7 de abril del 2012
Señor Superior General
Señor Primer Asistente
Señor Segundo Asistente
Señor Primer Asistente
Señor Segundo Asistente
Después de algunos meses, como muchos
lo dicen, el Consejo general de la FSSPX considera seriamente las proposiciones
romanas en vista de un acuerdo práctico, siendo un hecho que las discusiones
doctrinales del 2009 al 2011 han probado que un acuerdo doctrinal es imposible
con la Roma actual. Por medio de esta carta los tres obispos de la FSSPX que no
son parte del Consejo General desean hacerle saber, con todo el respeto que
conviene, la unanimidad de su oposición formal a cualquier acuerdo semejante.
Por supuesto, de ambos lados de la
división actual entre la Iglesia Conciliar y la FSSPX, muchos desean rehacer la
unidad católica. Honor a esas personas tanto de una parte como de otra. Pero la
realidad dominante y ante la cual todos estos sinceros deseos deben ceder, es
que desde el Vaticano II las autoridades oficiales de la Iglesia se han
separado de la verdad católica y hoy en día ellas se muestran tan determinadas
como siempre a permanecer fieles a la doctrina y práctica Conciliares. Las
discusiones romanas, el «preámbulo doctrinal» y Asís III son ejemplos
deslumbrantes.
El problema planteado a los católicos
por el concilio Vaticano II es profundo. En una conferencia que pareciera haber
sido como el último testamento doctrinal de Monseñor Lefebvre, impartida a los
sacerdotes de su Fraternidad en Ecône medio año antes de su muerte, después de
haber resumido la historia del catolicismo liberal saliente de la Revolución
francesa, recordó como los Papas combatieron siempre esta tentativa de
reconciliación entre la Iglesia y el mundo moderno, y declaró que el combate de
la Fraternidad contra el Vaticano II era exactamente el mismo combate.
Concluyó:
«Entre más se analizan los documentos
del Vaticano II y su interpretación por las autoridades de la Iglesia, más nos
damos cuenta que no se trata de errores superficiales ni de algunos errores
particulares como el ecumenismo, la libertad religiosa, la colegialidad, sino
más bien de una perversión total del espíritu, de toda una filosofía nueva
fundada sobre el subjetivismo… Esto es muy grave! Una perversión total!… Esto
es verdaderamente espantoso.»
Ahora bien, ¿el pensamiento de
Benedicto XVI es mejor comparado con el de Juan Pablo II? Basta leer el estudio
de uno de nosotros sobre La Foi au Péril de la Raison para darse cuenta que el
pensamiento del Papa actual está igualmente impregnado de subjetivismo. Es toda
la fantasía subjetiva del hombre en el lugar de la realidad objetiva de Dios.
Es toda la religión católica sumisa al mundo moderno. ¿Cómo se puede creer que un
acuerdo práctico pueda arreglar un problema semejante?
Pero, se nos dirá, Benedicto XVI es
bondadoso hacia la Fraternidad y su doctrina. En tanto que subjetivista puede
serlo, porque los liberales subjetivistas pueden tolerar la misma verdad pero
no si ella se rehúsa a tolerar el error. Él nos aceptará en el marco de un
pluralismo relativista y dialéctico, a condición de permanecer en la «plena
comunión» hacia la autoridad y hacia las otras «realidades eclesiales». He aquí
el por qué las autoridades pueden tolerar que la Fraternidad continúe enseñando
la doctrina católica, pero no soportarán absolutamente que ella condene a la
doctrina conciliar. He aquí el por qué un acuerdo incluso puramente práctico
haría necesaria y progresivamente callar, por parte de la Fraternidad, toda
crítica del concilio o de la nueva misa. Dejando de atacar estas victorias que
son las más importantes de la Revolución, la pobre Fraternidad cesaría
necesariamente de oponerse a la apostasía universal de nuestra lamentable época
y se hundiría ella misma. En última instancia, ¿quién nos garantizará de
permanecer tal cual somos protegiéndonos de la curia romana y de los obispos?
¿El Papa Benedicto XVI?
Por más que se niegue, este
deslizamiento es inevitable. ¿No se ven ya en la Fraternidad los síntomas de
esta disminución en la confesión de la Fe? Hoy en día, desgraciadamente, es lo
contrario que sería «anormal» Justo antes de las Consagraciones de 1988 cuando
numerosas personas valientes insistían a Monseñor Lefebvre para que hiciera un acuerdo
práctico con Roma que abriría un gran campo de apostolado, él dijo su
pensamiento a los cuatro consagrandos: «Un gran campo de apostolado puede ser,
pero en la ambigüedad y siguiendo dos direcciones opuestas a la vez, lo que
habría terminado pudriéndonos». ¿Cómo obedecer y continuar predicando toda la
verdad? ¿Cómo hacer un acuerdo sin que la Fraternidad se «pudriera» en la
contradicción?
Y cuando un año más tarde, Roma
parecía hacer verdaderos gestos de benevolencia hacia la Tradición, Monseñor
Lefebvre todavía desconfiaba. El temía que no se tratara más que de «maniobras
para separar de nosotros el más grande número de fieles posible. He aquí la
perspectiva por la cual parecen ceder todavía un poco más e incluso ir más
lejos. Debemos absolutamente convencer a nuestras gentes que no se trata más
que de una maniobra, que es peligroso meterse entre las manos de los obispos
conciliares y de la Roma modernista. Es el peligro más grande que amenaza a
nuestra gente. Si nosotros luchamos desde hace 20 años para resistir a los
errores conciliares, no fue para ponernos ahora entre las manos de aquellos que
profesan errores.» Siguiendo a Monseñor Lefebvre, el propósito de la
Fraternidad es, más que denunciar los errores por su nombre, de oponerse eficaz
y públicamente a las autoridades romanas que los difunden. ¿Cómo se podría
conciliar un acuerdo y una resistencia pública a las autoridades, entre ellas,
al Papa? Y después de haber luchado durante más de cuarenta años,¿ la
Fraternidad deberá ahora ponerse entre las manos de modernistas y liberales de
los cuales acabamos de constatar su pertinacia?
Monseñor, Padres, pongan atención,
ustedes conducen a la Fraternidad a un punto sin retorno, a una profunda
división sin marcha atrás y, si ustedes llegan a un tal acuerdo, a poderosas
fuerzas destructivas que Ella no soportará. Si hasta el presente los obispos de
la Fraternidad la han protegido, es precisamente porque Monseñor Lefebvre
rechazó un acuerdo práctico. Puesto que la situación no ha cambiado
substancialmente; puesto que la condición emitida por el Capítulo del 2006 no
se ha realizado (cambio de rumbo por parte de Roma que permita un acuerdo
práctico), escuchen de nuevo a su Fundador. Él tuvo razón hace 25 años. Todavía
tiene razón hoy. En su nombre, los conjuramos: no comprometan a la Fraternidad
en un acuerdo puramente práctico.
Con nuestros saludos más cordiales y fraternales, en Cristo y María,
Mons. Alfonso de Galarreta
Mons. Bernard Tissier de Mallerais
Mons. Richard Williamson
Mons. Bernard Tissier de Mallerais
Mons. Richard Williamson