sistema ecuménico
actual. Sólo esto podría explicarlo (las gestiones romanas). Yo creo que sólo
es esto, pero en todo caso -sin considerar directamente cuáles son los motivos-
hay un movimiento en Roma que trata de arreglar este problema.
Por otra parte, nosotros constatamos la
situación dramática de la Iglesia donde verdaderamente no hay gran cosa que nos
invite a seguir adelante [Pero siguen adelante con el
acuerdismo]. Por lo tanto, es necesaria una profunda reflexión, y eso no
se hace solo. Son necesarios varios ojos para observar bien, reflexionar sobre
todos los pros y los contra de estas cuestiones. Es por eso que quisimos pedir
a todos los superiores sus reflexiones sobre esta materia.
3
“Ser aceptados tal como somos” sin ambigüedades ni compromisos
Es necesario absolutamente el evitar
todo compromiso, “compromiso” en ambos sentidos. En el sentido de compromiso
donde cada quien cede algo para garantizarse otra cosa. Esto, desde el
principio, yo le dije a Roma: “Yo no quiero ambigüedades. Si ustedes quieren
llegar a un consenso sobre un texto en el cual cada parte lo comprende de
manera diferente [Ya lo hicieron con el motu proprio y
el “retiro-levantamiento” de las excomuniones, cada uno entendió lo que quiso y
le servía para sus fines; lo mismo con la participación en el Jubileo de la
Misericordia], esto es preparar un caos, poco tiempo después”. Por lo
tanto hay que evitar esto absolutamente. Es casi evidente, por principio, que
en la situación actual, vistas las divergencias, el texto tendría esta
tendencia a la ambigüedad. Y nosotros no queremos esto.
Evidentemente esto nos vuelve rígidos,
si pudiéramos decirlo [No, no pueden decrilo].
En todo caso bastante rígidos, lo que vuelve la cosa más difícil, pero para
nosotros no hay solución fácil. Se puede decir: “Sí en teoría, es la solución
de la verdad, pero es necesario que la verdad sea plena y completa” [En la Neo-FSSPX han hecho de la verdad sólo un slogan. Mons.
Tissier acaba de decir lo contrario que decía Mons. Lefebvre, y Ud. Mons. Fellay
desautorizó en una reciente entrevista también a Mons. Lefebvre]
Este fue el acercamiento inicial que
quise tener con Roma. Ya desde el primer texto, yo dije: “¡es ambiguo, no
funcionará, nosotros no lo queremos!” [Ud. dijo: “en el
contexto actual de la Fraternidad esta declaración no pasará”, es decir que su
ambigua declaración doctrinal de 15 de abril 2012 dependió del contexto, no de
su contenido verdadero o no] Este fue el primer texto, en 2011. Esta
vez, me parece que es mucho mejor. Hay verdaderamente un gran progreso por este
lado, contra la ambigüedad. Esto no quiere decir que toda ambigüedad haya sido
removida…
Al lado de la cuestión de la claridad
del texto, hay otra cuestión mucho más profunda, mucho más importante, y es
esta: ¿qué amplitud, qué libertad, nos sería dada o nos será dada, en el caso
de una regularización? [¿La verdad pide libertad al
error?] Y, en este marco, he partido de una frase, y de la exigencia
práctica de Mons. Lefebvre que la consideraba como una condición sine qua non
de una regularización, a saber, precisamente que seamos aceptados tal como
somos [Serán aceptados tal como son hoy. Todo este
largo tiempo de diálogos con Roma han servido para cambiar esa identidad. La
Fraternidad de Mons. Lefebvre no podía ser aceptada como era; la Fraternidad de
Mons. Fellay puede ser aceptada como es porque ya no es la misma cosa].
También quise decirles (a Roma): “Si
ustedes nos quieren, nosotros somos así, es necesario que ustedes nos conozcan,
que luego ustedes no nos digan que ocultamos alguna cosa. Nosotros somos así y
es así como permaneceremos [¿Está la FSSPX buscando
matrimonio y se ofrece, muy deseosa de ser aceptada? ¿Es que se siente sola?].
