Para quienes lo tuvimos como Primado de la Argentina y Arzobispo de
Buenos Aires, Jorge Mario Bergoglio, fue una absoluta desgracia. Entre los
peores hechos de su gobierno deben anotarse la implacable
persecución a los curas que intentaron acogerse al Summorum Pontificum, y
la situación ruinosa en que dejó a la Universidad Católica, convertida
en su coto de caza personal.
También nos abrumaba con su verba populachera -“dejate misericordear”
era uno de sus hits- y su falta de definiciones claras y
tajantes en temas morales. Por ejemplo: nunca, que yo sepa,
habló suficientemente de la castidad, tan necesaria en un mundo
donde un pansexualismo -que no conoce límite alguno- opera activamente contra
la Iglesia, respaldado por el mundialismo onusiano y masónico. Es que para
Bergoglio, -“cruzado” de la religiosidad light y facilonga si
lo hay- hubiese sido políticamente incorrecto.
Ya elegido Papa -palabra que parece espantarlo- uno pensaba que la
inmensa responsabilidad que caía sobre sus hombros lo haría reflexionar y
recapacitar, transformándolo en un “hombre nuevo”. Hasta el momento, nada de
eso ha sucedido y Bergoglio siguió usando dos de sus
herramientas preferidas: la demagogia y el abuso del poder.
La demagogia se manifiesta en la esquiva
respuesta que dio a la pregunta de un periodista sobre los homosexuales,
durante el vuelo de regreso a Roma, después del aquelarre de la JMJ:
“Si una persona es gay y busca al Señor y tiene buena voluntad, ¿quién
soy yo para juzgarlo?”
Francisco, Papa Bergoglio: Usted es el jefe de la Iglesia Católica, nada
más ni nada menos, y como tal podría haber contestado, haciendo las debidas
distinciones: ser gay -término que impuso la Anti Iglesia- es un pecado grave,
y no se puede “buscar a Dios” con “buena voluntad” cometiéndolo, sino luchando
contra esa desgraciada condición. ¡Y claro que el Papa puede y debe
juzgar sobre lo bueno y lo malo en cuestiones morales, sin dar respuesta tan
absurda!
Además, Francisco, Papa Bergoglio, Usted no puede ignorar el
uso perverso que hará de su respuesta todo el poderosísimo y omnipresente
sistema de comunicación controlado por el Nuevo Orden Mundial.
El abuso del poder, quedó nuevamente en evidencia el
11 de julio, cuando prohibió que los Franciscanos de la Inmaculada sigan
celebrando la Misa tradicional. Al respecto, esto dice Roberto de Mattei:
“…il Decreto costituisce un abuso di potere che riguarda non solo
i Francescani dell’Immacolata e coloro che impropriamente sono definiti
tradizionalisti, ma ogni cattolico. Esso rappresenta infatti un
allarmante sintomo di quella perdita della certezza del diritto che sta
avvenendo oggi all’interno della Chiesa. La Chiesa infatti è una
società visibile, in cui vige il «potere del diritto e della legge» (Pio XII,
Discorso Dans notre souhait del 15 luglio 1950). Il diritto è ciò che definisce
il giusto e l’ingiusto e, come spiegano i canonisti, «la potestà nella Chiesa
deve essere giusta, e ciò è richiesto dall’essere della stessa Chiesa, il quale
determina gli scopi e i limiti dell’attività della Gerarchia. Non qualunque
atto dei sacri Pastori, per il fatto di provenire da loro, è giusto» (Carlos J.
Errazuriz, Il diritto e la giustizia nella Chiesa, Giuffré, Milano 2008, pp.
157) .
Quando la certezza del diritto viene meno, prevale l’arbitrio e la
volontà del più forte. Accade spesso nella società, può accadere nella Chiesa,
quando in essa la dimensione umana prevale su quella soprannaturale. Ma se non c’è certezza del diritto, non c’è regola di comportamento
sicura. Tutto è lasciato all’arbitrio dell’individuo o di gruppi di potere, e
alla forza con cui queste lobby sono capaci di imporre la propria volontà. La
forza, separata dal diritto, diviene prepotenza e arroganza”.
Tal como se presenta el “franciscato”, otros males nos esperan a la
vuelta del camino.
(Otro de los empeños demagógicos de Bergoglio es la desvalorización
de la institución papal. Las fotos hablan por sí mismas: recibe a unos
indios casi en cueros, se pone la corona del cacique y coloca como “ofrenda” la
pelota que trajo del Brasil, en el altar de Santa María la Mayor).
Nota catapúltica
Alguien que conoce muy bien los entresijos mentales de Bergoglio en su
amigo y biógrafo Sergio Rubín, que deja al descubierto una de sus clásicas
maniobras:
“Hay que ser claros: La posición de Francisco no implica que apruebe el
matrimonio gay. Para la Iglesia, la institución matrimonial es la unión entre
hombre y mujer abierta a la trascendencia (tener hijos). Pero es oportuno
recordar que cuando se debatió en la Argentina la ley de matrimonio gay, el
entonces cardenal Bergoglio se oponía a salir con un discurso duro. Y hasta
seguramente habría aceptado puertas para adentro la unión civil para que se
reconozca a los gay una serie de prerrogativas, como la obra social o la
herencia. Es cierto que trascendió una carta muy dura de él sobre el tema,
que le envió a unas monjas de clausura, pero esoparece haber sido más un
gesto para la interna conservadora, que lo presionaba”.
Ni qué decir tiene que el discurso duro hubiese tenido repercusión
suficiente y quizás podría haber contribuído a que no se implante el putimonio.
Muy caro fue el precio de la flojera del Señor Cardenal Primado.