Monseñor “Pero”.
Visto y considerando el presente de la FSSPX,
podemos afirmar que la de aprender a reconocer a aquellos que entre la grey
católica llevan en sí el germen liberal es una asignatura desaprobada por la
gran mayoría de quienes pertenecen a sus filas. De otro modo no podría haber
avanzado hasta donde llegó la facción liberal o acuerdista que hoy sigue
pidiendo la tolerancia o "reconocimiento" a los modernistas romanos. Que a estas alturas
experimentados sacerdotes sean incapaces de reconocer, tras siete horas de
escuchar una conferencia o leer multitud de cartas y escritos, a un Superior
General que es un liberal, habla a las claras de una falta de vigilancia
gravísima, ya sea por falta de formación, por exceso de confianza, por
desinterés o por falta de amor a la verdad y una obediencia muy mal entendida.
Negligencia que hoy lleva comprometida la existencia misma de la congregación,
al parecer condenada a su total hundimiento. Lo cierto es que ese espíritu
liberal, que muchas veces aparece muy sutilmente, no lleva en sí una tarjeta de
presentación, pero sí deja ver la hebra de su disfraz o el olor de su
podredumbre. Es grave responsabilidad de los sacerdotes formarse al respecto y
mantener despierto al rebaño de Cristo que apacienta.
Inmutable como el vaivén de las mareas, el
doble lenguaje de Mons. Fellay vuelve en cada nueva carta, entrevista o sermón,
a descolocar a los incautos mientras confirma a quienes ya conocen su juego
liberal el descaro con que pretende urdir un rechazo tradicional al modernismo,
cuando ayer nomás execraba a los que osaban condenar a éste con absoluta
firmeza.
Esta estrategia conciliadora con Roma
requiere una táctica Semi-acuerdista que se sustenta en un estilo de
comunicación, cada vez más dirigido unívocamente desde Menzingen para que no
haya un disenso en la forma y en el fondo del mensaje. El Padre Félix Sardá y
Salvany ha hablado mucho y bien acerca de esto, y con él nos vamos a ayudar
para ver más en detalle cómo descubrir a estos perniciosísimos enemigos de la
verdad.
Explica en su indispensable “El liberalismo es pecado” el Padre Sardá
y Salvany, que “todo error claramente
formulado en la sociedad cristiana tuvo en torno de sí otra como atmósfera del
mismo error, pero menos denso y más tenue y mitigado. El Arrianismo tuvo su
Semi-arrianismo; el Pelagianismo su Semi-pelagianismo; el Luteranismo feroz su
Jansenismo, que no fue más que un Luteranismo moderado. Así, en la época
presente el Liberalismo radical tiene en torno de sí su correspondiente
Semi-liberalismo” (Cap. VIII).
Del mismo modo y en nuestros días, así como
ha habido un Acuerdismo con la Roma modernista de parte de Campos y otros
grupos de la tradición (algunos desprendimientos de la misma FSSPX) que se
movieron con total determinación hacia la iglesia conciliar, existe un
Semi-acuerdismo o Acuerdismo mitigado, que hoy bajo el nombre de
“Reconocimiento” es llevado adelante por la actual FSSPX. Esto ha debido ser
así de tortuoso y ambiguo debido a la tenaz resistencia interna que este
movimiento acuerdista ha encontrado en la congregación. Mons. Fellay y sus
adláteres saben que no pueden ser totalmente abiertos y frontales en la
admisión de su Acuerdismo (llamamos Acuerdismo al deseo de reintegrar la FSSPX
dentro de la actual estructura de la Iglesia oficial o iglesia conciliar sin
que ésta haya abjurado del modernismo y regresado a la Tradición, contra el
deseo y final determinación del fundador de la congregación Mons. Lefebvre).
Es este el Acuerdismo “para el uso de los que no consienten todavía en dejar de parecer o
creerse” de la Tradición. Es el liberalismo de quien desea pertenecer a
ambos mundos inconciliables: la Tradición católica y la iglesia modernista. Por
eso su discurso alterna las citas de los papas católicos preconciliares, con la
condena a quienes “hacen de los
documentos del Vaticano II super herejías”.
“Es el liberalismo
–dice Sardá y Salvany-, triste crepúsculo
de la verdad que empieza a obscurecerse en el entendimiento, o de la herejía
que no ha llegado aún a tomar completa posesión de él”.