Nosotros permaneceremos como somos, ¿por qué? No es una voluntad propia, no es
que pensemos que somos los mejores, es la Iglesia quien ha enseñado las cosas,
que exigió estas cosas, no solamente está la fe, también toda una disciplina
que está en perfecto acuerdo con esta fe, y es esto lo que hace el tesoro de la
Iglesia, que ha hecho los santos en el pasado, y esto, nosotros no estamos
dispuestos a dejarlo ir. Yo he insistido mucho ante Roma para decir, dando
incluso ejemplos concretos: “he aquí lo que somos, he aquí lo que pensamos”, y
si Roma estima que esta forma de pensar, que esta actitud deben ser
rectificadas, deben ser cambiadas, entonces es necesario que nos lo digan ahora
[Oh, Mons. Fellay sigue sin saber cómo piensan en Roma].
Pero precisándoles que, en este caso, no iremos más lejos.
4
El Papa y la FSSPX: Una benevolencia paradójica
Hay que utilizar aquí la palabra
“paradójica”, la paradoja de una voluntad de avanzar hacia lo que casi podemos
decir “Vaticano III”, en el peor sentido que se le puede dar a esta expresión,
y por otra parte la voluntad de decir a la Fraternidad: “Ustedes son
bienvenidos”. Es verdaderamente una paradoja, casi una voluntad de asociar los
contrarios [Es lo que se llama la aplicación de la
dialéctica hegeliana, la unión de la tesis y la antítesis para lograr una nueva
síntesis. Lo están haciendo en política internacional, con especial intervención
de Francisco, como puede verse en las relaciones entre EE.UU. y Cuba. Lo mismo
ocurre con la Neo-Fraternidad, en pos de la iglesia del Nuevo Orden Mundial. La
unión de los contrarios, mas no contradictorios, en pos de una nueva síntesis. Ah
pero Mons. Fellay no sabe qué pensar…] . Yo no creo que esto sea por
ecumenismo. Algunos podrían pensarlo. ¿Por qué yo creo que no es por
ecumenismo? ¨porque basta mirar la actitud general de los obispos sobre este
tema del ecumenismo, ellos tienen los brazos abiertos para todo el mundo,
¡salvo para nosotros! Muy frecuentemente se nos ha explicado por qué estábamos
condenados al ostracismo diciendo: “a ustedes no los tratamos como a los otros
porque ustedes pretenden ser católicos. Con esto, ustedes crean la confusión
entre nosotros, por lo que nosotros no los queremos”. Nosotros hemos escuchado
varias veces esta explicación que excluye el ecumenismo. Entonces, si esta
disposición que consiste en decir: “aceptamos a todos en la casa” no vale para
nosotros, ¿qué queda? Yo pienso que queda el Papa [Ya
dimos la respuesta. La misma se
encuentra también en los videos de Francisco Entonces, ¿en qué se fundamenta
Mons. Fellay para confiar en el gran destructor de la Iglesia?].
Si primero Benedicto XVI y ahora el papa
Francisco no tuvieran una mirada particular sobre la Fraternidad, diferente de
esta perspectiva ecuménica que acabo de evocar, creo que no habría nada. E
incluso más bien estaríamos ya bajo las penas, las censuras, la excomunión, la
declaración de cisma, y toda esta voluntad de eliminar un grupo molesto. Entonces,
¿por qué Benedicto XVI, porque ahora el papa Francisco son tan benevolentes
hacia la Fraternidad? Pienso que uno y otro no tienen necesariamente la misma
perspectiva. En Benedicto XVI, yo creo que era su lado conservador, su amor por
la antigua liturgia, su respeto por la disciplina anterior de la Iglesia. Yo
pude constatar que muchos, y digo muchos sacerdotes e incluso grupos que tenían
problemas con los modernistas en la Iglesia, y que recurrieron a él cuando
todavía era cardenal, encontraron en él -primero como cardenal y luego como
papa- una mirada benevolente, una voluntad de protección, de ayudarles tanto
como podía [Levantar unas excomuniones que no existían
o no tenían validez, como si en verdad la tuvieran, no es ayudar, ciertamente,
sino manchar al “perdonado”].
