PRESENTACIÓN DEL P. TOMÁS DE AQUINO
O.S.B.
Miguel Ferreira da Costa (el futuro
P. Tomás de Aquino) nació en Río de Janeiro, Brasil, en 1954. Luego vivió en
Volta Redonda, donde su padre trabajó en una importante fábrica siderúrgica,
hasta 1962, año en que su familia regresó a Río. Después de estudiar en el
colegio San Benito de Río de Janeiro, empezó sus estudios de derecho.
A la edad de 13 años, asistió a una
de las conferencias semanales que el escritor anti modernista Gustavo Corção
bondadosamente daba a un pequeño grupo de fieles deseosos de conocer
mejor los tesoros de la fe católica:
Asistí durante siete
años, alentado por mi madre que casi nunca faltó a estas conferencias. Mi padre
asistía cada vez que su trabajo lo permitía. Fue allí que conocí al señor Julio
Fleichman y su esposa, etc.[1]
El joven Miguel Ferreira da Costa
fue a ver a Gustavo Corção en 1972 para confiarle su vocación y preguntarle a
cuál seminario le aconsejaba ir. En esta época Gustavo Corção todavía no
conocía a Mons. Lefebvre.
“¿Decirle a dónde ir?
-respondió Gustavo Corção- no puedo. Lo que puedo decirle es a dónde no ir.
Difícilmente encontrará un seminario donde no enseñen tonterías” […] Fue
entonces que la secretaria de Corção, la señora Pierotti, me habló de Mons.
Lefebvre y de Ecône: “Si usted fuera mi hijo, es allí donde lo enviaría”[2].
Miguel Ferreira da Costa escribió
entonces a Mons. Lefebvre quien lo orientó hacia el seminario de Mons. de
Castro Mayer en Campos, una ciudad del Estado de Río de Janeiro. Fue allá, pero
la presencia tan marcada de la TFP en el seminario lo desalentó. Entonces
escuchó hablar del priorato que Dom Gérard fundó en Bédoin, en Provenza, a los
pies del Monte Ventoux. Gustavo Corção le dijo: “Vaya allá. Si no está bien,
regrese”.
“Sin quererlo, él hizo
una profecía, pues fue así como esa aventura iba a terminarse, por caminos que
la Divina Providencia dispone con fuerza y suavidad. Durante este tiempo Dom
Gérard escribió que me aceptaba. Desde Ecône también llegó una carta. El
director del seminario, el canónigo Berthod, me abrió también las puertas. Para
abreviar esta historia, me fui con Dom Gérard, lo que fue la mejor elección”.[3]
Miguel Ferreira da Costa llegó a
Francia en mayo de 1974, al pequeño monasterio provenzal de Bédoin, donde Dom
Gérard Calvet continuaba desde 1971 la vida monástica benedictina tradicional.
Él recibió el hábito el 2 de octubre tomando el nombre de religión de Tomás de
Aquino, y comenzó su noviciado. Por ocasión de sus votos en 1976, Gustavo
Corção vino al monasterio para asistir a la ceremonia. En esta época Dom Gérard
y los monjes estaban unidos de corazón y pensamiento con Mons. Lefebvre, quien
confería el sacerdocio a los monjes del monasterio. En 1980, después de su
ordenación sacerdotal en Ecône, el P. Tomás de Aquino y los monjes se mudaron a
Barroux, dejando a regañadientes Bédoin, que ya era demasiado pequeño.
