La
actual situación que atraviesan los católicos resistentes nos hace pensar en
una analogía con respecto a la situación de aquellos que comúnmente llamados
disidentes, han sido víctimas de las tiranías comunistas en su lucha
empedernida contra la opresión de la mentira y la injusticia.
Por
un lado puede hablarse de la nomenklatura
de la neo-FSSPX, encabezada por el incuestionable Monseñor Fellay, que ya
embarcado en su nuevo rumbo, ha decidido deshacerse de todos los que disientan
o critiquen su traición a Mons. Lefebvre (en expresión del pavoroso P. Pfluger:
eso sería una “purificación” de la FSSPX). De alguna forma llevan a cabo una
acción que puede a otra escala compararse con las prácticas habituales de los
regímenes comunistas, como lo explica alguien que lo ha sufrido durante muchos
años en la isla cárcel de Cuba:
“Durante los últimos
más de cincuenta años, siempre en condiciones de total indefensión, los
llamados disidentes hemos sido víctimas de la más diversa gama de verdugos
nacionales y extranjeros. El primero de ellos es el implacable gobierno cubano
que aplica sus instrumentos sutiles y explícitos de violencia psicológica y
física contra los que decimos «¡basta!» a la colonización de nuestras mentes y
nuestras almas. Desde el mismo año 1959, además de autoerigirse como patria,
nación, himno y bandera, Fidel Castro dividió en dos grupos a los nacidos en
Cuba. El grupo de los que piensan —o dicen pensar— como él ha dispuesto que
debe pensarse; el grupo de los sumisos, dóciles, callados y obedientes. Los
miembros de este grupo integran la categoría de los buenos, los patriotas, los
revolucionarios. Y el otro grupo, el de los que, haciendo uso de los atributos
que Dios nos concedió al crearnos libres, nos decidimos a pensar con cerebro
propio. Los integrantes de este segundo grupo pasamos a ser ipso facto
asalariados de una potencia extranjera, gusanos, apátridas, traidores, agentes
de la CIA, vendepatrias, contrarrevolucionarios y cuanto epíteto se le ocurra
al «Comandante».
Con esta disparatada y
antinatural clasificación, Fidel Castro asume un rango superior al del propio
Dios, pues Dios puede tener detractores, opositores, enemigos... y de hecho
los tiene, pero Fidel Castro no los acepta. Además, según esta clasificación,
los cubanos constituimos una rara estirpe de subnormales única en el planeta,
incapaces de utilizar nuestras propias neuronas pues solamente
logramos pensar, razonar, sentir, hablar
y actuar siguiendo los mensajes provenientes del cerebro de Fidel Castro o, en
su defecto, ejecutamos todas esas importantes funciones guiados por señales
emitidas por los cerebros de potencias extranjeras. Como consecuencia de
semejante aberración conceptual, todas las acciones que han desarrollado o
desarrollarán los disidentes al interior del país y los exiliados cubanos en
cualquier lugar del mundo serán indefectiblemente calificadas como «traición a
la patria cometida por los empleados a sueldo del imperialismo yanky».
(Hilda Molina, “Mi
verdad”, Ed. Booket, 2011).
De
la misma forma grosera e injustificada se descalifica o ignora a todo aquel que
muestra sus diferencias, que pregunta, que cuestiona o señala errores, dentro
de la Neo-FSSPX. Y los medios alternativos de comunicación que apoyan a esta
congregación se encargan de calificar de “traidores, desertores, parásitos,
débiles mentales, rebeldes, sedevacantistas” a quienes disienten de la posición
oficial de la nueva congregación que dirige Mons. Fellay. Cualquiera que hable
en público cuestionando al Superior general o, aún peor, mostrando su apoyo al
siempre vituperado Monseñor Williamson, se hace reo de sospecha, pasible de que
le denieguen los sacramentos o, si se pone muy insistente y firme, es invitado
a retirarse de la congregación, y en caso de no ser así, será castigado y
expulsado sin juicio previo y posteriormente execrado.