En el papa Francisco no vemos este apego
ni a la liturgia, ni a la disciplina antigua, podríamos incluso decir: muy al
contrario, con muchas afirmaciones contrarias [nada que
decir acerca de la doctrina super modernista de Francisco, de sus disparates y
escándalos], esto es lo que lo que vuelve más difícil, más complicada la
comprensión de esta benevolencia [A Mons. Fellay debería
interesarle que Francisco tenga benevolencia con la fe, con la Tradición, con
continuar transmitiendo el depósito transmitido por el Magisterio de siempre,
esa es la auténtica benevolencia. Pero Mons. Fellay y los suyos sólo piensan en
sí mismos y su “Fraternidad”, que a esta altura parece un ídolo]. Y sin
embargo pienso que hay varias explicaciones posibles, pero confieso que yo no
tengo la última palabra. Una de las explicaciones es la perspectiva del papa Francisco
sobre todo lo que está marginalizado, lo que él llama las “periferias
existenciales”. No me sorprendería si él nos considera como una de esas
periferias a las que él da manifiestamente su preferencia. Y en esta
perspectiva, él emplea la expresión “caminar juntos” con las gentes en la
periferia, esperando que se lleguen a mejorar las cosas. Pero esta no es una
voluntad fija en el éxito inmediato: un caminar, es que va a donde se va… pero
finalmente se está siendo bastante pacífico, gentil, sin saber mucho cuál será
el resultado. Probablemente esta es una de las razones más profundas. [Nuevamente: se trata de la dialéctica hegeliana aplicada a
rajatabla, según mandato de la Masonería mundial en vistas del Nuevo Orden
Mundial del Anticristo, como síntesis final. Sépalo o no Francisco, sus ideas y
acciones conducen en este sentido]
Otra: vemos también en el papa Francisco
una acusación muy constante contra le Iglesia establecida, la palabra en inglés
es establishment, esta se dice también de cuándo en cuándo en francés. Que es
un reproche hecho a la Iglesia de ser autosuficiente, satisfecha de ella misma,
una Iglesia que ya no busca al rebaño disperso, el que sufre, en todos los
niveles, sea por el lado de la pobreza, incluso física… Pero vemos en el papa
Francisco que esta preocupación no es solamente, a pesar de las apariencias
evidentes, una preocupación material… Vemos muy bien que en él, cuando dice
“pobreza”, incluye también la pobreza espiritual [¡¡¡!!!],
la pobreza de las almas que están en el pecado, que deben ser sacadas de este,
que hay que reconducir hacia el Buen Dios [¿Al dios de
la masonería? ¿Acaso Francisco puede reconducir al Buen Dios, cuando él ni
siquiera se digna adorarlo, cuando acepta profanaciones y blasfemias? ¿Cuándo reivindica
a judíos, musulmanes y protestantes?]. Incluso si esto no se expresa
siempre de manera bastante clara, se encuentran un cierto número de expresiones
que lo indican [¡!]. Y en esta perspectiva, él
ve en la Fraternidad a una sociedad muy activa, -sobre todo cuando se la
compara a la situación del establishment, muy activa es decir que busca, que va
a buscar las almas, que tiene la preocupación del bien espiritual de las almas,
y que está dispuesta a subirse las mangas para ello.
