Tomado
de Le Sel de la Terre n°59, invierno de 2006-2007.
En
una carta de fecha 25 de junio de 1976 enviada a Monseñor Lefebvre por parte
del Papa, Monseñor Giovanni Benelli emplea por primera vez una expresión que se
hizo famosa: “La Iglesia Conciliar”
“Si
ellos (los seminaristas) son de buena voluntad y seriamente preparados para un
ministerio presbiteral en la verdadera fidelidad a la Iglesia Conciliar, nos
encargaremos de encontrar la mejor solución para ellos”
De
esta Iglesia conciliar hemos hablado frecuentemente en Le Sel de la Terre, pero
no es inútil volver a esta cuestión ya que es tan importante.
La
cuestión que particularmente queremos abordar aquí es la siguiente: ¿La Iglesia
católica y la Iglesia conciliar tienen una misma jerarquía?
ESTADO
DE LA CUESTIÓN
Por
principio, ¿de dónde partimos? Procuraremos definir las dos Iglesias en
cuestión. Lo haremos según las cuatro causas que distingue generalmente la
filosofía escolástica.
Una
sociedad es un ser moral (en el caso de la Iglesia Católica, no hay solamente
unión moral. También hay unión espiritual debido a la participación de bienes
sobrenaturales -la fe por ejemplo): es una unión de personas que está unidas
por el mismo fin (un mismo bien común). Se puede distinguir:
-La
causa material, son las personas que están unidas en la sociedad. Diremos
que en el caso de la Iglesia Católica como en el de la Iglesia conciliar, son
los bautizados (con un bautismo válido).
-La
causa eficiente es el fundador de la sociedad: Nuestro Señor Jesucristo en el
caso de la Iglesia Católica, los Papas del concilio, en el caso de la Iglesia
conciliar. Después de la ascensión de su fundador, es la autoridad quien
continúa haciendo el rol de causa eficiente y mantiene unida a la sociedad.
Actualmente, es esa misma jerarquía que cumple el rol de causa eficiente para
la Iglesia Católica y la Iglesia conciliar.
-La
causa final, es el bien común buscado por los miembros de la sociedad: en el
caso de la Iglesia Católica, el bien que se busca es la salvación; en el caso
de la Iglesia conciliar el bien que se busca es –mas o menos conscientemente-
la unidad del género humano (el ecumenismo en sentido amplio). “Lo que define
mejor toda la crisis de la Iglesia es verdaderamente este espíritu
ecuménico-liberal” (Monseñor Lefebvre conferencia del 4 de abril de 1978).
-La
causa formal es la unión de los espíritus y voluntades de los miembros en la
búsqueda del bien común. En la Iglesia Católica, hay unión de espíritus
en una misma profesión de fe y una unión de voluntades en la práctica de
un mismo culto y en la obediencia a los mismos pastores (por lo tanto a las
leyes que ellos establezcan, a saber, el Derecho canónico). En la Iglesia
conciliar, se encuentra también una unión de espíritus en la aceptación de una
misma enseñanza (el Concilio) y unión de voluntades en la práctica de la nueva
liturgia y en la obediencia a las nuevas directivas de la jerarquía posconciliar
(como el nuevo derecho canónico). (Esta unión de espíritus y de voluntades es
mucho menos estricta en la Iglesia conciliar que en la Iglesia Católica. Basta
“aceptar el concilio” y enseguida cada quien puede hacer lo que quiera.)
Podemos
definir a la Iglesia católica como la sociedad de bautizados que buscan salvar
sus almas profesando la fe católica, practicando el mismo culto católico y
obedeciendo a los mismos pastores, sucesores de los Apóstoles.
En
cuanto a la Iglesia Conciliar, ella es la sociedad de bautizados que se someten
a las directivas del Papa y los obispos actuales en su voluntad de promover el
ecumenismo conciliar y que, por consecuencia, admiten toda la enseñanza del
concilio, practicando la liturgia nueva y sometiéndose al nuevo derecho
canónico.
