Si
Ud. quiere saber dónde aparece esta fotografía, espere hasta el final de la
nota.
Cuando niños, todos amamos los
globos, insustituibles adornos de las fiestas de cumpleaños, de las salidas a
pasear en parques y plazas y de espectáculos circenses. Como si fueran un reflejo de nuestro
ligero y gracioso transcurrir por el mundo, una cosa tan simple como una esfera
de color vivo repleta de aire es capaz de divertir a un grupo de niños hasta
que inevitablemente uno de aquellos haga reventar gozoso el disputado y frágil trofeo.
¡Oh, alegres niñerías que siempre se repiten a lo largo del tiempo y en todas partes!
Pero he aquí que con el tiempo este
sencillo “receptáculo de materia flexible lleno de gas, que sirve de juguete para los
niños, como decoración en fiestas, etc.” (Según
definición RAE), que desde un comienzo acompañó a bufones y trovadores, parece
haber adquirido una importancia prominente que nunca imaginaron los más
celebrados eruditos, investigadores y teólogos de la historia. Así, el globo se
fue incorporando a los mitines políticos, a las manifestaciones públicas de
toda índole, e incluso a las ceremonias religiosas, llegando hasta a dar acto
de presencia dentro de los templos católicos. Nunca imaginamos muchos que en
ese “etc” de la definición académica entraban cosas tan ajenas y distantes, tan
serias e importantes. ¿O será quizás que en los actos religiosos de la iglesia
conciliar los globos aparecen incluidos sí como “juguete para los niños” y “decoración
en fiestas”? De igual modo, el globo omnipresente en los actos de algunos
partidos políticos y en las marchas “pro-vida”, parece dar una señal mediática
muy tranquilizadora: allí donde hay globos hay personas amistosas, simpáticas,
no agresivas, inofensivas, pacíficas. Personas que prefieren llevar globos y
remeritas de colores, antes que crucifijos y banderas de combate. Personas que
no quieren resultar chocantes, ni amenazantes, ni tenebrosas, sino positivas,
optimistas, dialogantes. Luego, con la suelta de globos, todo el ímpetu vehemente
que pudiera haber habido se libera para perderse donde sólo Dios sabe. El
viento se lleva el colorido globo con su aire. Nada queda. La fiesta se acaba.
Y el liberalismo logró su cometido: evitó que quienes debían ser confrontativos, militantes,
beligerantes, fueran lo que su causa exigía, dejando en cambio un tendal de comprometidos con una "fiesta" inofensiva, desplegando una anestesiada respuesta
al llamado al combate. Globitos de
colores que alegran las fiestas de los niños, pero tornan ridículo, inútil,
afeminado, todo atisbo de combate.
Las
siguientes fotografías están tomadas del sitio
oficial de la FSSPX en USA:
¿Tendrá esta foto algún significado simbólico que se
nos escapa, y por eso ha sido incluida allí? ¿Los tres globos representan tal
vez a la Santísima Trinidad? ¿Serán tal vez un saludo secreto a los tres obispos de la
Neo-FSSPX?