Él conoce a Mons. Lefebvre, leyó dos
veces la biografía escrita por Mons. Tissier de Mallerais [¡!], lo que muestra, sin duda alguna, un interés: y
yo pienso que le gustó [Oh, sí, Bergoglio, el gran
destructor de la Iglesia, el modernista, está encantado con Mons. Lefebvre, lo
admira y seguro que tiene su fotografía en un rincón de su cuarto…]. Así
como los contactos que tuvo en Argentina con nuestros cofrades, en quienes vio
una espontaneidad, y también una franqueza, pues no hemos ocultado nada. Por
supuesto, tratábamos de obtener algo para la Argentina donde estábamos en
dificultades con el Estado en lo que concierne a los permisos de estadía, pero
no ocultamos nada, no nos anduvimos con rodeos, y pienso que eso le gustó [Los Franciscanos de la Inmaculada también le “gustaron”,
¿verdad?]. Es tal vez más el lado humano de la Fraternidad, pero vemos
que el papa es muy humano, él da mucho peso a esta perspectiva y esto puede
explicar, esto podría explicar una cierta benevolencia [Argumentos
sentimentales, expuestos por un liberal. Poncio Pilatos también tuvo al
principio una cierta benevolencia con Cristo, ¿verdad? ¿Y?]. Otra vez yo
no tengo la última palabra sobre esta cuestión, y ciertamente que detrás de
todo esto está la Divina Providencia. La Divina Providencia que se las arregla
para poner buenos pensamientos en un papa [Oh, ahora
sabemos que Mons. Fellay lee la mente. Pero, ¿quiere decir buenos pensamientos
o buenos deseos? Pero ¿Cómo una mente sumergida en modernismo puede pensar
bien?... El que ya no tiene buenos pensamientos es Mons. Fellay] que,
sobre muchos puntos, nos asusta enormemente, y no solamente a nosotros, podemos
decir que todo lo que es más o menos conservador en la Iglesia está alarmado
por lo que pasa, por lo que se dice, y sin embargo la Divina Providencia se las
arregla para hacernos pasar a través de estos escollos, de una manera muy
sorprendente [Oh, podemos hacer las mayores locuras e
imprudencias, total todo nos lo arregla la Divina Providencia, que está ahí
para servir a la Fraternidad, haga lo que esta haga].
Muy sorprendente, pues está muy claro
que el papa Francisco quiere dejarnos vivir y sobrevivir [¿Es que ahora no vive y sobrevive la Fraternidad? Ah, pero hay que ir y
meterse en la jaula del león, porque el león quiere dejarnos vivir…].
Incluso ha dicho a quien quiere escucharlo que nunca le haría daño a la
Fraternidad [Oh, que le haga daño a la Iglesia, que destruya
la doctrina, la disciplina, las costumbres, la liturgia, la moral, la familia,
eso no importa, lo que importa es que nunca le haría daño a la Fraternidad…] .
También dijo que nosotros éramos católicos [¡Oh! Ahora
podemos estar tranquilos…]. Él se negó a condenarnos por cisma,
diciendo: “ellos no son cismáticos, son católicos” [Mons.
Lefebvre dio las gracias porque fue “excomulgado” por herejes y masones, Mons. Fellay
al contrario quiere ser aprobado por esos mismos], incluso si después
utilizó una palabra un poco enigmática, que es que nosotros estamos en camino
hacia la plena comunión. Este término “plena comunión”, quisiéramos tener una
definición clara un día, porque vemos que ella no corresponde a nada preciso [se refiere a la comunión con la iglesia conciliar].
Es un sentimiento…, es un no se qué. Incluso recientemente, en una entrevista
dada por Mons. Pozzo sobre nosotros, él retoma una cita que atribuye al mismo papa
-podemos entonces tomarla como una posición oficial-, el papa que confirmó a
Ecclesia Dei que nosotros éramos católicos en camino hacia la plena comunión. Y
Mons. Pozzo precisa cómo esta plena comunión puede realizarse: por la
aceptación de la forma canónica, lo que es bastante sorprendente, ¡una forma
canónica resolvería todos los problemas de comunión! [claro,
pues están hablando de la comunión plena con el liberalismo del Vaticano II que
sustentan estas autoridades]
Un poco más lejos, en la misma
entrevista, él dirá que esta plena comunión consiste en aceptar los grandes
principios católicos, es decir los tres niveles de unidad en la Iglesia, que
son la fe, los sacramentos y el gobierno. Y hablando de la fe, él habla más
bien del magisterio. Pero nosotros jamás hemos cuestionado ninguno de estos
tres elementos. Y por lo tanto jamás hemos cuestionado nuestra plena comunión,
pero el adjetivo “plena” lo saltamos, diciendo simplemente: “nosotros somos
católicos; si somos católicos estamos en comunión, porque la ruptura de
comunión es el cisma precisamente”.
