“Nadie debería
dedicarse tan intensamente a la contemplación como para no preocuparse más de
las necesidades del prójimo; ni darse tanto a la actividad hasta el punto de no
tener más tiempo para la contemplación de Dios. El amor de la verdad busca el
santo reposo, mientras la fuerza irresistible del amor pide la necesaria
actividad. La alegría de aprender, sin embargo, nunca debería ser abandonada
del todo”.
San Agustín – La ciudad de Dios 19, 19.