Es curioso cómo esto
que dijo alguna vez Juan Pablo II…
“El
hecho de que hayamos venido aquí no implica intención alguna de buscar entre
nosotros un consenso religioso o de entablar una negociación sobre nuestras
convicciones de fe. Tampoco significa que las religiones puedan reconciliarse a
nivel de un compromiso unitario en el marco de un proyecto terreno que las
superaría a todas. Ni es tampoco una concesión al relativismo en las creencias
religiosas, ya que cada ser humano ha de seguir con sinceridad su recta
conciencia con la intención de buscar y obedecer la verdad”.
(Juan
Pablo II, saludo a las delegaciones en
el encuentro interreligioso de Asís 1986)
…es el mismo tipo de
discurso salido de la boca de Mons. Fellay
cuando decía que se reunía con los modernistas de Roma pero eso no
significaba una reconciliación con Roma ni hacer concesiones doctrinales ni se
trataba tampoco de una negociación.
Ellos usan la misma
práctica de poner el pie en el territorio del enemigo, aceptar sus reglas de
igualdad entre todos, sonreir amablemente como disimulando o disculpando sus
diferencias, para luego decir que de ningún modo aceptan las ideas del enemigo
(aunque se cuidan de decir que el enemigo es enemigo o lo critican tibiamente).
Es como una disculpa culposa por aceptar mezclarse con los inicuos, en nombre
de la tolerancia, el bien común, el mal menor o lo que sea.
Así es como justifica
la diplomacia el que ha dejado de creer en el combate contra los enemigos de la
Iglesia, tal vez influido por los tiempos modernos donde está muy mal visto no
aceptar que “el diálogo todo lo puede”. Pero, y allí reside la cuestión, si no
hablan el lenguaje común de la verdad, entonces ¿aceptan que cada cual tiene
“su” verdad, tan respetable como la del otro?
Recordemos algunas
enseñanzas bíblicas:
Salmo
100, 3-7: “… He aborrecido
a los transgresores de la Ley. Conmigo no han tenido cabida hombres de corazón
depravado; ni he querido conocer al que con su proceder maligno se desviaba de
mí. No admitía en mi mesa hombres de ojos altaneros y de corazón insaciable… No
morará en mi casa el que obra con soberbia, ni hallará gracia en mis ojos aquél
que habla iniquidades”.
Proverbios
24, 1: “No envidies a los hombres malos, ni
desees estar en su compañía”.
Romanos, 16, 17 : Os exhorto,
hermanos, que observéis a los que están causando las disensiones y los
escándalos, contrarios a la enseñanza que habéis aprendido y que os apartéis de
ellos.
2 Pedro 3; 3, 4, 8,
10: Sabiendo ante todo que en los últimos días vendrán impostores
burlones que, mientras viven según sus propias concupiscencias, dirán: ¿Dónde
está la promesa de su Parusía? Pues desde que los padres se durmieron todo
permanece lo mismo que desde el principio de la creación… A vosotros, empero,
carísimos, no se os escape una cosa, a saber, que para el Señor un día es como
mil años y mil años son como un día… Pero el día del Señor vendrá como ladrón…
Vosotros, pues, carísimos, que lo sabéis de antemano, estad en guardia, no sea
que aquellos impíos os arrastren consigo por sus errores y caigáis del sólido fundamento
en que estáis…
2
Juan, 1; 10-11: Si viene
alguno a vosotros y no trae esta doctrina, no le recibáis en casa ni le
saludéis. Porque quien le saluda participa en sus malas obras.