6.
Las visitas de los prelados enviados por Roma: ¿las cuestiones doctrinales
abiertas?
Estas visitas han sido muy interesantes.
Evidentemente, para un cierto número de personas entre nosotros, ellas han sido
percibidas con bastante desconfianza: “¿qué vienen a hacer estos obispos con
nosotros?” Pues bien, esta no era mi perspectiva. La invitación vino de Roma,
tal vez luego de una idea que yo les di y que era ésta: “ustedes no nos
conocen; nosotros discutimos aquí en un escritorio en Roma, vengan a ver en el
lugar; ustedes no nos conocerán verdaderamente más que si nos ven” [Hace diez años que Mons. Fellay viene diciendo este
discurso]. Esta no es una declaración -sea o no sensación en internet-
ni un comunicado que puedan darnos a conocer tal como somos; porque la mayor
parte del tiempo, en estos comunicados nosotros estamos obligados a tomar
posición, e incluso eventualmente condenar una u otra frase, o tal acto
planteado en la Iglesia de hoy, pero nuestra vida de católicos no se resume
solo a eso. E incluso nosotros podemos decir que lo esencial está en otro lugar
[O sea que las declaraciones y enseñanzas acerca de
doctrina y los errores de los modernistas son cosa accidental y marginal]. Lo
esencial está en la voluntad de vivir nuestro catolicismo siguiendo los
mandamientos de Dios, velando por nuestra santificación, evitando el pecado,
para vivir según toda la disciplina de la Iglesia. Nuestras escuelas, nuestros
seminarios, nuestros sacerdotes, nuestra vida sacerdotal, todo esto forma un
conjunto que es la realidad, la verdadera realidad de nuestra Fraternidad.
Así que yo insistí mucho, yo dije varias
veces: “vengan a vernos”. Ellos jamás quisieron. Luego, de repente, hubo esta
proposición de enviar los obispos para encontrarnos. Y sea cual fuere la primera
idea perseguida por Roma, por mi parte yo estuve de acuerdo que era una buena
idea. ¿Por qué? Porque así, efectivamente, ellos nos verían como nosotros
somos. Esta fue verdaderamente la consigna que di en todos lados donde ellos
venían: “nosotros no cambiamos nada, no buscamos adornar las cosas, nosotros
somos como somos, y que ellos nos vean tal cuales”. Y de hecho, un cardenal, un
arzobispo y dos obispos vinieron a vernos, a visitarnos, en circunstancias
diferentes, hubo en seminarios, también en un priorato. Las primeras
impresiones, los comentarios hechos durante estas discusiones, durante estos
encuentros y después, son muy interesantes. Y pienso que ellas confirman que
tuve razón al apoyar esta invitación romana.
La primera cosa que nos dijeron, todos
ellos -¿era una consigna o su sentimiento particular? No sé nada, pero es un
hecho-, todos dijeron: “estas discusiones suceden entre católicos; esto no
tiene nada que ver con las discusiones ecuménicas; nosotros estamos entre
católicos”. Así que, por principio, podemos percibir estas ideas como: “Ustedes
no están completamente en la Iglesia, ustedes están a la mitad, ustedes están
fuera -¡Dios sabe dónde!-, cismáticos… ¡no! Nosotros discutimos entre
católicos”. Es el primer punto que es muy interesante, muy importante. A pesar
de lo que, en ciertas instancias, se dice todavía en Roma hoy.
