Bandera
de combate es María inmaculada contra la serpiente del Paraíso que, con nombre
muy adecuado se llama... ya sabéis todos cómo se llama; se llama Revolución.
Verdadera
explosión de infernales rencores contra Dios y contra Cristo y su Iglesia, ha
estallado en el mundo de los siglos modernos, en forma desconocida hasta hoy en
los fastos de la humanidad. Todas las más groseras pasiones, todos los más
ciegos errores, todos los más bastardos intereses, hanse reunido como en un
solo haz para formar ese inmenso ejército de enemigos de la verdad y del bien,
que nunca, nunca, reparadlo, sentires míos, había tenido tan concretamente
formulado su satánico programa y más calculadamente organizadas sus fuerzas y
combinada su estrategia. Asistimos a este duelo formidable entre el Cielo y el
infierno, y apenas nos damos cuenta de él; tanto es el poder de la costumbre,
que nos lo hace mirar como hecho normal y vulgar y ya perfectamente
connaturalizado con el modo de ser de las actuales generaciones. Más, lo
horrible del hecho cierto es, verdad es, a poco que atentamente se le
considere. Se combate en el periódico y en el libro, y en la plaza y en el
hogar, y en la escuela y en el espectáculo, y en el parlamento y en el templo,
y en las leyes y en las costumbres, y en la diplomacia y en los campamentos, y
a la luz del día y en la tenebrosa logia, y en todas las formas y en todas
partes y con todos los medios.
Pues,
para tal combate y para el brillantísimo ejército de Dios que de un confin a
otro del mundo lo sostiene, os decía que es gloriosa bandera el misterio y
culto de María en su Inmaculada Concepción.
La
necesidad de luchar y la seguridad de vencer
Allá
en la cuna del género humano, inmediatamente después de la caída del primer
hombre, fue anunciado este misterio como símbolo de una gran lucha entre la
generación de la Mujer y la generación de la serpiente; y con palabras que no
se han borrado ni se han de borrar jamás de la memoria de los hombres y de la
tradición de los pueblos, se escribió el lema inmortal que ostentan los
soldados de María lnmaculada. Ipsa
conteret caput tuum se dijo, y con ello se nos profetizaron dos cosas que
habéis de ver siempre simbolizadas en esta gloriosísima Niña, que huella con su
pie la cabeza del infernal dragón: la necesidad de luchar y la seguridad de
vencer.
La
fiesta de nuestro siglo
Estamos
en época de lucha, y el dragón infernal que sin cesar ha combatido contra la
Iglesia, la combate ahora con saña inaudita. Nunca, desde que salió la Iglesia
de las catacumbas, había sido tan poderoso, tan universal y tan declarado el
poder del infierno contra Ella. Conspiran contra Ella los malvados con su odio,
los débiles y apocados con sus respetos humanos, los indiferentes con su
olvido. La serpiente antigua del paraíso ha repetido en todos tonos aquel
primer grito de rebeldía: “Dejad a Dios y seréis dioses sobre la tierra”. Y lo
que es peor, ha encontrado quienes den crédito a esa especie de proclama
revolucionaria.
Y
contra ese gigantesco ataque de todas las fuerzas del infierno reunidas, lucha
valeroso el Catolicismo, y con él luchamos a brazo partido todos nosotros que
somos sus hijos. Y como este misterio representa la primera victoria alcanzada
por María sobre el infierno y sobre el pecado, por esto nos dirigimos con
especialidad a esta inmortal Vencedora los que anhelamos vencer. El nombre de
María Inmaculada es, pues, como el grito de guerra de los hijos de la Iglesia
en este siglo. Y en la figura que la representa podemos ver, además del
misterio que te he explicado, una imagen de nuestras luchas y de nuestras
victorias.
Ensanchemos
los corazones oprimidos y demos gloria a Dios, que ha querido mostramos en su
Madre benditísima dos cosas hoy día tan dignas de eterno recuerdo: la necesidad
de luchar y la seguridad de vencer. Primero la lucha, y ésta incansable; luego
la victoria, y ésta segura, porque está prometida; y al fin la corona, y ésta
inmortal e imperecedera como la de María.
PBRO. FELIX SARDA Y
SALVANY
Propaganda
Católica T.1V.1 904. p. 21.