A pesar del entusiasmo que reinaba
en el monasterio, el P. Tomás de Aquino percibía las carencias de la formación
filosófica y teológica de los monjes:
Había ya entre nosotros
algo bastante inquietante que explica, en mi opinión, la deriva que conocería
nuestra comunidad algunos años más tarde. […] La formación que se daba en
Bédoin, cuando yo llegué y hasta mi ordenación, era demasiado informal. Dom
Gérard, es verdad, llamó a algunos sabios religiosos que vinieran a darnos
algunos cursos.[…]
Pero estas conferencias
e incluso estos cursos no formaban un conjunto capaz de darnos una verdadera y
sólida formación. Los cursos, por otra parte, no eran dados en el orden
correcto y, en su mayoría, fueron bastante incompletos. Dom Gérard entonces se
improvisó como profesor para enseñarnos algunos tratados […] pero de una manera
bastante sumaria, desgraciadamente. Él pedía también a los monjes que se dieran
los cursos unos a los otros cuando no éramos lo suficientemente capaces. Había
muy pocas clases por semana y los exámenes eran escasísimos. Fue así como
varias materias quedaron más o menos ignoradas o mal profundizadas por la
primera generación de Bédoin. […]
La manera de hacer de
Dom Gérard era más romántica que realista. Santo Tomás, según él, tenía un
sistema. Otros tenían otros. Esto permitía dudar sobre lo bien fundada de una
formación francamente escolástica y de su real necesidad, tal como San Pio X la
presenta en la encíclica Pascendi, y en el Código de Derecho Canónico. […] El
resultado fue que de la escolástica sabíamos más el nombre que el método, y de
la Summa, más las conclusiones que la argumentación. Nosotros contemplábamos
desde el exterior el bello edificio doctrinal de la Iglesia sin penetrar
verdaderamente en el interior, y si penetrábamos un poco, era como profanos y
no como hombres de oficio. Se puede decir que el papel de los monjes no es el
convertirse en teólogos. Los contemplativos no necesitan mucho para dedicarse a
la contemplación. Eso puede ser verdad en ciertos casos, si no estuviéramos
destinados a recibir el sacerdocio, si no fuéramos monjes y sacerdotes, si
entre nosotros algunos no estuvieran destinados a enseñar; entonces, es poco
concebible que no estuviéramos formados en el método de Santo Tomás, según las
directivas de la Santa Iglesia, sobre todo en la crisis actual. […]
Sin caer en el exceso
de decir que en Bédoin y en Barroux éramos modernistas, es cierto que no
teníamos en Dom Gérard la misma pureza, vigilancia y seguridad doctrinal que en
Mons. Lefebvre. Si bien no éramos modernistas, el clima que allí reinaba no nos
protegía suficientemente contra esas doctrinas ni contra un cierto liberalismo.[4]
Fue en 1975 que el Padre Tomás de
Aquino vio por primera vez a Mons. Lefebvre, que vino a Bédoin para conferir
las órdenes menores a los hermanos Jean de Belleville y Joseph Vannier:
El sermón de Mons.
Lefebvre me impresionó por su serenidad. Él respiraba la paz, esta paz que es
la divisa de los benedictinos y que él parecía poseer más que todos
nosotros. [5]
El P. Tomás de Aquino asistió en
Ecône a las ordenaciones sacerdotales de 1976, que prefiguraron “el verano
caluroso”. Sin embargo no fue hasta la ocasión del año de estudios y de
descanso que él paso en el seminario San Pío X en Ecône, en 1984-1985, que tuvo
un contacto personal con Mons. Lefebvre:
Aprovechando la
presencia de Mons. Lefebvre, lo pude ver frecuentemente. Su bondad paternal
hacía fáciles sus conversaciones. […] El 12 de marzo de 1985, Mons. Lefebvre me
habló de la cuestión de los acuerdos con Roma. Yo creo que Mons. Lefebvre
abordó este tema a causa de Dom Gérard, que en esa época […] buscaba obtener el
apoyo de Mons. Lefebvre para lo que él quería hacer. [6]
Gracias a las notas que tenía la
costumbre de tomar después de cada entrevista, el P. Tomás de Aquino nos entrega
algunas palabras esclarecedoras de Mons. Lefebvre:
¿Sujetarse a los
hombres que no tienen la integridad de la fe católica? ¿Someterse a hombres que
proclaman los principios contrarios a los principios de la Iglesia? Donde
estaremos obligados a romper de nuevo con ellos y la situación se volverá peor
que antes, donde seremos conducidos insensiblemente a la disminución y a la
pérdida de la fe. Hay una tercera posibilidad. Una vida muy difícil a causa del
contacto frecuente con los hombres que no tienen la fe católica, conduciendo a
la desorientación y a la disminución del espíritu de combate de los fieles. […]
Nuestra posición, tal cual es ahora, nos permite permanecer unidos en la fe.