En
estas condiciones, ¿es posible que una misma jerarquía pueda dirigir las dos
sociedades?
(...)
(...)
ARGUMENTO
DE LA AUTORIDAD
Nosotros
no somos los primeros en afirmar que las dos Iglesias tienen la misma
jerarquía. Se encuentra esta afirmación en la mayoría de los que han abordado
la cuestión antes que nosotros:
“Que
haya en el presente dos Iglesias, con un solo y mismo Papa Paulo VI a la cabeza
de una y de otra, nosotros no lo decimos por nada, nosotros no lo inventamos,
nosotros constatamos que es así”.
Gustave
Corçaõ en la revista Itineraires de noviembre de 1974, luego el Padre
Bruckberger en “L’Aurore” del 18 de marzo de 1976 lo han remarcado
públicamente: la crisis religiosa no es como en el siglo XVI de tener para una
sola Iglesia dos o tres Papas simultáneamente; ahora es de tener un solo Papa
para dos Iglesias, la Católica y la post conciliar […]
El
mundo moderno nos presenta un espectáculo opuesto al del gran cisma de
occidente: dos Iglesias con un solo Papa.
El
texto más interesante es el del Padre Julio Meinvielle. Data de 1970: es el
primer texto que conocemos sobre esta materia. El sacerdote argentino escribió
–y es la conclusión de su libro magistral “De la Cábala al progresismo”:
“Un
mismo Papa presidiría ambas Iglesias, que aparente y exteriormente no sería
sino una. El Papa, con sus actitudes ambiguas daría pie para mantener el
equívoco. Porque, por una parte, profesando una doctrina intachable, sería la
cabeza de la Iglesia de las Promesas. Por otra parte, produciendo hechos
equívocos y aún reprobables, aparecería como alentando la subversión y
manteniendo la Iglesia gnóstica de la Publicidad.
La
eclesiología no ha estudiado suficientemente la posibilidad de una hipótesis
como la que aquí proponemos. Pero si se piensa bien, la Promesa de asistencia
de la Iglesia se reduce a una asistencia que impida al error introducirse en la
Cátedra Romana y en la misma Iglesia, y además que la Iglesia no desaparezca ni
sea destruida por sus enemigos.
REFLEXION
TEOLOGICA
Nuestro
Señor ha prometido que las puertas del infierno –los poderes infernales- no
prevalecerán jamás contra su Iglesia. Por lo tanto ella es indefectible: ella
debe continuar hasta el fin de los tiempos a proponer a las almas de buena
voluntad los medios de salvación, a saber: la sana doctrina, sacramentos
válidos, el santo Sacrificio de la Misa, una auténtica vida espiritual. Todo
esto supone que la jerarquía católica durará hasta el fin del mundo y podrá- al
menos para los que verdaderamente lo desean, cumplir con su rol que consiste en
conducir las almas al cielo.
Más
aún, Nuestro Señor también ha anunciado que su segunda venida sería precedida
de una “tribulación tal que no la ha habido desde el principio del mundo hasta
ahora, y no habrá otra.” (Mt. 24,21) Esta tribulación será acompañada de un
descenso de la fe al punto que Nuestro Señor se pregunta si encontraría todavía
fe sobre la tierra en el momento de su segunda Venida (Lc. 18.8) Esta apostasía
está predicha por San Pablo (II Tes. 3,4) y Santo Tomás de Aquino explica
comentando este versículo, que los pueblos cristianos se emanciparán de la fe
de la Iglesia Romana. Esto parece indicar bien que una buena parte de la
jerarquía será infiel a su misión.
En
el tiempo que precede a la Venida de Nuestro Señor, el sol y la luna no
iluminarán más (Mt 18,8), lo que, en el sentido simbólico, significa que la
Iglesia y la sociedad cristiana perderán su influencia.
(...)
