Rorate
Coeli publica, «justo a tiempo para el Sínodo de la Familia», dos
primicias de la Argentina para el mundo. Tales, que a nuestra patria (bien
acompasadas ambas con un pontificado al menos impar) le han merecido los
sugestivos bíblicos títulos de sol de la Iglesia universal y ardiente
luz de las naciones. Se trata de dos sucesos ocurridos en el lapso de
sólo dos días, y que sugieren una síntesis que el Antiguo Testamento hubiese
retenido imposible: la de Sodoma con Jerusalén.
Ahí
están, arrasando con toda explicación, primero la "bendición" (que el
párroco se apuró en aclarar que no era boda) de una yunta de hombre y hombre,
uno de ellos transexual, asunto recientemente abordado aquí.
Fue en Santiago del Estero, tierra de proverbiales siestas, no exentas (por lo
que consta) de pesadillas. Ni faltó el pasaje de las bodas de Caná, leído y
glosado en la ocasión por el sacerdote, para mayor irrisión del sacramento del
matrimonio.
El
día previo, como en una película de absurdo y de terror todo en una, se había
celebrado el bautismo de la hija de una coyunda transexual en la ciudad
entrerriana de Victoria. Merced a la nueva legislación que permite la
"elección de género", el que nació varón ahora se llama Karen, y
aquella de la que el partero exclamó "¡niña!" hoy es Alexis, aunque
ambos mutantes volvieran momentáneamente al uso natural de sus respectivos
sexos para poder concebir y parir a su hija, que llamaron Génesis (justamente
en Génesis, 19 puede leerse el juicio de Dios sobre aquellas
ciudades abominables que quedaron sepultadas en azufre). En este caso, el
sacerdote se jactó de no haber sido criticado por ningún otro párroco. «Cada
uno pensará lo que quiera pero ante todo está el respeto. Siempre es bienvenido
un fiel más a la casa de Dios y él sólo puede juzgarnos», abundó.
No se sabe ya cuál de los agentes del caos resulta más eficaz: si los ideólogos (eclesiásticos incluidos), que actúan febrilmente desde cátedras episcopales y universitarias, editoriales, etc. O aquellos idiotas babeantes que, investidos de un sacerdocio que degradan con su sola presencia, capitulan ante todas las embestidas de los profanadores. Si la astucia de los malos o la exasperante lenidad de los babiecas.
Lo que sí arroja una respuesta -a esta altura casi obvia incluso en las más remotas latitudes católicas, debido a la proyección universal de aquella que era la causa local de tal quebranto- es lo que sugiere un tan lacónico como certero comentario con que concluye la noticia que citábamos al comenzar: podría ser útil, apenas con propósito de registro histórico, recordar quién estuvo mayormente a cargo de la Iglesia argentina durante la mayor parte de las dos pasadas décadas, responsable en diversos niveles de todos los nombramientos episcopales para la Argentina (excepto por un puñado de conservadores que fueron impuestos por Benedicto XVI ), dando con ello el tono para la Iglesia en su país.
NOTA: Apenas publicadas estas líneas, un diario local publica las impresiones del padre Joaquín Núnez, «que realiza su tarea pastoral en las villas de la ciudad [de Rosario]». De veras no podría expresarse mejor un programa tan deletéreo con más economía de palabras. Cuando el cura, de visita en la Santa Sede, le solicitó al Obispo de Roma poder aplicar "una mayor apertura en la administración sacramental", éste fue clarísimo: dale para adelante.
No se sabe ya cuál de los agentes del caos resulta más eficaz: si los ideólogos (eclesiásticos incluidos), que actúan febrilmente desde cátedras episcopales y universitarias, editoriales, etc. O aquellos idiotas babeantes que, investidos de un sacerdocio que degradan con su sola presencia, capitulan ante todas las embestidas de los profanadores. Si la astucia de los malos o la exasperante lenidad de los babiecas.
Lo que sí arroja una respuesta -a esta altura casi obvia incluso en las más remotas latitudes católicas, debido a la proyección universal de aquella que era la causa local de tal quebranto- es lo que sugiere un tan lacónico como certero comentario con que concluye la noticia que citábamos al comenzar: podría ser útil, apenas con propósito de registro histórico, recordar quién estuvo mayormente a cargo de la Iglesia argentina durante la mayor parte de las dos pasadas décadas, responsable en diversos niveles de todos los nombramientos episcopales para la Argentina (excepto por un puñado de conservadores que fueron impuestos por Benedicto XVI ), dando con ello el tono para la Iglesia en su país.
NOTA: Apenas publicadas estas líneas, un diario local publica las impresiones del padre Joaquín Núnez, «que realiza su tarea pastoral en las villas de la ciudad [de Rosario]». De veras no podría expresarse mejor un programa tan deletéreo con más economía de palabras. Cuando el cura, de visita en la Santa Sede, le solicitó al Obispo de Roma poder aplicar "una mayor apertura en la administración sacramental", éste fue clarísimo: dale para adelante.