Como si estuviese viendo lo que pasa hoy con
la nueva FSSPX, afirma este autor que “en
efecto, suelen ser católicos liberales los católicos que van dejando de ser
firmes católicos”. Y esto ocurre aunque las apariencias se mantengan. Este
ingeniosísimo y sutil medio que usa el Diablo, como enseña aquel gran autor
antiliberal, es “permitir que los tales
tengan todavía un pie en el terreno de la verdad, a condición de que el otro
pie lo tengan ya completamente en el campo opuesto. Así evitan el saludable
horror del remordimiento los todavía no encallecidos de conciencia; así,
además, se libran de los compromisos que trae siempre toda resolución decisiva
los espíritus apocados y vacilantes, que son los más; así logran los
aprovechados figurar, según les conviene, un rato en cada campo, haciendo por aparecer
en ambos como amigos y afiliados; así puede, finalmente, el hombre dar como un
paliativo oficial y reconocido a la mayor parte de sus miserias, debilidades e
inconsecuencias” (Ibid.).
Lo que ha venido a ocurrir con estos
acuerdistas disimulados o mitigados es que ya no tienen horror y asco por las
herejías, por el contrario, toda definición firme, chocante y afrentosa para
con los herejes les produce incomodidad y rechazo, como si eso fuera una falta
a la caridad. Por eso si por un lado Mons. Fellay en su última Carta a los amigos y benefactores hace
afirmaciones contra el modernismo del Vaticano II, anteriormente fue capaz de
decir con la misma determinación que “no
hay que hacer de los errores del concilio súper herejías” (Carta a los tres
obispos). Lejos de los tradi-liberales o semi-acuerdistas el odio a la herejía
que los haga reaccionar con el gesto viril correspondiente. Una moderación
imprudente es su carta de presentación. El diálogo con los enemigos y la
aceptación a discutir lo que no se debe, su modo de afirmar su iluso
“optimismo”.
Muy lejos de ellos han dejado sentencias como
las de Sardá y Salvany: “¡Horror, pues, a
la herejía, que es el mal sobre todo mal! En país apestado lo primero que se
procura es aislar. ¡Quién nos diese hoy poder establecer cordón sanitario
absoluto entre católicos y sectarios del liberalismo!” (Ibid., Cap. XIX).
Ese cordón sanitario fue roto con el levantamiento de las “excomuniones” por
parte de Roma, y el correspondiente movimiento dialoguista por parte de la FSSPX.
Alguna vez, y antes de que ocurriera, el mismo Mons. Fellay admitió la ventaja
que ante los enemigos tenían las falsas “excomuniones”. Luego vino todo lo que
ya sabemos, con Mons. Fellay como el abanderado de la sonriente “pax romana” y
condenando la “excesiva rigidez
reprensible” de algunos de sus sacerdotes.
Pero dijimos que hace falta reconocer a un
católico liberal, y para eso cabe distinguir algunas de sus señas particulares,
las cuales no vendrán simplemente indicadas por su solo aspecto exterior, sino
más bien por su discurso y su comportamiento. En otro escrito, titulado “Los malos periódicos”, el P. Sardá y
Salvany hace un análisis pormenorizado del “periódico liberal hipócrita hábil”,
que muy bien le cabe a los liberales que estamos analizando dentro de la FSSPX,
y en particular a Mons. Fellay y su discurso. Quien analice sus conferencias,
entrevistas y sermones atentamente se
dará cuenta de ello.
Dice aquel gran autor (y subrayamos nosotros): “La máscara del periódico hipócrita hábil suele ser en primer lugar la
moderación. Vean Vds.: es moderado, templado y comedido hasta en la defensa
de su fe atacada con frenesí y furor por sus enemigos. En el asalto de una
combatida fortaleza él no se pondría de parte de los sitiadores, no, mas se
limitaría a recomendar la calma, la moderación y la templanza a los combatidos.
A los primeros no les vituperaría la fiereza del ataque; ¿por ventura no están
en su derecho legal? Pero a los defensores les tacharía de execrable sinrazón
el vigor de la defensa. (…)
El tipo que estoy sacando a la
vergüenza suele tener, en segundo lugar, una palabrita que es la clave de
todas sus operaciones y el secreto de todos sus equilibrios en la cuerda floja.