El Segundo punto -yo creo que todavía
más importante-, es que las cuestiones abordadas en estas discusiones son las
cuestiones clásicas sobre las cuales tropezamos. Que se trate de la libertad
religiosa, de la colegialidad, del ecumenismo, de la nueva Misa, o incluso los
nuevos ritos de los sacramentos… Pues bien, todos nos han dicho que estas
discusiones tenían por objeto cuestiones abiertas. Yo pienso que esta es una
reflexión capital. Hasta aquí siempre han insistido para decir: Ustedes deben
aceptar el concilio. [Aceptar un lugar bajo el poder de
las autoridades modernistas es aceptar indirectamente el concilio, pues estas
autoridades tienen otra doctrina y a ellas se verán sometidos y deberán
obediencia. No importa que no se haga una declaración explícita de aceptación
del concilio. Por otra parte, ya la posición oficial de la Fraternidad, dicha
más de una vez es que acepta el 95% del concilio, que es casi como aceptarlo
todo]
Es difícil dar exactamente el alcance
real de esta expresión “aceptar el concilio”. ¿Qué quiere decir esto? Porque,
es un hecho que los documentos del concilio son totalmente desiguales, y que su
aceptación se hace según un criterio graduado, según una escala de obligación.
Si un texto es un texto de fe, hay una obligación pura y simple. Pero aquellos
que, de una manera totalmente errónea, pretenden que este concilio es
infalible, ellos obligan a una sumisión total a todo el concilio. Entonces si
“aceptar el concilio” quiere decir esto, nosotros decimos que no aceptamos el
concilio. Porque, precisamente, nosotros negamos su valor infalible. Si hay
ciertos pasajes del concilio que repiten lo que la Iglesia ha dicho antes, y de
una manera infalible, es evidente que estos pasajes son y permanecen
infalibles. Y nosotros lo aceptamos, no hay ningún problema. Es por eso que
cuando se dice “aceptar el concilio”, es necesario distinguir lo que se
entiende por eso. Sin embargo, incluso con esta distinción, hasta aquí sentimos
por parte de Roma una insistencia: “ustedes deben aceptar estos puntos; esto
forma parte de la enseñanza de la Iglesia y por lo tanto ustedes deben
aceptarlos”. Y vemos -no solamente en Roma, sino en la gran mayoría de los
obispos-, esta actitud hasta hoy, este gran reproche que se nos hace: “ustedes
no aceptan el concilio”.
[Mons. Lefebvre hablaba del
concilio como se debía: El Vaticano II, "dando la espalda a la tradición y
rompiendo con la Iglesia del pasado, es un concilio cismático" (Monseñor
Lefebvre en Le Figaro de 4 de agosto de 1976). "La
conclusión se impone: este evento ruinoso para la Iglesia católica y la
civilización cristiana no ha sido dirigido ni conducido por el
Espíritu Santo." (Yo acuso al Concilio, 1976)].
Y he aquí que de repente, sobre estos
puntos que son los puntos de tropiezo, los enviados de Roma nos dicen que son
cuestiones abiertas. Una cuestión abierta es una cuestión la cual se puede
discutir [¿Se puede discutir el concilio, pero no sus
consecuencias? ¿Por qué Mons. Fellay no critica los desastres de Francisco? Ah,
quizás porque es más fácil hacer críticas sobre textos que sobre personas que
pueden tomar represalias, y lo que busca Mons. Fellay es ser aceptado por
Francisco]. Y esta obligación de adhesión es fuertemente e incluso tal
vez totalmente atenuada o incluso removida. Yo pienso que es un punto capital.
Habrá que ver más adelante si esto se confirma, si verdaderamente se puede
discutir libremente, digamos honestamente, con todo el respeto necesario
respecto a la autoridad, para no agravar más la situación actual de la Iglesia
que es tan confusa, precisamente sobre la fe, sobre lo que es necesario creer,
y allí nosotros reclamamos esta claridad, esta clarificación, a las
autoridades. Nosotros la reclamamos desde hace mucho tiempo. Nosotros decimos:
“hay puntos ambiguos en este concilio, y no somos nosotros quienes deben
clarificarlos, es Roma”. Sin embargo, otra vez, el hecho que estos obispos nos
dicen que son cuestiones abiertas es para mí capital.
