Para los liberales la palabra libertad es sinónimo
de independencia absoluta, especialmente en sus relaciones con Dios y con la
religión. “Según estos incrédulos, no hay, en la práctica de la vida, ningún
poder divino al cual haya obligación de obedecer, sino que cada cual es ley de
sí mismo” (León XIII).
El error
del liberalismo está fundado en la confusión del poder y del derecho; confunde
el poder, que es la libertad física, con el derecho, que constituye la libertad
moral. Si el hombre fuera independiente de su Criador y de sus leyes divinas,
tendría derecho para pensarlo todo, para hacerlo todo, para decirlo todo, para
escribirlo todo; en ese caso las libertades modernas serían legítimas. Pero no
es así. (…)
La libertad de la palabra y de la prensa es el
pretendido derecho que cada cual tiene de decir y publicar todo lo que le
agrade, bueno o malo.
-Esta falsa libertad es contraria a la ley natural,
que no permite igualar el error con la verdad, el bien con el mal.
-Pervierte la inteligencia, porque pocos hombres
tienen la facultad de dedicarse al estudio y distinguir un razonamiento de un
sofisma.
-Corrompe el corazón, porque los hombres se sienten
inclinados a aceptar fácilmente las teorías que favorecen o halagan sus
pasiones.
La libertad de la prensa, concedida a los enemigos
de la religión, de la moral y del orden público, es un azote terrible para la
sociedad. El diario es un maestro cuya tiranía fatalmente sufre el lector; es
un abogado poco leal, que seduce al pueblo con la mentira y la calumnia. La
autoridad tiene el deber de no abandonar al pueblo a merced de hábiles
embusteros. (…)
La prensa.- La francmasonería esparce profusamente sus monografías, sus libros,
particularmente sus diarios malos y sus novelas y folletines. Si creyéramos a
estos escritos, el liberalismo representa todo lo que hay de más bello, más
noble, más grande: la libertad, la igualdad, la fraternidad, el progreso, la
civilización, la ciencia, etc. La Iglesia, por el contrario, no representa sino
lo que hay de más pequeño, estrecho e innoble: la tiranía, la esclavitud, la
intolerancia, la barbarie, etc. Con estas mentiras, la mala prensa pervierte
las inteligencias y corrompe los corazones.
-Todos los días explota en los diarios las faltas
reales o imaginarias de los pastores de la Iglesia, para hacerlas recaer sobre
la Iglesia misma y hacerla odiosa. En cuanto a sus beneficios, a sus obras de caridad,
a sus numerosos ejemplos de virtud dados por sus sacerdotes y sus fieles, la
prensa masónica guarda el más profundo silencio, y si habla es para negarlos,
disminuirlos o ridiculizarlos.
-Con pretexto de ciencia ataca sin descanso las
doctrinas de la Iglesia, ya negándolas, ya tratando de ridiculizarlas con la
ironía y el sarcasmo. En el espíritu de los débiles y de los ignorantes va
destruyendo pieza tras pieza todo el edificio de la fe católica.
-La masonería halaga los malos instintos con
producciones inmorales y los levanta rabiosos contra la Iglesia que los
condena. Es moralmente imposible que un lector asiduo de semejante prensa no se
llene, a la larga, de toda clase de errores y prevenciones.
(En la vida pública)- Hay que emplear contra la
masonería las armas que ella emplea contra la Iglesia. La prensa.- No comprar
nunca diarios malos, y, sobre todo, no suscribirse a ellos.- Sostener la buena
prensa con la influencia, los recursos, etc.”
(R. P. Hillaire, La Religión demostrada)