“A la idolatría del dinero, que
endurece los corazones y levanta odios y conflictos, el religioso, por el voto
de pobreza, opone el ejemplo del total desasimiento y despojo voluntario.
Ante el deseo insaciable de placeres
que esclavizan, con el voto de castidad pregona que es posible dominar los
sentidos, y mueve con su ejemplo a que se sometan los hogares a las sagradas
leyes del matrimonio.
Ante el espíritu de independencia y
emancipación que sueña con destruir toda autoridad y no quiere reconocer traba
alguna, con el voto de obediencia ofrece el ejemplo de sumisión que, lejos de
envilecer, ennoblece, puesto que únicamente se rinde ante Dios.
De este modo los religiosos, al
vencer con sus votos el materialismo, salvan al mundo, al mismo tiempo que las
almas; atraen a los hombres hacia la práctica de las virtudes cristianas: hacen
más de lo debido, para que los otros se animen a hacer lo imprescindible, y
además, expían por los pecados de las naciones. ¡Cómo yerra el mundo en sus
juicios cuando cree que en las casas religiosas, particularmente en los
conventos contemplativos, quedan sepultadas tantas vidas sin utilidad para el
bien común!”.
Vida religiosa, P. Royo Marín, O. P.