“Y todos,
los unos para con los otros, revestíos de la humildad, porque ‘Dios resiste a
los soberbios, pero a los humildes da gracia’. Humillaos por tanto bajo la
poderosa mano de Dios, para que Él os ensalce a su tiempo. ‘Descargad sobre Él
todas vuestras preocupaciones, porque Él mismo se preocupa de vosotros’. Sed
sobrios y estad en vela: vuestro adversario el diablo ronda, como un león
rugiente, buscando a quién devorar. Resistidle, firmes en la fe, sabiendo que
los mismos padecimientos sufren vuestros hermanos en el mundo. El Dios de toda
gracia, que os ha llamado a su eterna gloria en Cristo, después de un breve
tiempo de tribulación, Él mismo os hará aptos, firmes, fuertes e inconmovibles.
A Él sea el poder por los siglos de los siglos. Amén.”
Primera
Carta de San Pedro, V, 5-11.