Algunos
podrían decir que con garantías suficientemente fuertes acordadas por Roma a
los tradicionalistas, un acuerdo podría contemplarse. Independientemente del
hecho que Roma quisiera dar estas garantías o no, si existieran ¿serían
posibles? Esto es lo que trataremos de responder en este análisis.
1.- Un
acuerdo, y a fortiori un reconocimiento entre Roma y los tradicionalistas,
implica necesariamente de ellos reconocer que la jerarquía modernista detenta
una autoridad legítima,
-Si
no, los tradicionalistas se considerarían los iguales de las autoridades con
las cuales discuten, lo que es una posición en sí cismática.
-Si
sí, esto implica un deber de obediencia.
-Nota
Bene. Si no hay acuerdo, los tradicionalistas pueden reconocer el principio de
la autoridad manteniendo su deber de “desobediencia”, pues ellos se apoyan en
lo que es superior a toda autoridad, incluso romana: la verdad infalible e
intangible de la Iglesia.
2.- Esta
autoridad tiene una prioridad de naturaleza sobre el acuerdo o el
reconocimiento, comprendiendo las garantías acordadas, pues están fundadas en
ella.
-Por
consecuencia, la obediencia debida a esta autoridad tiene igualmente una
prioridad de naturaleza sobre el acuerdo y las garantías,
-es
decir que una vez que haya acuerdo, incluso provisto de garantías, solo se
mantiene mientras las autoridades lo quieren, y los tradicionalistas se
comprometen a que esto sea así. Igualmente por las eventuales garantías
acordadas.
-Todo
cuestionamiento del acuerdo se convertiría en una desobediencia y podría serles
reclamado como tal.
3.-
Es evidente que desde que las autoridades hacen concesiones, incluso provistas
de garantías, no puede ser más que en puntos secundarios y no aquellos que las
autoridades consideran como su razón de ser,
-
a menos que se trate de un acuerdo de embusteros, pero todo acuerdo de
embusteros está por naturaleza sujeto a los embustes inversos, frecuentemente
nulo y frecuentemente deshonroso, sobre todo cuando un inferior engaña a un
superior.
-Por
lo tanto, entre más concesiones hagan las autoridades, más significa que lo que
ellas se reservaron es para ellas esencial.
-Entonces
todo desacuerdo o rechazo del inferior es una insumisión.
Por
lo tanto, entre más concesiones han hecho las autoridades, más será considerada
una insumisión grave el desacuerdo o el rechazo del inferior sobre lo que se ha
reservado la autoridad, contrariamente a lo que pudiera creerse.
4.- Es
por eso que la autoridad no puede transigir, porque es la razón de ser, son los
principios. Y el principio de los modernistas es la evolución del dogma y la pluralidad.
Por
lo tanto, todo acuerdo de los tradicionalistas con los modernistas pone, por
naturaleza e independientemente del contenido del acuerdo, a las autoridades en
la necesidad de obedecer cuando los modernistas los quieran en la pluralidad y
en el nuevo dogma.
5.-Para
escapar de esto, no será suficiente cuestionar el acuerdo, sino que será
necesario recusar a la misma autoridad o remontarse a los principios.
-Para
los tradicionalistas, este cuestionamiento es muy difícil y sicológicamente
casi imposible.
-En
cuanto a los modernistas, ellos tendrán el pretexto para detonar todas las
sanciones respecto a lo que está en juego, por lo tanto serán las más graves.
Dios sabe que estas sanciones no faltan: excomuniones, ataques en los medios de
comunicación, calumnias, persecuciones civiles, administrativas y penales al
modo revolucionario, y esto no es bueno, y será mucho menos bueno que los
tradicionalistas figurarán como los oponentes sectarios a un régimen legítimo.
El
único acuerdo posible es el acuerdo sobre los principios, sobre la fe, es
decir, la conversión de Roma modernista, su retorno a la fe católica.