El escritor y periodista católico Antonio
Socci, en un artículo de
17 de agosto, informa que el Carmelo de Coimbra ha publicado recientemente una
biografía de Sor Lucía de Fátima; obra que contiene "preciosos documentos
inéditos", entre ellos, el siguiente relato de una revelación hasta ahora
desconocida:
(...) hacia las 4 de la tarde del día 3 de
enero de 1944, en la capilla del convento, Lucía pide a Jesús hacerle conocer
su voluntad: (...) “he sentido el espíritu inundado por un misterio de
luz que es Dios y en Él he visto y oído: la punta de la lanza como llama que se
desprende, toca el eje de la Tierra. Ella se estremece: montañas, ciudades,
pueblos y aldeas con sus habitantes son sepultados. El mar, los ríos y las
nubes salen de sus límites, desbordándose, inundando y arrastrando en un
torbellino, casas y gentes en un número que no se puede contar, es la
purificación del mundo, por el pecado en el cual está inmerso. El odio, la
ambición, provocan la guerra destructora.
Después sentí en el palpitar acelerado del
corazón y en mi espíritu una voz suave que decía: ‘En el tiempo, una sola fe,
un solo bautismo, una sola Iglesia, Santa, Católica, Apostólica. En la
eternidad, ¡el Cielo!’
Es razonable pensar que esa "guerra
destructora" sea una en particular que tendrá lugar inmediatamente antes
de la profetizada catástrofe global. Quizá se trate de una guerra mundial o
europea que podría comenzar el año 2017 (leer estos documentos: 1, 2 y 3)
y que pudiera tener su origen en el conflicto que "el odio y la
ambición" de la apóstata Unión Europea, EE.UU. y los oscuros poderes
mundialistas han iniciado en Ucrania.
La descripción del futuro cataclismo es
congruente con el secreto de La
Salette y con diversos
pasajes bíblicos, como por ejemplo éstos:
El Señor se vestirá de su ira como de una
armadura, y se armará de la creación para castigar a sus enemigos; (...) se
hará una aguda lanza de su ira inflexible y el universo combatirá a su lado
contra los insensatos. Desde las nubes saldrán certeros relámpagos y rayos,
como de un arco bien templado, y volarán hacia el blanco; y con furor saldrá el
granizo disparado como piedras. Las olas del mar se embravecerán contra ellos y
los ríos inundarán impetuosamente la tierra; un torbellino poderoso se
levantará y los barrerá un huracán. Por su iniquidad convertirá toda la tierra
en un desierto y por su maldad caerán los tronos de los poderosos (Sabiduría 5, 18 - 23).
¿Y quién es el que entiende sus caminos? ¿Y
aquella horrorosa tormenta que jamás habrán visto ojos humanos? (Eclesiástico 16, 21).
Haré que los hombres sean más escasos que el
oro fino, y más raros que el oro de Ofir. Desconcertaré a más de esto el cielo,
y se moverá de sus quicios la tierra; por cuanto está airado el Señor de los
ejércitos, y porque es el día de su ira y de su furor (Isaías 13, 12 - 13).
Y la muchedumbre de aquellos que te aventarán,
será disipada como menudo polvo, y como una pavesa arrebatada del viento la
multitud de los que te han sojuzgado. Y será esto cosa repentina, y no
esperada. El Señor de los ejércitos la visitará a esta muchedumbre en medio de
truenos y de terremotos, y estruendo grande de torbellinos y tempestades, y de
llamas de un fuego devorador (Isaías 29, 5 - 6).
Venid acá, oh naciones, y escuchad: pueblos,
estad atentos: oiga la tierra y toda su población: el orbe todo y cuanto en él
vive. Porque la indignación del Señor va a descargar sobre todas las naciones,
y su furor sobre todos los ejércitos: los matará, y hará en ellos una
carnicería (Isaías
34, 1 - 2).
He aquí que se levantará el torbellino de la
indignación divina, y la tempestad, rompiendo la nube, descargará sobre la
cabeza de los impíos. No cesará la saña del Señor, hasta tanto que se haya
ejecutado y cumplido el decreto de su voluntad: en los últimos días es cuando
comprenderéis su designio (Isaías
23, 19 - 20).
Esto dice también el Señor de los ejércitos:
Sabed que la tribulación pasará de un pueblo a otro pueblo, y de la extremidad
de la tierra se alzará una espantosa tempestad. Y aquellos a quienes el Señor
matare ese día, quedarán tendidos por el suelo desde un cabo de la tierra basta
el otro: no serán plañidos, nadie los recogerá, ni les dará sepultura: yacerán
sobre la tierra como estiércol (Isaías 25, 32 - 33).
Pero he aquí que el torbellino del Señor, el
furor que está respirando, la inminente tempestad, todo descargará sobre la
cabeza de los impíos. No apaciguará el Señor el furor de su indignación,
hasta tanto que haya ejecutado y cumplido los designios de su corazón: al
fin de los tiempos entenderéis estas cosas (Isaías 30, 23 -24).
¡Ay, ay! qué día tan terrible es ese día que
llega. ¡Ay! cercano está el día del Señor, y vendrá como una espantosa tormenta
enviada del Todo Poderoso (Joel 1,
15).
Pues la tierra será inundada, al modo que la
mar está cubierta de aguas; a fin de que sea conocida la gloria del Señor (Habacuc 2, 14)
Yo quitaré de la tierra todo lo que hay en
ella; la talaré toda, dice el Señor: exterminaré de ella hombres y bestias:
exterminaré las aves del cielo, y los peces del mar; y perecerán los impíos; y
exterminaré de la tierra a los hombres, dice el Señor. Cerca está el día grande
del Señor: está cerca, y va llegando con suma velocidad: amargas voces serán
las que se oigan en el día del Señor: los poderosos se verán entonces en
apreturas. Día de ira aquel, día de tribulación y de congoja, día de calamidad
y de miseria, día de tinieblas y de oscuridad, día de nublados y de
tempestades, día del terrible sonido de la trompeta contra las ciudades
fuertes, y contra las altas torres. Yo atribularé á los hombres: los cuales
andarán como ciegos, porque han pecado contra el Señor: y su sangre será
esparcida como el polvo, y arrojados sus cadáveres como la basura. Y ni la
plata, ni el oro podrá librarlos en aquel día de la ira del Señor, cuyo
ardiente celo devorará toda la tierra; pues Él a toda prisa exterminará a cuantos
la habitan (Sofonías 1,
2 - 3; 14 - 18).
Porque el Señor en su justicia reducirá a un
corto número, el Señor hará una gran rebaja sobre la tierra (Romanos 9, 28).