Fotografías del sitio del seminario de Winona. http://stas.org/en/giveaway
Pensamos que una vez más se ve
confirmado que no es arbitrario nuestro señalamiento de ciertos hechos, actos o
gestos que están ocurriendo dentro de la FSSPX y que muchos de los que
pertenecen a sus filas no perciben, o si lo hacen no advierten lo que
significan. Así, dentro de toda una serie extensa, lo señalado y llamativo en
nuestros artículos muy leídos como este,
este
y este
otro, se ve magnificado en la muy liberal FSSPX de los Estados Unidos. Ya
lo habíamos destacado acá. Mons. Fellay insiste en
que la única condición para ser aceptados por Roma modernista es que acepten a
la Fraternidad “como es”. No importa “cómo es” Roma, "cómo son" el Papa y los
Obispos, si son católicos o modernistas, de la Tradición o liberales. Lo único
importante es que la FSSPX sea aceptada “como es”. Pero, ¿cómo es?
Las muestras públicas de esa
identidad son cada vez más vergonzosas e impropias de lo que alguna vez la
Fraternidad fue con Mons. Lefebvre. La imagen que se da –y se quiere dar- a Roma
y al mundo se basa en el branding marquetinero, que infectó a través de la
política liberal de sus líderes al ambiente más dócil y menos celoso de la
congregación. Un clima de ligereza, juegos, chanzas, falsa simpatía y frivolidad que llegó
para quedarse. Mientras la situación empeora cada vez más en la Iglesia y en el
mundo, mientras los horrores de la apostasía y la blasfemia brotan de las
acciones y las palabras de Francisco, e incluso mientras algunos obispos y
sacerdotes conservadores levantan su voz contra la calamidad que baja desde
Roma, la FSSPX, que siendo lo que fue, debería estar con las armas de la fe en
la mano dando la más dura batalla, en oposición abierta a las herejías de los
modernistas, se muestra en cambio trivial, silenciosa, ambigua, blanda,
interesada y pendiente sobre todo de sí misma y su “crecimiento”.
Por lo que vemos se están formando “sacerdotitos”
que antes que verse preocupados del combate contra los enemigos de Dios,
parecen más interesados y atraídos por las cosas de este mundo. En el ambiente
norteamericano contaminado de liberalismo hasta el tuétano, la santidad se
compagina con el show mediático. El santo modelo parece ser “Bing Crosby” y,
hoy sobre todo, Mons. Fellay y su perenne sonrisa. Todo, por supuesto, excusado
por las donaciones requeridas para hacer mayor apostolado. Pero ¿cómo podrán
estos sacerdotes predicar después contra el lujo, la avaricia o la persecución
de lo superfluo, cuando se muestran atraídos como moscas por un lujoso
automóvil? ¿Es que la caridad no existe si no es a cambio de algún bien material
codiciable? ¿Obraron así los Apóstoles y los Santos? ¿Se exhibían posando cual modelos
publicitarios para financiar sus estudios de sacerdocio para luego predicar
contra aquello que les había permitido estudiar? ¿A qué clase de tentaciones
está exponiendo la Fraternidad a estos jóvenes? ¿Dónde está el evangélico amor
a la pobreza y el sacrificio? ¿O sólo se ha de predicar después de ordenados? Dice
San Ambrosio, en este artículo de los Santos Padres: “En nada deben ser
los Sacerdotes como el resto del pueblo, ni en los deseos y pensamientos, ni en
el modo de vivir, ni en las costumbres. La dignidad sacerdotal les obliga a
otra vida más seria, a otra gravedad y a otra piedad más sólida. A la verdad,
¿qué hallará el pueblo que observar y que imitar en el que no sobresalga en
virtud al común de las gentes? ¿Qué admirará en vosotros si solamente ve lo que
hay en él? Si no halla cosa en que le excedáis, o si le están dando en rostro,
en el que miraba como digno de su respeto, los mismos defectos que le
avergüenzan en sí mismo”.
¿Desde qué
lugar irán después a criticar a los modernistas y sus excesos mundanos, si están
haciendo lo mismo que ellos para mostrarse “artractivos” según el criterio del
mundo consumista? Afirma muy bien Sardá y Salvany en un reciente artículo: “Que
más noble y de mejores resultados para la verdad es la atracción verdadera que
ejerce ella sobre los espíritus presentada con su esplendor y varonil entereza,
por más que a los apocados espante o desaliente, que no esa otra atracción
mentirosa que se pretende ejercer sobre los adversarios, apocándola,
encogiéndola, mutilándola, disfrazándola. Vale sin duda más la de la
intransigencia viril y castiza, que la de la componenda femenina o afeminada”. Cabe preguntarse, ¿estos serán los
sacerdotes que predicarán y lucharán por el Reinado de Cristo? ¿De acá saldrán
los nuevos San Luis María de Montfort, San Ignacio de Loyola, San Juan María
Vianney o San Antonio María Claret? ¿O
están formando más bien diplomáticos como Monseñor Fellay, cultores del diálogo
con el enemigo, la paz a cualquier precio, incapaces de odiar el mal y que, como
dijo Gómez Dávila de los liberales, no soportan
sino “las verdades blandas”?
Desde España nos muestran en su revista esta
fotografía con una pose bastante inconveniente (por no decir indecorosa) para
una mujer junto al ahora sacerdote Jiménez.
Sacerdotes de la FSSPX en España. El primero desde
la izquierda es el responsable directo de la horrible nueva
capilla de Madrid.