Las discusiones mismas se desarrollaron
según la personalidad de nuestros interlocutores, con más o menos éxito, pues
hubo también discusiones en las cuales no estábamos necesariamente de acuerdo… [Todas secretas, desde luego] Sin embargo, la
apreciación, yo creo, de parte de cada uno de estos interlocutores: ellos
estuvieron satisfechos de las discusiones. Satisfechos también de sus visitas.
Nos felicitaron por la calidad de nuestros seminaristas diciendo: “ellos son
normales (¡Felizmente, hay que empezar por eso! …), no son personas estrechas,
obtusas, sino vivos, abiertos, felices, normales simplemente. Y esto ha sido
una observación expresada por todos. Es el lado humano, es innegable, pero no
hay que olvidarlo tampoco.[Hay que mostrarse agradable
y simpático, nada intolerante e integrista]
Para mí, estas discusiones, o más
exactamente este aspecto más fácil de las discusiones es importante. Pues uno
de los problemas es la desconfianza. Esta desconfianza, es cierto que la
tenemos [Reaparece el ecumenista Mons. Fellay; véase
nuevamente nuestro artículo: acá]. Y yo pienso que podemos decir también que es cierto
que Roma la tiene respecto a nosotros. En tanto que reine esta desconfianza, la
tendencia natural es de tomar todo a mal o de reflexionar en la peor de las
soluciones posibles sobre lo que se dice. Mientras que estemos en este régimen
de desconfianza, no avanzaremos mucho. Hay que llegar a una confianza mínima, a
un clima de serenidad, para eliminar estas acusaciones a priori [¡Hay que dejar de criticar los desmanes y escándalos de Francisco!]. Yo pienso que es
todavía el régimen en el cual nos encontramos, en el cual se encuentra Roma. Y
esto toma tiempo. Es necesario que de ambas partes se llegue a apreciar
correctamente a las personas, sus intenciones, para llegar a sobrepasar esto.
Pienso que tomará tiempo. [¿Es una discusión acerca de
personas o acerca de doctrina? Nuevamente el liberalismo de Mons. Fellay a
pleno]
Esto pide también actos donde se manifieste
una buena voluntad que no sea la de destruirnos. Pues esta idea está todavía un
poco entre nosotros, es lo que se ha difundido de una manera bastante común:
“si nos quieren, es para ahogarnos, y eventualmente destruirnos, absorbernos
totalmente, desintegrarnos”. ¡No es una integración, es una desintegración!
Evidentemente, mientras reine esta idea, no se puede esperar nada. [Por lo tanto deben desterrar esa idea mediante bobas
ilusiones. ¡Hay que confiar en los buenos modernistas que son tan amables y simpáticos!
¡Oh, que ellos destruyen todo lo católico a su paso, no importa, son buenos, y
nosotros confiando en ellos los haremos entender! ¿Pero no dijo en su tiempo
Mons. Lefebvre –y todavía no estaba Bergoglio- que “no podemos confiar en esa
gente”?]
7.
El estado presente de la Iglesia: Inquietudes y esperanzas
Me apena mucho ver una línea de conducta
en lo que está pasando. Lo que yo veo es una confusión creciente, una confusión
que viene precisamente de elementos contradictorios, de dilución de la
doctrina, de la moral, de la disciplina [Mons. Fellay
es el primer confundido]. Llegamos a un régimen de cada uno por su lado.