Todos aquellos que han querido tener un compromiso con los modernistas se han
desviado. Yo pienso que nosotros no debemos someternos a ellos. Tengo mucha
desconfianza. Yo paso las noches pensando en eso. No somos nosotros los que
debemos firmar cualquier cosa. Son ellos que deben firmar, garantizando que
aceptan la doctrina de la Iglesia. Ellos quieren nuestra sumisión, pero no nos
dan la doctrina.[7]
El R.P. Tomás de Aquino anotó
igualmente que desde 1984-1985, Dom Gérard fue a Roma para tratar sobre la
regularización del monasterio de Barroux:
Vio entonces al
cardenal Ratzinger y regresó deslumbrado. “El cardenal, decía, es alguien con
quien podemos trabajar. Mons. Lefebvre es demasiado cerrado”. Y minimizó la
actitud de Monseñor como alguien enfurruñado en su rincón. “Por otro lado, no
es necesario que sea Mons. Lefebvre quien ordene a nuestros sacerdotes. Otro
obispo puede hacerlo, siempre que sea con el misal antiguo”. Al escuchar eso
sentíamos un escalofrío en la espalda. […] A finales de 1986 partí a Brasil con
el P. Joseph Vannier para ver un terreno para una fundación. Yo me sentí un
poco aliviado de dejar le Barroux cuya atmósfera se volvía cada vez más pesada.
Se sentía que el monasterio resbalaba por una mala pendiente. [8]
El 3 de mayo de 1987 el monasterio
de la Santa Cruz fue oficialmente fundado y el P. Tomás de Aquino se convirtió
en el prior. El monasterio se sitúa cerca de Nova Friburgo, ciudad situada en
la región montañosa del centro Norte del Estado de Río de Janeiro. Las
relaciones de la nueva fundación con Le Barroux se deterioraban rápidamente
como lo relata Dom Tomás de Aquino:
Luego vinieron los años
de la fundación de Santa Cruz, durante los cuales Mons. Lefebvre nos ayudó con
sus preciosos consejos. Mi conciencia estaba bastante incómoda a causa de las
modificaciones litúrgicas introducidas por Dom Gérard en la misa. […] Entonces
le escribí a Mons. Lefebvre, quien, desaprobando a Dom Gérard, me aconsejó
sobre todo conservar buenas relaciones con el monasterio de Francia, Le
Barroux. Pero estas buenas relaciones con nuestro monasterio de Francia no iban
a durar mucho. Dom Gérard, después de las consagraciones, hará un acuerdo que
pondrá a nuestros monasterios bajo la autoridad de los modernistas. [9]
Este es el parecer de Dom Tomás de
Aquino sobre Le Barroux y su fundador:
Dom Gérard destruyó así
su obra. Esta obra, a pesar de sus lagunas, no dejaba de ser una bella obra.
Los oficios eran dichos con mucha atención, las virtudes monásticas eran
honradas allí y teníamos muy buenas vocaciones que nos venían de familias
verdaderamente católicas y tradicionales. Dom Gérard quiso hacer un monasterio
tradicional, pero carecía de una comprensión profunda de la crisis actual. Dom
Gérard veía la necesidad de conservar la misa de siempre; de conservar las
observancias monásticas, pero no veía de manera suficiente el peligro del
modernismo y del liberalismo. El aspecto más profundo de la crisis actual se le
escapaba. Todo esto nos permite de medir mejor el valor de Mons. Lefebvre y de
su obra. Es Monseñor quien vio justamente, es Monseñor quien discernió el mal,
es él quien sondeó la gravedad de la crisis. Monseñor tuvo una visión
verdaderamente de fe, una visión teológica en el sentido más preciso de la palabra.