Pero,
lamentablemente, también las críticas a los resistentes pueden venir desde otro
lado, de quienes ya hace más tiempo alejados por justos motivos de la
Nueva-Fraternidad, descreen, sospechan o simplemente subestiman y denigran a
los más recientes resistentes, contribuyendo de ese modo a fomentar discordia y
división entre los resistentes, tal como ocurrió en el relatado caso cubano:
“En mi caso particular,
he recibido también críticas de algunos cubanos respetables que con loable
claridad vislumbraron tempranamente el peligro que amenazaba a nuestra isla, se
enfrentaron pacíficamente a Fidel Castro, guardaron prisión durante años por su
lucha en aras de la libertad; y ahora, radicados en el exilio, muestran
incomprensión hacia los que, como yo, según dicen, tardamos en valorar en su
justa medida la verdadera naturaleza del régimen. Me consta, y por lo tanto doy
fe, de que esas actitudes de intolerancia están impidiendo que personas
importantes dentro del gobierno se decidan a manifestar públicamente sus
discrepancias por temor a recibir agresiones desde todos los flancos. Resulta
paradójico que algunas personalidades del exilio que me han criticado con
bastante virulencia y que también critican a otros miembros de la disidencia
interna, reciban con honores e incluso ayuden a obtener refugio político tanto
a personas que hasta el último día antes de huir de la isla estuvieron
aplaudiendo a Fidel Castro, como a algunos atletas que colgaban sus medallas al
cuello del «Comandante». Está muy bien que ayuden a todos los que se decidan a
romper con el régimen sin importar la forma, el lugar y el momento en que lo
hacen, pero es muy injusto que rindan honores de héroe a los que se escapan, y
critiquen a los que decidimos asumir el riesgo de enfrentar a Fidel Castro en
su propio feudo. Opino también humildemente que, con una mayor tolerancia, esos
prestigiosos compatriotas del exilio podrían contribuir de forma más eficaz a
la imprescindible unión de todos los que anhelamos una patria nueva, sin los
vicios e injusticias del pasado y sin el horror del presente”.
(Ib.)
Esta
intolerancia que cae en falta de caridad, puede llegar a confundir las cosas
cuando, por ejemplo, focaliza sus diatribas contra Monseñor Williamson, como si
la resistencia fuera “williamsoniana” o este obispo le imprimiera su persona y
sus ideas enteramente a un movimiento cada vez más vasto y con muchas
diferencias, pero que sin dudas coincide
en lo esencial: la defensa de la fe católica y el combate al liberalismo de
Roma y de la neo-Fraternidad. ¿Valdrá aclarar que la Resistencia no es
williamsoniana, no sigue ciegamente a Mons. Williamson ni éste les dice a los sacerdotes
y fieles lo que deben pensar, aunque desde luego es escuchado y respetado por
ser nuestro obispo? La Resistencia de hecho no fue armada alrededor de Mons.
Williamson y lo cuenta a este entre sus filas porque coincide en lo esencial. “Entre
sus filas” decimos, pues al haber expresado él muchas veces que no quiere
liderar, detenta sólo la autoridad moral inseparable de su condición de Obispo.
Nadie hace hincapié en el pasado porque prácticamente todos los que la integran
en algún momento han sido o ingenuos o han estado confundidos y han aceptado
cosas equivocadamente. Ninguno se cree libre de pecado para tirar la primera
piedra. Pero más allá de los errores del pasado o de las diferencias del
presente, hay que repetirlo: nos une la misma fe, el credo, los sacramentos y
la actitud antiliberal y contrarrevolucionaria y desde luego antiacuerdista con
Roma. No es tal obispo o tal sacerdote lo que nos mantiene unidos, sino las
cosas fundamentales, empezando por la doctrina. De alguna forma lo decía
Monseñor Lefebvre, así:
“Todas estas (asociaciones
de fieles resistentes) que están de acuerdo en las bases fundamentales,
deberían reagruparse, no con una jerarquía absoluta que lleve a cabo todo,
digamos de una manera militar; sino que pienso que hay que dejar una gran
autonomía a todas estas asociaciones porque son ellas que se batirán en el
terreno, yo diría que ellas son como unidades de combate que no pueden siempre
estar conectadas a la central, y entonces habría que dejarles libertad,
ciertamente…
Es imposible, nosotros no
podemos salir de estas divisiones, tenemos absolutamente que tomar esta
resolución y decir: cuando tenemos un sacerdote, incluso si no es perfecto, nos
contentamos sabiendo que él se mantiene firme en las cosas fundamentales”.
(Febrero de 1976, a las
asociaciones San Pío V http://catholicapedia.net/audio/1976-02_Mgr-Lefebvre_Conference-aux-As.-St-Pie-V_sur-VII.mp3).