La singular historia de la foto del
29 de junio de 2006, durante un encuentro ecuménico
por
Alver Metalli
Begoglio,
con la cabeza inclinada en el hombro de un joven que le susrurraba palabras al
oído, como si quisiera consolarlo. La singular escena fue captada el 29 de
junio de 2006 por el fotógrafo argentino Enrique Cangas, de 41 años y profesor
en una escuela de Avellaneda, a pocos kilómetros del centro de Buenos Aires.
Estaban en el Luna Park de Buenos Aires, en la avenida Madero (número 420), en
pleno centro, una estructura que alberga manifestaciones públicas, conciertos y
grandes eventos deportivos; hace poco la anciana propietaria, Ernestina de
Lectoure, la donó a la Cáritas de Buenos Aires y a los salesianos. Las personas
que aparecen en la foto rodeando a Bergoglio y a su aparente confidente dirigen
la mirada hacia adelante, mientras escuchan a alguien que está hablando ante el
público. Si pudiéramos ver el resto de la escena, descubriríamos algunas
pancartas que revelan la naturaleza del encuentro. Se trataba de una reunión
ecuménica entre evangélicos y cristianos, uno de las muchas en las que
Bergoglio como cardenal participó durante sus años como obispo, arzobispo y
cardenal. La foto retrata la reunión ecuménica en la que se reunieron 7 mil
personas bajo el lema: «que sean una sola cosa».
La
foto forma parte de una serie de 25 imágenes en las que aparece el actual Papa
entre 2003 y 2012; estas imágenes conformaron la exposición que se pudo visitar
en el Monasterio Santa Catalina de Buenos Aires a principios de julio de 2013.
Bajo la foto en cuestión, el autor puso la siguiente didascalia: «La ternura…
denota fortaleza de ánimo y capacidad de compasión».
Pero
aún hay más. Porque tras la imagen hay una historia muy original. Trataremos de
reconstruir sus detalles principales. El chicho que está con Bergoglio se llama
Juan Francisco Taborda. Tiene 22 años y en ese entonces tenía solo 16. Nació en
la localidad de San Fernando, en la provincia de Buenos Aires, y vivía con el
padre jubilado y su madre en el barrio Los Polvorines, en el municipio de
Malvinas Argentinas, a poco menos de una hora del centro de Buenos Aires. Es un
adventista del séptimo día y había ido al encuentro en el Luna Park porque dos
amigas evangélicas lo habían invitado. Al acabar la escuela secundaria, obtuvo
una beca, misma que, al principio, había pensado usar para estudiar teología en
la Universidad adventista de la provincia de Entre Ríos. Quería convertirse en
pastor. Después cambió idea y se inscribió en la Universidad pública de Buenos
Aires, en donde estudia historia. Para mantenerse, trabaja como portero
suplente en un edificio dsituado en la calle Republica Árabe de Buenos Aires.
Juan
Francisco Taborda no sabía a quién había abrazado en el Luna Park aquel día de
San Pedro y San Pablo. Lo descubrió el miércoles 13 de marzo de 2013, día de la
elección de Jorge Mario Bergoglio como sucesor de Pedro.
Pero
esta historia no termina nunca de sorprender. Entre el día en el que Bergoglio
reclinó la cabeza en el hombro del joven y cuando lo reconoció, Juan Francisco
Taborda se volvió a encontrad dos veces con Bergoglio.
La
primera vez fue en 2008, cuando trabajaba en el edificio Torres del Botánico,
en avenida Las Heras. «Había apenas empezado el turno, a las 21, y cinco minutos
después me llamó mi hermana para decirme cómo le había ido en una operación a
un primo que quiero mucho. Estaba muy triste, procupado por las noticias que
había recibido. Veo entrar a un sacerdote que va hacia el elevador. Él también
me ve, me nota turbado, vuelve y empezamos a hablar. Se quedó largo rato para
darme ánimos. No lo reconocí, no vi en él al sacerdote que había abrazado en el
Luna Park. Me dijo que habría rezado por mí, por mi primo, me pidió el número
de teléfono. Me transmitió una paz enorme, es lo que más recuerdo. La paz y la
energía que dicen sentir los adventistas cuando rezan todos juntos yo la sentí
en aquel momento. Una semana después, para mi sorpresa, me llamó de verdad, se
acordaba de mi nombre, me preguntó cómo estaba mi primo».
Hubo
un segundo encuentro entre ambos, un año después, en el mes de abril de 2009,
en la catedral metropolitana de Buenos Aires. Juan Francisco tenía que hacer
una investigación para la facultad sobre el sincretismo religioso. Había ido a
la catedral para contar las estatuas de los santos y las imágenes religiosas
que había. En cierto momento, se le acercó de nuevo aquel sacerdote. Se
acordaba de él y de su primo, de quien le pidió noticias; después, cuando le
explicó por qué estaba allí, le hizo un “tour” por la catedral y le dio toda la
información que necesitaba.
Juan
Francisco Taborda estaba pendiente de la elección de Bergoglio, como todos los
argentinos. Y celebró con sus compatriotas en la catedral el 13 de marzo por la
noche. Cuatro días después, una persona publicó la foto de Enrique Cangas en su
página de Facebook. «Cuando vi la fotografía me quedé sin aliento», dijo
todavía incrédulo. Y reveló lo que le
estaba susurrando al oído: «No quería rezar él, me pidió que lo hiciera yo, y
pronuncié una invocación al Señor para que nos acompañe y nos muestre el
camino…».