Según
los sovietólogos -tuve la fortuna de contar con la generosa amistad del maestro
Alberto Falcionelli- de toda la runfla bolvechique el más vengativo era
Stalin, a quien le gustaba que lo llamasen “Koba”, un personaje de la
literatura georgiana émulo de Robin Hood. (Recomiendo la lectura de Koba
el temible de Martin Amis).
No
se sabe cuántas víctimas causó el terror estalinista, pero los estudiosos las
estiman en unas diez millones, por parte baja (Robert Conquest en El
gran terror afirma que fueron el doble). Pero Stalin era del jefe de
una banda sanguinaria y perversa, para quienes la venganza era una forma de
vida habitual: sin ella no se podía subsistir.
Lamento
escandalizar a los espíritus débiles si digo que Francisco se parece a “Koba”
por su afición a la venganza, experimentada por muchos sacerdotes y fieles que
padecieron su desastrosa actuación como Cardenal Primado y Arzobispo de Buenos
Aires. Como decimos los criollos, Bergoglio era de “los que perdonaban una”. Y
como Papa no ha cambiado. Me bastan tres ejemplos:
1)
La sañuda persecución a los Franciscanos y Franciscanas de la Inmaculada cuyo
único “delito” era la celebración de la liturgia tradicional.
2)
La remoción del Cardenal Burke, que pasó de ser
Prefecto del Tribunal Supremo de la Signatura Apostólica al cargo meramente
honorífico de Patrono de la Orden de Malta. El Cardenal era un firme
antiabortista y defensor de esos Franciscanos.
3)
El “golpe de estado” en Ciudad del Este contra monseñor Livieres, “criminal
de lesa humanidad” por tener un seminario con 200 vocaciones y permitir la
celebración de la Misa tridentina. (La inquina de Bergoglio contra Livieres es
de vieja data, porque el obispo acogió a un seminarista sancionado por el
director del seminario porteño de Villa Devoto, una cueva modernista)
(Ver http://pagina-catolica.blogspot.com.ar/ yhttp://fratresinunum.com/2012/01/02/a-mafia-argentina-do-cardeal-bergoglio/)
Desde
luego, el pobre monseñor Livieres ha quedado a merced de la jauría bergogliana
de cagatintas y está soportando infames acusaciones.
Seguramente
Francisco esté disfrutando con sus “hazañas”. Santo Tomás enseñaba que “gozarse
del mal de otro es odio, opuesto a la caridad con que debemos amar a todos los
hombres”. (Suma Teológica, II-II, cuestión 158).
Me
cuesta creer que Francisco tenga caridad alguna. Su “misericordina” es de
exclusivo consumo de la borregada.