En octubre de 1907 el Padre Charles de Foucauld escribió a su amigo
René Bazin:
“Pienso que si de a poco, suavemente, los musulmanes de nuestro imperio colonial del norte de África no se convierten, habrá un movimiento nacionalista análogo al de Turquía. Una élite intelectual, formada a la francesa, se formará en las grandes ciudades pero sin tener el espíritu ni el corazón franceses, élite que habrá perdido toda fe islámica, pero que usará la etiqueta para poder así influir a las masas; por otra parte, la mayoría de los nómades y de los campesinos permanecerá en la ignorancia, alejada de nosotros y cerrilmente mahometana, llevada al odio y al desprecio de los franceses por su religión, por sus santones, por los contactos que elle tiene con los franceses (representantes de la autoridad, colonos, comerciantes),contactos que muchas veces no son los mejores para que esa élite nos ame.
El sentimiento nacional o berberisco se exaltará en
esa élite instruida: cuando encuentre la ocasión, cuando Francia tenga
dificultades afuera o adentro, se servirá del Islam como un incentivo para
sublevar la masa ignorante, y buscará crear en África un imperio musulmán
independiente.
El imperio francés del Noroeste africano, Argelia, Marruecos, Túnez, África occidental francesa tiene 30 millones de habitantes y gracias a la paz tendrá el doble en cincuenta años. Estará entonces en pleno progreso material, será rico, sembrado de vías ferroviarias, poblado por gente experimentada en el manejo de nuestras armas, con una élite instruida en nuestras escuelas. Si no logramos que estos pueblos sean franceses, nos expulsarán. El único medio para que sean franceses es que ellos sean cristianos.
No se trata de convertirlos en un día, no por la
fuerza sino suavemente, por persuasión, buen ejemplo, educación, con un
contacto estrecho y afectuoso, obra sobre todo de los laicos franceses que
pueden ser mucho más numerosos que los sacerdotes.
¿Los musulmanes pueden ser verdaderamente
franceses?
Excepcionalmente, sí.
De una manera general, no. Muchos dogmas
fundamentales de los musulmanes se oponen, con algunos puede haber cierto
acomodamiento; con uno, el del Mahdi* es imposible: todo musulmán-no hablo de
los librepensadores que perdieron la fe-cree que en la proximidad del juicio
final el Mahdi vendrá, declarará la guerra santa y establecerá el Islam en toda
la tierra, después de haber exterminado o subyugado a todos los no musulmanes.
En esta fe, el musulmán mira al Islam como a su verdadera patria y a los
pueblos no musulmanes como destinados, más tarde o más temprano, a ser
dominados por él o sus descendientes; si hay sometimiento a una nación no
musulmana, será una prueba pasajera; su fe le asegura que se liberará y después
triunfará sobre quienes lo dominaron; la sabiduría lo compromete a sufrir con
calma su padecimiento: “el ave que se debate en la trampa pierde sus plumas y
se rompe las alas; si conserva la calma, estará intacta el día de la
liberación”, dicen ellos.
Ellos pueden preferir una nación a la otra, querer
estar dominados por los franceses antes que por los alemanes, porque saben que
los primeros son más benignos; pueden estar relacionados con tal o cual
francés, como si fuera un amigo extranjero; pueden luchar por Francia con gran
valor, por sentimiento del honor, carácter guerrero, espíritu de cuerpo,
fidelidad a la palabra dada, como los soldados de fortuna de los siglos XVI y
XVII pero, de manera general, salvo excepciones, y en tanto sean musulmanes, no
serán franceses y esperarán más o menos pacientemente el día del Mahdi, para
someter a Francia.
Es por eso que nuestros argelinos musulmanes tienen
tan poco interés en solicitar la nacionalidad francesa:¿cómo pedir ser parte de
un pueblo extranjero que será inexorablemente vencido y subyugado por el pueblo
al cual pertenecen?
Este cambio de nacionalidad implica verdaderamente
una clase de apostasía, un renunciamiento a la fe del Mahdi”
*Madhi: el Bienamado, el Salvador del Islam
Fuentes: Catapulta.com.ar
Nota catapúltica
El Mahdi (en árabe: مهدي [Mahdī], ‘El Guiado’) o Mahdi prometido (y más
títulos: Imam-l Asr: el Imam del “Período” y Sahib Al-Zaman: el Señor de la
Época), según la creencia escatológica sostenida por los musulmanes es Muhammad
al Mahdi.
El Mahdi para los sunníes
Para la parte mayoritaria del islam, los sunníes, el concepto de Mahdi
tiene una escatología según la cual el Mahdi nacerá en los Últimos Tiempos, por
lo que no se admite que fuera una persona concreta que ya hubiera existido (a
diferencia de los chiíes, para quienes su nombre original fue Muhammad ibn
Hasan ibn Ali). El entendimiento sunnita no admite por consiguiente que el
Mahdi haya ingresado en un período de ocultamiento (clave sin embargo del
concepto imamí chía), aunque se coincide en la validez de la profecía (en un
hadith atribuido a Mahoma) de que será un descendiente de los Ahl al-Bayt (la
familia del mismo Mahoma), que en un futuro vendrá, inmediatamente antes del
regreso de Jesús, que también esperan los musulmanes, para establecer una
sociedad islámica perfecta en la tierra antes del Yaum al-Qiyamah (literalmente
“Día de la Resurrección” o “Día de la Incorporación”, equivalente al Día del
Juicio Final). También se indica que tendrá una relación especial con los
pobres.
Hay en la actualidad importantes Shaykhs sunnis que afirman que estamos
en la época de la venida del Mahdi, incluso algunos afirman haber tenido
contacto con el Mahdi.
El Mahdi para los chiíes
El personaje que es el Mahdī para los chiíes, nació en Samarra el año
255 de la Hégira (866) y habría vivido hasta que su padre, el undécimo imán,
fue martirizado el día 8 del mes Rabi’ al-awwal del año 260 de la Hégira (1 de
enero de 874). En ese momento, siendo niño, alegan que “desapareció”. Según la
creencia chií, viviría desde entonces oculto (Imán oculto), y en un futuro (de
debatido pronóstico) habrá de volver como redentor.