La
palabra divina sacó de la nada todas las cosas. La palabra divina de Jesucristo
restauró todas las cosas. Jesucristo dijo a los Apóstoles: Euntes in mundum universum, praedicate evangelium omni creaturae.
San Pablo dijo a su discípulo Timoteo: Praedica
Verbum. La sociedad no perece por otra cosa sino porque ha retirado a la
Iglesia su palabra, que es palabra de vida, palabra de Dios. Las sociedades
están desfallecidas y hambrientas desde que no reciben el pan cotidiano de la
palabra de Dios. Todo propósito de salvación será estéril si no se restaura en
toda su plenitud la gran palabra católica.
El
derecho de hablar y de enseñar a las gentes, que la Iglesia recibió del mismo
Dios en las personas de los apóstoles, ha sido usurpado por una turba de
periodistas obscuros y de ignorantísimos charlatanes.
El
ministerio de la palabra, que es, al mismo tiempo, el más augusto y el más
invencible de todos, como que por él fue conquistada la tierra, ha venido a
convertirse en todas partes, de ministerio de salvación, en ministerio
abominable de ruina. Y así como nada ni nadie pudo contener sus triunfos en los
tiempos apostólicos, nada ni nadie podrá contener hoy sus estragos si no se
procura hacer frente por medio de la predicación de los Sacerdotes y de grande
abundancia de libros buenos y otros escritos santos y saludables.
¡Oh
Dios mío!, os doy palabra que lo haré. Predicaré, escribiré y haré circular
libros buenos y hojas volantes en abundancia a fin de ahogar el mal con la
abundancia del bien”.
San Antonio María
Claret, Autobiografía