Hay quienes para evitar tener que conocer
una verdad que puede incomodar u obligar a tomar decisiones difíciles, se
escudan con el simple argumento de que “los detractores de la Fraternidad
buscan con lupa alguna palabra o frase del Superior general que sacan de
contexto para en base a ello sacar sus propias falsas conclusiones y manifestar
su rebeldía que conduce al cisma y la herejía”. Ciertamente que no faltan
quienes proceden de esta manera con una lógica que se evade de la realidad,
aunque no parece ser el caso fundamentalmente de quienes resisten el acuerdismo
neo-fraternitario. Al respecto podríamos citar la enseñanza que sigue: “El razonamiento –explica Regis Jolivet- no es la razón, y hay muchos razonamientos
que son un insulto a la razón. Los locos, como todo el mundo sabe, son a menudo
grandes lógicos: lo malo es que las premisas de sus razonamientos son absurdas”,
y añade luego: “El razonamiento no vale
nada por sí mismo. La aptitud lógica, el rigor en el encadenamiento de las
ideas son cualidades preciosas, con tal que a eso se añada el buen sentido, la atención
a la experiencia, la previsión de
las excepciones, el vivo sentimiento
de la complejidad de la realidad, que hacen que no tratemos las cosas de la
vida con la rigidez normal en las matemáticas. Esto es lo que Pascal quiso dar
a entender cuando recomendaba que siempre fueran juntos el espíritu de
geometría y el espíritu de finura”. (Curso de filosofía, págs. 187-188).
Así es como todos en algún momento
podemos caer en la rigidez del razonamiento que no se corresponde con la compleja
realidad porque no tenemos en cuenta aquellas cosas indispensables para que el
pensamiento conserve el buen sentido y no llegue a imprudentes o absurdas
deducciones. Pero, dicho esto, debe evitarse también caer en el vicio contrario
de evitar todo razonamiento y a priori emitir un juicio sin haber examinado las
relaciones que se presentan o nos son presentadas como dignas de atención. Así
el mismo San Pablo escribía a los fieles: “Examinad,
sí, todas las cosas; y ateneos a lo bueno” (2 Tes. 5, 20-21), pasaje que
comenta Mons. Straubinger de la siguiente manera: “No todo lo que parece ser bueno, lo es en efecto. Hay que examinarlo a
la luz de la fe. Véase Juan 4,1; Hech.
17,11, donde se muestran los de Berea mejores que los Tesalonicenses, porque
recibían ávidamente la palabra de San Pablo y constantemente la comprobaban con
las Escrituras”, los cuales podrían ser tildados sin más de desconfiados o
reluctantes por algunos fraternitarios que demandan de la feligresía una
confianza ciega y un apoyo irrestricto a todo lo que hagan o digan el Superior
general y sus asistentes y obispos de la FSSPX, en base a la propaganda y el branding y no a un sano y responsable discernimiento.
Pero ese examen necesario, una vez más debe decirse, como en aquellos meritorios
cristianos de Berea, requiere no sólo la condición de usar el buen sentido y el
buen razonamiento, sino también un deseo ardiente de la verdad con el fin de
manifestar la caridad que el Padre nos pide para que seamos semejantes a su
Hijo Jesucristo. Sin este interés apasionado por la sabiduría –lo cual lleva
presupuesto el desinterés de la propia condición ante los otros y las
comodidades y ventajas que esto conlleva- no llegaremos a la verdad y pecaremos
por exceso o por defecto, colocándonos en una muy riesgosa situación para
nuestra alma. Así pues, quede dicho, que no otra cosa se pretende desde este
espacio y particularmente desde esta sección que ahora volvemos a poner “sobre
el candelero”, ateniéndonos al criterio expuesto para su difusión.
En
este enlace los artículos seleccionados sobre el tema
Y
en este otro acerca de la declaración doctrinal de abril de 2012