Esta palabra dulce, blanda, acomodaticia, es la gran palabra de hoy, la
gran palabra del siglo, la palabra compendio de todo el sistema filosófico de
ciertas gentes. Esta palabra no es nombre, ni es verbo; es una simple
conjunción, que ningún gramático reaccionario hubiese soñado llegase a tener
con el tiempo tal importancia. Esta palabra mágica es el pero. Un pero, soltado a tiempo y con habilidad, es el admirable
comodín con que se sale de todos los apuros y se contenta a todo el mundo. Con
él se puede hacer, no como Jano, cara a dos, sino cara a ciento, como no
imaginó jamás la mitología. Con un buen pero
se unen cosas al parecer
perpetuamente irreconciliables, como son el espíritu católico y el espíritu
revolucionario, el amor a la Iglesia y el entusiasmo por sus opresores, etc. Se puede decir, como se decía no ha mucho: El
Papa está en su derecho de convocar el Concilio, pero
no conoce que los
tiempos no están para eso. Lo de Víctor Manuel es una villanía, pero el Non possumus del Papa es una
terquedad. La Iglesia ha sido la gran civilizadora del mundo, pero en el siglo actual no debiera oponerse a la corriente de las ideas. La
unidad católica es gran bien, pero
no por eso queremos la
intolerancia. ¿Quién no ha leído estas y otras frases por el estilo? ¿Quién no
conoce a alguno o algunos de estos periódicos sabios, que se erigen en intermediarios y amigables componedores
entre la Iglesia y Satanás, dando lecciones al uno y otro, y lamentando
melodramáticamente que por no seguir sus prudentes
consejos se perjudique a la causa de la fe, que ellos indudablemente
defenderían mejor que los mismos encargados de defenderla? ¿Qué es un
catolicismo con peros sino un catolicismo que es un catolicismo
mutilado, sino un catolicismo falso? ¡Maldito pero, gran encubridor de
traiciones y apostasías!” (“Los malos periódicos”, artículos
publicados en “Propaganda católica”, T. II).
Sí, amable lector, allí está la marca que deja a su paso tras largas,
larguísimas disertaciones en los principales idiomas del mundo, Monseñor
Fellay. Allí está su truco para anestesiar a los incautos o indolentes oyentes,
aunque su habilidad está en no siempre articular la palabreja y su sentido sino
después de variaciones distractivas ya sea mediante anécdotas o datos
estadísticos que vuelven más farragoso y disperso su discurso. A veces no hace
falta que use la palabra, sino solamente su sentido de otra forma. A veces
puede decirse “sin embargo” o algo semejante. Lo importante es que tal sirva de
nexo para unir cosas inconciliables, principios o actores contradictorios que
por una hábil retórica se logra unir y conciliar. Veamos:
“Humanamente hablando, dudamos de que la jerarquía
actual esté dispuesta a ello*. Pero una serie de indicaciones muy graves nos
obligan a pensar que, no obstante, el Papa Benedicto XVI estaría listo para
ello” (Cor unum 101, marzo
2012).
*”Que se le conceda a la Fraternidad una verdadera libertad y autonomía de
acción, y que éstas le permitan vivir y desarrollarse concretamente”
“Así pues, hemos recibido una propuesta que trataba
de hacernos entrar en el sistema de la hermenéutica de la continuidad. Ésta
afirma que el Concilio está y debe estar en perfecta armonía con la enseñanza
de la Iglesia a través de todos los tiempos (…) Por primera vez el 1º de
diciembre, y por segunda vez el 12 de enero, comunicamos a Roma la
imposibilidad en que nos encontramos de firmar un documento que contiene tales
ambigüedades. (Pero) Con el fin de no
cortar todos los contactos, hemos propuesto una alternativa, inspirados en un
pensamiento que Monseñor Lefebvre dirigió al Cardenal Gagnon en 1987: aceptamos
ser reconocidos TAL COMO SOMOS. Es importante no dejar de tener relaciones y
mantener la puerta abierta, incluso si nada nos permite pensar que la
Congregación para la Doctrina de la Fe estaría de acuerdo en abordar, así sea
de lejos, una tal perspectiva.” Cor
unum 101, marzo 2012).