(...)
Hasta
aquí Le Sel de la Terre. Ahora las citas del Padre Meinvielle
y Gustavo Corçaõ más completas:
Padre
Julio Meinvielle:
Cómo
se hayan de cumplir, en esta edad cabalística, las promesas de asistencia del
Divino Espíritu a la Iglesia y cómo se haya de verificar el portae
inferni non prevalebunt, las puertas del infierno no han de prevalecer, no
cabe en la mente humana. Pero así como la Iglesia comenzó siendo una semilla
pequeñísima, y se hizo árbol y árbol frondoso, así puede reducirse en su
frondosidad y tener una realidad mucho más modesta. Sabemos que el mysterium
iniquitatis ya se está obrando; pero no sabemos los límites de su
poder. Sin embargo, no hay dificultad en admitir que la iglesia de la
publicidad pueda ser ganada por el enemigo y convertirse de Iglesia
Católica en Iglesia gnóstica. Puede haber dos Iglesias, la una la de la
publicidad, iglesia magnificada en la propaganda, con obispos, sacerdotes y
teólogos publicitados, y aún con un pontífice con actitudes ambiguas; y la
otra, Iglesia del silencio, con un Papa fiel a Jesucristo en su enseñanza y con
algunos sacerdotes, obispos y fieles que le sean adictos, esparcidos como
“pusillus grex” por toda la tierra. Esta segunda sería la Iglesia de las
promesas, y no aquella primera, que pudiera defeccionar. Un mismo Papa
presidiría ambas Iglesias, que aparente y exteriormente no sería sino una. El
Papa, con sus actitudes ambiguas, daría pie para mantener el equívoco. Porque,
por una parte, profesando una doctrina intachable, sería
cabeza de la Iglesia de las Promesas. Por otra parte, produciendo hechos equívocos
y aún reprobables, aparecería como alentando la subversión y manteniendo la
iglesia gnóstica de la Publicidad. La eclesiología no ha estudiado
suficientemente la posibilidad de una hipótesis como la que aquí proponemos.
Pero si se piensa bien, la Promesa de asistencia de la Iglesia se reduce a una
asistencia que impida al error introducirse en la Cátedra Romana y en la misma
Iglesia, y además que la Iglesia no desaparezca ni sea destruida por sus
enemigos. De la Cábala al Progresismo, págs. 363 y 364.
Gustavo
Corçaõ:
Este
desorden que reina en el cristianismo, se amplía diariamente nos deja en
una situación única en la historia después de la natividad de Nuestro Señor:
nosotros ya no sabemos dónde está nuestra Iglesia, es como una pesadilla: el
mundo moderno nos presenta un espectáculo opuesto al del gran cisma de
occidente: dos Iglesias con un solo Papa (Itinéraires 149,
enero de 1971 págs 13-19).
Mi
convicción firme y tenaz tantas veces sostenida aquí y en otras partes, es que
entre la religión católica profesada hasta hace algunos años por todo el mundo
católico y esta religión impuesta abiertamente como “nueva”, “progresista”,
“evolucionada”, hay una diferencia de especie o diferencia de alteridad. Por lo
tanto, tenemos actualmente dos iglesias gobernadas y servidas por una misma
jerarquía: la Iglesia Católica de siempre y la
otra.
(…)
Note
bien, querido lector, que cuando nombro a esta otra como
iglesia posconciliar, no es para insinuar de ningún modo en los espíritus la
idea mala que después del Concilio la Iglesia de Jesucristo se transformó al
punto de volverse irreconocible, ni que los fieles de buena doctrina católica
deban sometérsele por pura disciplina a esta nueva forma visible de la Iglesia.
(…) No, la Iglesia Católica, Apostólica y Romana continúa existiendo en el
mundo después del concilio, sometida a duras pruebas pero siempre y
permanentemente fiel en la conservación del depósito sagrado.
(Itinéraires
223, mayo de 1978)