Esto le faltaba a Dom Gérard quien, como Jean Madiran, veía más la defección de
los obispos que la de los papas conciliares, desgraciadamente. […]
Cuando la noticia de
los acuerdos llegó, nosotros ya la esperábamos. Nosotros pensamos por principio
dejar Santa Cruz y dejar todo a Dom Gérard y a los que quisieron
seguirlo. [10]
Una carta de Mons.
Lefebvre nos hizo cambiar de idea y conservamos el monasterio Santa Cruz en el
seno de la Tradición. […] Dom Gérard, viniendo a Brasil, debió partir de nuevo
sin obtener lo que esperaba. Después de esos dolorosos acontecimientos, ya no
tuvimos contactos con él. Por el contrario, Monseñor Lefebvre se convirtió,
cada vez más, en lo que es para todos los católicos fieles, esto es: el Obispo
fiel sucesor de los Apóstoles que nos dio la doctrina y los sacramentos de
Nuestro Señor Jesucristo para la salvación de nuestras almas. A él nuestra
eterna gratitud.[11]
El 18 de agosto de 1988, Mons.
Lefebvre le escribió una carta al P. Tomás de Aquino en la cual le dijo:
Cómo lamenté que usted
haya partido antes de los acontecimientos de Barroux[12]. Hubiera sido más fácil de considerar la
situación provocada por la desastrosa decisión de Dom Gérard. […] Dom Gérard,
en su declaración, da cuenta de lo que se le da y acepta ponerse bajo la
obediencia de la Roma modernista, que sigue siendo completamente anti
tradicional, lo que fue la causa de mi distanciamiento. Él quisiera, al mismo
tiempo, conservar la amistad y el apoyo de los tradicionalistas, lo que es
inconcebible. Él nos acusa de “resistencialistas”. Yo le advertí. Pero su
decisión está tomada desde hace mucho tiempo y no quiso escuchar razones. Las
consecuencias son ahora ineludibles. Nosotros ya no tendremos ninguna relación
con Le Barroux y aconsejaremos a todos los fieles de no apoyar una obra que
ahora está en las manos de nuestros enemigos, enemigos de Nuestro Señor y de su
Reino Universal.
Las hermanas
benedictinas están angustiadas. Ellas vinieron a verme. Yo les aconsejé lo que
yo le aconsejo también: conserven su libertad y rechacen todo lazo con esta
Roma modernista. Dom Gérard usa todos los argumentos para dormir a los resistentes.
[…] Usted debería reunirse con los Padres Laurent y el Argentino [P. Jean de la
Croix], así como con sus novicias. […] A ustedes tres, con las novicias de
Campos, pueden continuar y constituir un monasterio independiente de Roma. No
hay que dudar de afirmarlo públicamente. Dios lo bendecirá. Y usted podrá
enseguida, después de algún tiempo, reconstituir un monasterio en Francia,
usted estaría muy apoyado y tendría vocaciones. Dom Gérard ha suicidado su
obra. El P. Tam le dirá de viva voz lo que no escribí. Le pido a Nuestra Señora
que venga en su ayuda por la defensa del honor de su divino Hijo. Que Dios lo
bendiga y bendiga su monasterio[13].
El P. Tomás de Aquino siguió los
consejos de Mons. Lefebvre. El 24 de agosto de 1988, redactó una declaración
solemne en la cual rechazaba el acuerdo establecido entre la Congregación para
la Doctrina de la Fe, en la persona de los cardenales Ratzinger y Mayer, y Dom
Gérard Calvet, Prior del Monasterio Santa Magdalena de Barroux.
