viernes, 22 de febrero de 2013

RECORDANDO VERDADES: CARTA DE LOS TRES OBISPOS A MONS. FELLAY


7 de abril del 2012

Señor Superior General
Señor Primer Asistente
Señor Segundo Asistente

Después de algunos meses, como muchos lo dicen, el Consejo general de la FSSPX considera seriamente las proposiciones romanas en vista de un acuerdo práctico, siendo un hecho que las discusiones doctrinales del 2009 al 2011 han probado que un acuerdo doctrinal es imposible con la Roma actual. Por medio de esta carta los tres obispos de la FSSPX que no son parte del Consejo General desean hacerle saber, con todo el respeto que conviene, la unanimidad de su oposición formal a cualquier acuerdo semejante.

Por supuesto, de ambos lados de la división actual entre la Iglesia Conciliar y la FSSPX, muchos desean rehacer la unidad católica. Honor a esas personas tanto de una parte como de otra. Pero la realidad dominante y ante la cual todos estos sinceros deseos deben ceder, es que desde el Vaticano II las autoridades oficiales de la Iglesia se han separado de la verdad católica y hoy en día ellas se muestran tan determinadas como siempre a permanecer fieles a la doctrina y práctica Conciliares. Las discusiones romanas, el «preámbulo doctrinal» y Asís III son ejemplos deslumbrantes.

El problema planteado a los católicos por el concilio Vaticano II es profundo. En una conferencia que pareciera haber sido como el último testamento doctrinal de Monseñor Lefebvre, impartida a los sacerdotes de su Fraternidad en Ecône medio año antes de su muerte, después de haber resumido la historia del catolicismo liberal saliente de la Revolución francesa, recordó como los Papas combatieron siempre esta tentativa de reconciliación entre la Iglesia y el mundo moderno, y declaró que el combate de la Fraternidad contra el Vaticano II era exactamente el mismo combate. Concluyó:
«Entre más se analizan los documentos del Vaticano II y su interpretación por las autoridades de la Iglesia, más nos damos cuenta que no se trata de errores superficiales ni de algunos errores particulares como el ecumenismo, la libertad religiosa, la colegialidad, sino más bien de una perversión total del espíritu, de toda una filosofía nueva fundada sobre el subjetivismo… Esto es muy grave! Una perversión total!… Esto es verdaderamente espantoso.»

Ahora bien, ¿el pensamiento de Benedicto XVI es mejor comparado con el de Juan Pablo II? Basta leer el estudio de uno de nosotros sobre La Foi au Péril de la Raison para darse cuenta que el pensamiento del Papa actual está igualmente impregnado de subjetivismo. Es toda la fantasía subjetiva del hombre en el lugar de la realidad objetiva de Dios. Es toda la religión católica sumisa al mundo moderno. ¿Cómo se puede creer que un acuerdo práctico pueda arreglar un problema semejante?

Pero, se nos dirá, Benedicto XVI es bondadoso hacia la Fraternidad y su doctrina. En tanto que subjetivista puede serlo, porque los liberales subjetivistas pueden tolerar la misma verdad pero no si ella se rehúsa a tolerar el error. Él nos aceptará en el marco de un pluralismo relativista y dialéctico, a condición de permanecer en la «plena comunión» hacia la autoridad y hacia las otras «realidades eclesiales». He aquí el por qué las autoridades pueden tolerar que la Fraternidad continúe enseñando la doctrina católica, pero no soportarán absolutamente que ella condene a la doctrina conciliar. He aquí el por qué un acuerdo incluso puramente práctico haría necesaria y progresivamente callar, por parte de la Fraternidad, toda crítica del concilio o de la nueva misa. Dejando de atacar estas victorias que son las más importantes de la Revolución, la pobre Fraternidad cesaría necesariamente de oponerse a la apostasía universal de nuestra lamentable época y se hundiría ella misma. En última instancia, ¿quién nos garantizará de permanecer tal cual somos protegiéndonos de la curia romana y de los obispos? ¿El Papa Benedicto XVI?

Por más que se niegue, este deslizamiento es inevitable. ¿No se ven ya en la Fraternidad los síntomas de esta disminución en la confesión de la Fe? Hoy en día, desgraciadamente, es lo contrario que sería «anormal» Justo antes de las Consagraciones de 1988 cuando numerosas personas valientes insistían a Monseñor Lefebvre para que hiciera un acuerdo práctico con Roma que abriría un gran campo de apostolado, él dijo su pensamiento a los cuatro consagrandos: «Un gran campo de apostolado puede ser, pero en la ambigüedad y siguiendo dos direcciones opuestas a la vez, lo que habría terminado pudriéndonos». ¿Cómo obedecer y continuar predicando toda la verdad? ¿Cómo hacer un acuerdo sin que la Fraternidad se «pudriera» en la contradicción?

Y cuando un año más tarde, Roma parecía hacer verdaderos gestos de benevolencia hacia la Tradición, Monseñor Lefebvre todavía desconfiaba. El temía que no se tratara más que de «maniobras para separar de nosotros el más grande número de fieles posible. He aquí la perspectiva por la cual parecen ceder todavía un poco más e incluso ir más lejos. Debemos absolutamente convencer a nuestras gentes que no se trata más que de una maniobra, que es peligroso meterse entre las manos de los obispos conciliares y de la Roma modernista. Es el peligro más grande que amenaza a nuestra gente. Si nosotros luchamos desde hace 20 años para resistir a los errores conciliares, no fue para ponernos ahora entre las manos de aquellos que profesan errores.» Siguiendo a Monseñor Lefebvre, el propósito de la Fraternidad es, más que denunciar los errores por su nombre, de oponerse eficaz y públicamente a las autoridades romanas que los difunden. ¿Cómo se podría conciliar un acuerdo y una resistencia pública a las autoridades, entre ellas, al Papa? Y después de haber luchado durante más de cuarenta años,¿ la Fraternidad deberá ahora ponerse entre las manos de modernistas y liberales de los cuales acabamos de constatar su pertinacia?

Monseñor, Padres, pongan atención, ustedes conducen a la Fraternidad a un punto sin retorno, a una profunda división sin marcha atrás y, si ustedes llegan a un tal acuerdo, a poderosas fuerzas destructivas que Ella no soportará. Si hasta el presente los obispos de la Fraternidad la han protegido, es precisamente porque Monseñor Lefebvre rechazó un acuerdo práctico. Puesto que la situación no ha cambiado substancialmente; puesto que la condición emitida por el Capítulo del 2006 no se ha realizado (cambio de rumbo por parte de Roma que permita un acuerdo práctico), escuchen de nuevo a su Fundador. Él tuvo razón hace 25 años. Todavía tiene razón hoy. En su nombre, los conjuramos: no comprometan a la Fraternidad en un acuerdo puramente práctico.

Con nuestros saludos más cordiales y fraternales, en Cristo y María,

Mons. Alfonso de Galarreta
Mons.
Bernard Tissier de Mallerais
Mons. Richard Williamson