Integración de la FSSPX en el sistema modernista:
el pluralismo a todo vapor
Los acuerdos entre los diversos ralliés y Roma, los condujeron poco a poco, sin ninguna excepción, a poner la verdad y el error en igualdad. Estos acuerdos los integraron en la iglesia conciliar con su carisma propio, con sus elecciones litúrgicas, doctrinales y espirituales, como una legítima diversidad en medio de las otras elecciones litúrgicas, doctrinales y espirituales que el modernismo ha producido. En este sentido Juan Pablo II les dijo: “es necesario que todos los Pastores y los demás fieles cristianos tomen nuevamente conciencia, no sólo de la legitimidad sino también de la riqueza que representa para la Iglesia la diversidad de carismas y tradiciones de espiritualidad y de apostolado, la cual constituye también la belleza de la unidad en la diversidad: tal es la sinfonía…” (Motu proprio Ecclesia Dei Afflicta, 2 de julio de 1988, n°5 a).
La Tradición, y por lo tanto todas
las verdades reveladas por Nuestro Señor, la Misa de siempre que expresa la fe
católica, la ley del Evangelio; son reducidas al rango de las opiniones y de
tendencias tan valiosas unas como otras. Es el pluralismo tan querido de los
políticos actuales. Solo hay una cosa que se excluye: la verdad en tanto que
ella obliga a todo hombre y condena el error.
La palabra y no
solamente la idea va a ser empleada por los hombres de Iglesia
En 2001, en una entrevista dada
a The latin mass, el cardenal Medina afirmó: “Estoy consciente
de los sentimientos de numerosos católicos por la santa misa según el rito de
san Pio V. (…) En una época de la historia donde el pluralismo goza
de derecho de ciudadanía, ¿por qué no reconocer el mismo derecho a aquellos que
desean celebrar la liturgia según la manera utilizada durante más de cuatro
siglos?”
Veamos cómo expresan la idea.
En octubre de 1998, el papa Juan
Pablo II recibió a los ralliés que vinieron a celebrar su
décimo aniversario en Roma: “Yo aliento, dijo, a todos los católicos a
trabajar por la unidad y a renovar su apego a la Iglesia de manera que todas
las diferencias legítimas y las diversas sensibilidades dignas de respeto, no
sean un motivo de separación sino de unión para proclamar juntos el Evangelio;
así, bajo el impulso del Espíritu que une los diversos carismas, todos podrán
glorificar al Señor…”
¡La integración es una
cuestión de confianza!
En 1999, la comisión pontificia
Ecclesia Dei escribió al P. Bisig, entonces superior general de la Fraternidad
San Pedro, que dicha comisión actuaba “para obrar la integración de los
fieles tradicionalistas en la realidad de la Iglesia. La raíz de las presentes
dificultades parece ser la falta de confianza en la jerarquía de la Iglesia en
todos los niveles, desde la Santa Sede hasta los obispos. Tal vez haya como
fundamento de esta actitud un cierto desdén una cierta desconfianza de la obra
del segundo concilio del Vaticano (…) Tal falta de confianza
fue el origen del cisma de Mons. Lefebvre y persiste aún” (13 de julio de
1999).
Para realizar este pluralismo, hay
que encontrar un equilibrio que supere los falsos antagonismos que algunos
podrían descubrir entre las diferentes tendencias presentes en la Iglesia. Lo
que supone no permanecer inmóviles en sus posiciones doctrinales. Los contactos
discretos entre los superiores de la FSSPX y el reconocimiento deben permitir
reencontrar la confianza mutua.
Ya en diciembre de 2000, el
cardenal Castrillón Hoyos estimó que era necesario “encontrar un punto de
equilibrio, para superar el falso antagonismo que quieren crear entre los dos
ritos”. Hablando de la Fraternidad San Pedro, él afirma que “doce años
después de su fundación realizada en 1988, esta comunidad se esfuerza en
encontrar su lugar en el conjunto de la Iglesia, junto a tantas otras
congregaciones con finalidades diversas. En la fase actual, yo considero que es
necesario ayudar a los miembros de la Fraternidad a mantener el equilibrio
entre la interpretación auténtica del carisma original, sus consecuencias, y
las consecuencias de su inserción en la realidad eclesial del año 2000”.
(La Nef n° 111, diciembre de 2000, pág. 19).
En su discurso en Colonia el 19 de
agosto de 2005, Benedicto XVI habló en favor del ecumenismo según el espíritu
del Vaticano II que apunta a establecer la unidad de los cristianos. “Esta
unidad no significa lo que podríamos llamar un ecumenismo de retorno( que
significa, según Pio XI, Mortalium animos, impulsar a los no
católicos a entrar a la Iglesia Católica, única arca de salvación): es
decir renegar y rechazar su propia historia de fe. ¡Absolutamente no! Esto no
significa la uniformidad de todas las expresiones de la teología y de la
espiritualidad, en las formas litúrgicas y en la disciplina. Unidad en la
multiplicidad, y multiplicidad en la unidad”. Termina diciendo que “estar
en el camino juntos es una forma de unidad”. (DICI n°120, pág. 12). Lo que
quiere decir que la unidad todavía no se logra, sino que se avanza
perpetuamente hacia ella. ¡La evolución de nuevo!
Esta es la forma de pensar de los
obispos en la actualidad. La encontramos en los discursos del cardenal Kasper:
“la unidad concebida como comunión implica la unidad en la diversidad y la
diversidad en la unidad” (DICI n°125, p. 11).
Esta comunión puede ser más o menos
grande: Los ortodoxos, los protestantes tienen su lugar allí desde el concilio.
¿Por qué no dar un lugar a los tradicionalistas? Esta se propuso a la FSSPX bajo
la forma de reconocimiento unilateral. Una comunión imperfecta no podría
satisfacer a todo el mundo… entonces hay que esforzarse en lograr “una
unidad más perfecta”, “una comunión más plena” (Cardenal Castrillón
Hoyos, 30 días, finales de septiembre de 2005 y la televisión italiana Canal 5,
13 de noviembre de 2005).
Pero entonces ¿dónde está el “que
vuestro hablar sea sí, sí, no, no”?
¿Dónde están las palabras de san
Pablo: “¿Qué tienen en común la luz con las tinieblas? ¿Qué acuerdo entre
Cristo y Belial?” (II Cor 6,14).