Nuestro Monasterio de
la Santa Cruz ha sido incluido en los términos del acuerdo que aquí rechazamos,
sin que hayamos sido consultados a este respecto, aunque estuvimos en Barroux
en el curso de las negociaciones y se conocía nuestro desacuerdo. He aquí los
motivos de nuestro rechazo:
1.Este acuerdo
significa nuestra inserción y nuestro compromiso práctico en “la Iglesia
conciliar”. […]
2. El acuerdo prevé
nuestra plena reconciliación con la Sede Apostólica según los términos del Motu
Proprio “Ecclesia Dei”, documento que proclamó la excomunión de Monseñor Marcel
Lefebvre. Nosotros jamás nos hemos separado de la Sede Apostólica y
continuaremos a profesar una perfecta comunión con la Sede de Pedro. Nosotros
nos separamos, por el contrario, de la Roma modernista y liberal que organizó
el encuentro de Asís y que elogia a Lutero. Con esta Roma nosotros no queremos
reconciliación.
3. El acuerdo se fundó
sobre el Motu Proprio “Ecclesia Dei” que excomulga a Mons. Lefebvre. Por lo
tanto, tomando parte en este acuerdo, debemos reconocer la injusticia ejercida
hacia Mons. Lefebvre, Dom Antonio de Castro Mayer y los cuatro nuevos obispos,
cuya excomunión ha sido nula de pleno derecho. Nosotros no seguimos a Mons. de
Castro Mayer o a Mons. Lefebvre como jefes líderes. Nosotros seguimos a la
Iglesia Católica. Pero en la hora actual, estos dos confesores de la Fe han
sido los únicos obispos opuestos a la autodemolición de la Iglesia. No nos es
posible separarnos de ellos[14]
Al día siguiente, 25 de agosto, el P. Tomás de Aquino anunció su decisión a los monjes y el 26 envió su declaración a Dom Gérard y al cardenal Ratzinger. La llegada de Dom Gérard al monasterio de la Santa Cruz, el 1º y 2 de septiembre, no cambió en nada la decisión y la determinación del P. Tomás de Aquino. Después de solamente unas horas, que fueron muy dolorosas, el Prior de Barroux dejó el monasterio de Brasil, con la maldición en los labios.
Al día siguiente, 25 de agosto, el P. Tomás de Aquino anunció su decisión a los monjes y el 26 envió su declaración a Dom Gérard y al cardenal Ratzinger. La llegada de Dom Gérard al monasterio de la Santa Cruz, el 1º y 2 de septiembre, no cambió en nada la decisión y la determinación del P. Tomás de Aquino. Después de solamente unas horas, que fueron muy dolorosas, el Prior de Barroux dejó el monasterio de Brasil, con la maldición en los labios.
Después de las
consagraciones, Mons. Lefebvre continuó aconsejándonos con su paternal
solicitud. No solamente fuimos ayudados por él, también por Campos y más
especialmente por el P. Rifán[15]
[1] P. Tomás de Aquino, Boletín de los Amigos del
Monasterio de la Santa Cruz, suplemento n° 4.
[2] Ibidem.
[3] Ibidem.
[4] P. Tomás de Aquino, Ibid. Suplemento 3
[5] P. Tomás de Aquino, Ibid. Suplemento 2.
[6] Ibidem
[7] Ibidem
[8] P. Tomás de Aquino, Ibid. Suplemento 3
[9] P. Tomás de Aquino, Ibid. Suplemento 2.
[10] “Mons. De Castro Mayer y sus sacerdotes nos propusieron
dejar Santa Cruz e instalarnos en la diócesis de Campos”. P. Tomás de Aquino,
Ibidem, suplemento n° 5,
[11] P. Tomás de Aquino, Ibid. Suplemento 3
[12] El P. Tomás de Aquino partió a Brasil antes de la
conclusión o, por lo menos, la publicación de los acuerdos de Dom Gérard con
Roma.
[13] P. Tomás de Aquino, Boletín de los Amigos del
Monasterio de la Santa Cruz, suplemento n°2.
[14] Periódico Controverses, n° 0,
septiembre de 1988, pág. 2. -Mons. Lefebvre quería que esta declaración fuera
conocida por los monjes de Barroux y que ellos dejaran a Dom Gérard si él no
quería romper con Roma.
[15] P. Tomás de Aquino, Boletín de los Amigos del
Monasterio de la Santa Cruz, suplemento n°2.