“Si
aceptamos que la Divina Providencia conduce los asuntos de los hombres,
respetando su libertad, entonces hay que aceptar que los gestos de estos
últimos años a nuestro favor están bajo Su gobierno. Estos indican una línea
–no siempre recta- pero claramente a favor de la tradición” (Carta
a los tres obispos, 14 de
abril de 2012).
“Por el bien común de
la Fraternidad, preferiríamos de lejos la solución actual de status quo
intermedio, pero evidentemente Roma ya no lo tolera.” (Carta a los tres obispos, 14 de abril de 2012).
“La Iglesia sufre de los mismos males, las consecuencias son todavía más
graves y manifiestas que en aquel entonces, pero al mismo tiempo se
puede constatar un cambio de actitud en la Iglesia, ayudado por las acciones y
los gestos de Benedicto XVI hacia la Tradición. (Carta a los tres obispos, 14 de abril de 2012).
“Así, por ejemplo, respecto al Concilio,
podemos decir que hay que rechazar prácticamente todo. Sin embargo, de
otra parte, podemos decir igualmente que hay que intentar salvar lo que podría serlo. Con
todo, no todos podremos decir siempre la misma cosa. El Concilio es una mezcla:
hay bueno y malo”. (Entrevista concedida en Menzingen el 31 de
julio de 2012, Agencia italiana Apcom).
“¡Todavía no
estamos de acuerdo doctrinalmente, y sin embargo el Papa quiere
reconocernos! ¿Por qué? La respuesta es ésta: hay problemas tremendamente
importantes en la Iglesia de hoy. Debemos hacer frente a estos problemas.
Debemos dejar de lado los problemas secundarios y hacer frente a problemas
mayores. Esta es la respuesta de tal o cual prelado romano, pero no lo dirán
jamás abiertamente; hay que leer entre líneas para entender”. (Entrevista a Mons. Fellay del 6 de junio 2012, DICI)
“Las autoridades
oficiales no quieren reconocer los errores del Concilio. Ellas no lo dirán
nunca de manera explícita. Sin embargo, si leemos entre líneas, se puede
ver que quieren remediar a algunos de estos errores”. (Entrevista a Mons. Fellay del 6 de junio 2012, DICI)
“Por supuesto, esto
no elimina todos los problemas, y todavía hay graves dificultades en la
Iglesia: el ecumenismo, Asís, la libertad religiosa… pero el contexto
está cambiando; y no sólo el contexto sino la situación misma…” (Entrevista a Mons. Fellay del 6 de junio 2012, DICI)
“Por supuesto que
lo mejor sería que Roma renunciara a los errores conciliares, regresara a la
Tradición y únicamente después, sobre esta base, la Fraternidad obtuviera
automáticamente un estatus canónico regularizado en la Iglesia. Sin embargo,
la realidad nos incita a no hacer depender un eventual acuerdo de una gran
autocrítica de Roma, sino de una atribución de garantías reales que Roma, tal
cual ella es, permitiera a la Fraternidad permanecer tal como es”. (Mons. de Galarreta,
entrevista en Polonia, 7 abril 2013).
“Porque es imposible que a la mayoría de los
Superiores de la Fraternidad –después de una discusión franca, un análisis de fondo
de todos los aspectos, de todos los pormenores-, es impensable que la mayoría
se equivoque en una materia prudencial. (Pero) Y si, por casualidad, lo imposible sucede, entonces
que así sea, de todos modos, vamos a hacer lo que la mayoría piensa”. (Mons. de
Galarreta, sermón en Villepreux, 13 de octubre de 2012).
“Nos alegramos y agradecimos ese decreto,
precisamente en cuanto nos quita ese estigma, en cuanto nos quita ese estigma,
en cuanto quita esa condenación a lo que representamos, que es la verdadera
Tradición católica, que es la verdadera Fe católica. Y ese primer aspecto
allana el camino para que podamos discutir sobre doctrina, sobre Fe, con esta
Roma” (…) (Pero) Ahora, que nos alegremos de eso no quiere
decir que el decreto en sí mismo nos parezca bueno. Es evidente que ese
decreto no responde ni a la realidad, ni a la verdad, ni a la justicia”
(Mons. De Galarreta, Sermón en el Seminario de La Reja, 15 de enero de 2009.
