Por Augusto TorchSon
Estamos asistiendo al suicidio de nuestra
civilización, habiéndose fomentado una generación egoísta que no quiere
esforzarse ni trabajar por un futuro mejor sino que solo se preocupa por
conseguir un lucro fácil e inmediato y que está apegada a los más terribles
vicios. Y así vemos a nuestros jóvenes, que en su inmensa mayoría, solo tiene
puestas sus esperanzas en la búsqueda del confort sin pensar en deberes
ni responsabilidades.
Todo esto sin mencionar los latentes conflictos
bélicos entre las grandes potencias mundiales, que teniendo en cuenta las armas
con la que cuentan, de desatarse, las consecuencias serían mucho más
devastadoras que las de anteriores guerras mundiales.
Entre estas políticas de reingeniería social
anticristiana que planean las elites financieras (judeo-masónicas) para reducir
masivamente la población, es clave la promoción del hedonismo, que, en la
búsqueda egoísta del placer, promueve la supresión de todo lo que pueda ser un
obstáculo para el festín de los sentidos, como pueden ser los hijos o los
ancianos, y así hoy, la eutanasia y el aborto están legalizados prácticamente
en el mundo entero.
Pero existe una forma mucho más perversa de control de
la natalidad, una mucho más bestial ya que atenta contra el orden natural
mismo, una que las Sagradas Escrituras condenan explícitamente por lo menos 15
veces y que las menciona como “abominable a los ojos de Yavé” (Deut
XXIII, 17); y es la homosexualidad.
Y es aquí donde resulta claro signo de los tiempos, la
propuesta nueva de espiritualidad masónica del Vaticano de Francisco. En donde
los pecados son únicamente sociales y donde las más graves ofensas contra Dios
como es el pecado que mencionamos; no solo decretó Bergoglio su incompetencia
para juzgarlo, sino que, como veremos, cuentan con una sutil promoción de su
parte.
En ese sentido vamos a centrarnos en la visita del 21
de marzo pasado de Francisco a la asociación antimafia “Libera” fundada
por el sacerdote Don Luigi Ciotti, a quién es preciso conocer para entender la
trascendencia de este acto.
Don Luigi Ciotti es conocido como activista antimafia
y por los derechos civiles y democráticos y en ese sentido sostuvo en una
entrevista sobre el tema de la homosexualidad que: “Un obispo puede
ser muy bueno y ser gay… en esto no hay diferencia entre ser gay o heterosexuales” (aquí),
agregando también respecto a las uniones homosexuales que “matrimonio
no, pero los derechos civiles deben ser para todos”.
Este mismo sacerdote fue uno de los oradores en el
funeral del sacerdote comunista y pro gay Don Andrea Gallo.
Recordemos que en la terrible y profana misa de
réquiem de tan dañino personaje, pudimos observar no sin inmenso estupor, como
el Presidente de la Conferencia Episcopal Italiana, Cardenal Angelo Bagnasco le
dio la comunión a un travesti muy conocido en Italia por ser el primer diputado
electo con esa condición, Vladimir “Luxuria” como se hace llamar, entre otros
sodomitas travestidos.
En dicha profanación litúrgica, además de esas
terribles imágenes antes descritas, también se vio a sacerdotes vistiendo
estolas gay y al ataúd del marxistoide sacerdote que estaba cubierto por una
bandera de esa comunidad.
En una misa en honor a Don Gallo, Ciotti cantó el
himno comunista “Bella Ciao” en la misma iglesia, como podemos
observar en el video del portal Repubblica.it.
Don Ciotti es además uno de los adherentes a las
marchas del “orgullo gay” de Italia (aquí).
Teniendo en cuenta estos antecedentes, en la visita de
Francisco a que inicialmente hicimos mención, este oscuro personaje recibió al
obispo de Roma con un abrazo poco respetuoso de la investidura del primero para
luego tomarlo poco masculinamente de la mano e ir caminando desde la puerta del
auto hasta el interior de la Iglesia de esa escandalosa forma.
En dicha oportunidad Francisco se dirigió a los
mafiosos diciéndoles: "Estáis a tiempo de convertiros para no
terminar en el infierno, que es lo que os espera si seguís por este camino”. Sin
embargo nos gustaría que también manifieste que corren igual riesgo y sean
advertidos quienes cometen los pecados escandalosamente promovidos por el
sacerdote al que fue a apoyar tan cariñosamente Francisco.
Si consideramos aisladamente los hechos podemos
concluir que esta escena fue un simple acto de mal gusto; pero no podemos dejar
de mencionar el famoso ¿Quién soy yo para juzgar un gay? de
Francisco, así como el nombramiento en el banco Vaticano de monseñor Ricca con
escandalosos antecedentes de comportamiento homosexual en Uruguay, publicados
por el prestigioso vaticanista Sandro Magister (aquí).
Cabe recordar que Francisco primero dijo desconocer
los antecedentes de Ricca para luego confirmarlo en dicha posición en el IOR.
También es dable mencionar la cercanía y protección
del cardenal Bergoglio al obispo Maccarone, que tuvo que dejar su puesto como
obispo de Santiago del Estero por haber sido filmando siendo sodomizado por un
taxista (aquí), y
que como premio fue asignado como profesor emérito de la Pontificia Universidad
Católica Argentina UCA, a pesar de que contravenir expresamente el estatuto de
dicha institución que exige “integridad de vida” en sus docentes (aquí).
No sin insultos se nos critica frecuentemente el hacer
públicas estas transgresiones de Francisco.
Contestamos con palabras de uno de nuestros grandes
referentes católicos y nacionalistas, el Padre Alberto Ezcurra, que al
referirse al amor a la Iglesia y a la Patria decía que: “(dicho amor)
no es una complacencia superficial en aquellas cosas que nos gustan, es un amor
que quiere corregir. Amar es querer el bien del otro y a veces el amor de la
Patria como el amor de la Iglesia es como el amor de la madre enferma, es como
el amor de una hermana prostituida, es como el amor de un amigo que anda por el
mal camino, es un amor que está pidiendo la corrección, el cambio”.
Y nos dolemos de la situación de la Iglesia
toda, y queremos y rezamos porque quienes hoy la dirigen rectifiquen su
orientación. Pero pueril sería nuestra pretensión si no viésemos lo que está
dañándola profundamente.
Por eso reiteramos las palabras de San
Hilario ante el arrianismo que dominaba la Iglesia diciendo: "Es
tiempo de hablar, porque el tiempo de callar ha pasado" . Y
si no lo hubieran hecho, a pesar de las persecuciones y excomuniones, no se
hubiera vencido la herejía que se había oficializado en la Santa Madre Iglesia.