Los obispos dicen lo que quieren, en contradicción los unos con los otros. No
hay llamados al orden oficiales, claros, ni siquiera llamados a cualquier línea
que sea, de un lado o de otro. Todavía hace unos años, había una línea. Era la
línea modernista. Era el famoso espíritu del Vaticano II. Hoy vemos un profundo
desacuerdo entre los obispos y hasta en Roma sobre estas cuestiones [Porque algunos reaccionan tibiamente contra el ultra
modernismo de Francisco, el “benevolente” que quiere a la Fraternidad]. Y
¿qué línea ganará, que línea se impondrá? Ahora mismo, yo no lo veo.
Podemos, evidentemente, apoyarnos en
ciertas reflexiones, en ciertos índices, diciendo que es manifiesto que entre
más avanzamos, más los modernistas se debilitan o son debilitados [¡¡¡Sic!!!]. Les faltan fieles, les faltan vocaciones,
es una Iglesia que se extingue. Y es verdad. Por el otro lado, vemos entre los
jóvenes un cierto número -difícil de evaluar correctamente, pero es
suficientemente consistente para que podamos constatarlo-, jóvenes que quieren
una Iglesia mucho más seria, y a todos los niveles, en particular al nivel de
la doctrina. Los jóvenes, los seminaristas que quieren Santo Tomás, que quieren
un retorno a una filosofía sana, una teología clara, sana, la escolástica, la
de Santo Tomás. Vemos entre estos jóvenes también ese deseo de una liturgia… yo
no la llamaría “renovada”, sino un retorno a la liturgia tradicional. Y este
número parece ser impresionante. [Vuelve el brote
primaveral cada vez más robusto, según el optimista Fellay. Hace cuatro años
decía estas cosas y lo que vino fue el “huracán Francisco”] Para
nosotros, es difícil de estimar, pero cuando escuchamos las voces de los
sacerdotes que se ocupan de estos jóvenes en los seminarios modernos, algunos
llegan hasta decirnos que 50% en Francia, en Inglaterra, nuevos seminaristas
aspiran a la Misa tradicional. Esto me parece mucho, y espero que sea verdad.
Sin embargo vemos dibujarse esta línea,
es una línea que asciende, y vemos, a través de los años, que esta tendencia
aumenta. Solo un ejemplo, desde el año pasado, con el problema del sínodo sobre
el matrimonio, sobre la familia católica, vemos una oposición más marcada que
antes entre los dos campos [una interna entre
ratzingereanos y bergoglianos]. Pienso que esto viene de un
reforzamiento de los conservadores, de los cuales, si no el número, en todo
caso la intensidad se incrementa, sin ninguna duda [pero
son todos prácticamente conciliares]. Y por el otro lado la mayoría, que
todavía es claramente dominante, pero que pierde fuerza, que ya no logra
imponerse, de menos a imponer todo como antes.
Así pues estas dos líneas existen [todas bajo el poder despótico de Francisco, que puede quitar
de en medio a quien le moleste, según su etilo tan conocido en Argentina].
¿Cuál es nuestro futuro en esta situación? Por principio, mantener. Hay una
gran confusión. ¿Quién ganará? No sabemos nada. Lo que hace nuestras relaciones
con Roma extremadamente difíciles, porque hablamos con un interlocutor sin
saber nunca si, al día siguiente, el texto sobre el cual lleguemos -después de muchas
discusiones- a ponernos de acuerdo, será efectivamente el texto definitivo.
Nosotros pudimos constatar, en 2012, cómo un texto ha sido corregido,
modificado por una interferencia… por parte de una autoridad más alta, pero que
no fue la del papa. Allí también: ¿quién gobierna la Iglesia? Yo diría que es
una pregunta muy interesante que permanece sin respuesta. Son fuerzas…
indeterminadas. [Pero entonces si no sabe quién manda
allí, ¿para qué desea ser aceptado por ellos, por esas fuerzas indeterminadas…?
Mons. Fellay se mueve entre una nube de interrogantes, sustentándose en un
optimismo pueril y fantasioso, y sin ver claramente la fija luz del faro o de
las estrellas, conduce su nave cargada de inciertas opiniones hacia el escollo
que la hunda definitivamente, quizás ya sin su conspicua sonrisa]