Nótese que ¡se alegra de discutir de doctrina con alguien que emite un decreto
al que él mismo califica de irreal, injusto y mentiroso! ¿Qué confianza o qué
podía esperar de esa gente? En este caso, se concilian dos cosas opuestas por
un motivo de “caridad” que excluye la verdad).
“Estos acontecimientos sugirieron a
Monseñor Fellay dejar de lado el principio que guio las negociaciones con Roma.
Este principio era: “ninguna solución práctica sin acuerdo doctrinal”. Pero
los acontecimientos pasados probaron que las diferencias relativas a la
cuestión doctrinal no pueden ser resueltas. El papa quiere una solución
canónica para la FSSPX… Si la Fraternidad rechaza un acuerdo, incluso en estas
circunstancias, el resultado podría ser nuevas excomuniones". (Conferencia
del padre Niklaus Pfluger, en Hattersheim, el 29 de abril de 2012)
Estas no son
textuales pero sintetizan lo que se nos ha venido diciendo en montones de
discursos o sermones de los superiores y sacerdotes:
-Las excomuniones
son inexistentes, pero si las levantan lo aceptamos y agradecemos porque
así podremos extender nuestro apostolado.
-El motu proprio
Summorum Pontificum declara que el modo ordinario del rito romano es el Novus
Ordo. Pero lo aceptamos y agradecemos porque también da lugar a que se
pueda rezar libremente la Misa tradicional.
-Las discusiones
doctrinales no llevaron a ningún acuerdo. Pero Roma igualmente quiere
ofrecernos algo así que debemos escucharlos.
-El Papa no nos dio
ni el acuse de recibo de nuestros ramilletes de rosarios. Las discusiones
doctrinales fueron como si no hubiesen sido. Siguen los efectos del Vaticano
II. Pero el clima cambió y tenemos amigos en Roma, por lo tanto tenemos
que cambiar nuestra actitud para con ésta.
-En Roma sigue el
modernismo, incluso peor que antes con Francisco. Pero si el Papa quiere
reconocernos como somos ¿cómo no aceptarlo?
La táctica es
siempre la misma: avanzar con afirmaciones católicamente impecables, citando a
veces a Mons. Lefebvre, para en un momento dar un paso atrás poniendo el
énfasis en algo que no es doctrinal, haciendo ver que tal posibilidad entrevista
sería un gran bien para la Fraternidad. Mons. Fellay se seguirá valiendo de
vaguedades, incertidumbres y palabras “pías” para enhebrar sus discursos donde
subyace la misma idea de siempre, cada vez más lejos de las afirmaciones claras
de los varones católicos que nos precedieron, esparciendo sus convenientes nebulosidades
ante la obsecuente tribuna de descuidados hombres de Dios que ya no parecen
reconocer y distinguir el lenguaje coherente de la verdad, que no lleva en sí
contradicción alguna. Dios quiera que abreven más en los escritos antiliberales
de aquellos cuyo ejemplo debemos seguir. El fundador de la FSSPX por la que
dicen luchar, por ejemplo.
Nota:
En su
exposición dada en el curso del “Premier Symposium de Paris” acerca de la
religión del Vaticano II, realizada los días 4-5-6 de octubre de 2002, el Padre
Paolo Pasqualucci, de la FSSPX, se refirió, al dar las hipótesis de trabajo
para una tipología de los errores del Vaticano II, al uso de los adversativos.
Dice así:
“El uso de la
partícula pero (mais, en francés)
para renegar de facto de verdades
fundamentales. La cosa ha sido revelada por Amerio, que relata declaraciones
del período post-conciliar.: “El fundamento de la vida religiosa no es puesto
en cuestión, pero su estilo de
realización”; “la clausura debe ser mantenida, pero ella debe ser adaptada según las condiciones de los tiempos y
de los lugares, etc.” (ver Iota Unum,
cap. V, par. 50). Esta “fórmula del pero” –continúa Amerio- se la encuentra a
menudo en las intervenciones de los padres en el Concilio; remarquemos que en
esas intervenciones “la aserción introducida con el pero destruye la aserción principal”. Según nosotros, habría que
controlar todos los debates conciliares (y todos los textos del Concilio
también) para reconstituir el rol eventualmente jugado por el pero y por construcciones adversativas
similares”.
(« La religión de Vatican II », Editions des Cercles de Tradition
de Paris, 2003, pp. 34-35).