viernes, 24 de enero de 2014

DISIDENTES ENTRE DOS FUEGOS





La actual situación que atraviesan los católicos resistentes nos hace pensar en una analogía con respecto a la situación de aquellos que comúnmente llamados disidentes, han sido víctimas de las tiranías comunistas en su lucha empedernida contra la opresión de la mentira y la injusticia.

Por un lado puede hablarse de la nomenklatura de la neo-FSSPX, encabezada por el incuestionable Monseñor Fellay, que ya embarcado en su nuevo rumbo, ha decidido deshacerse de todos los que disientan o critiquen su traición a Mons. Lefebvre (en expresión del pavoroso P. Pfluger: eso sería una “purificación” de la FSSPX). De alguna forma llevan a cabo una acción que puede a otra escala compararse con las prácticas habituales de los regímenes comunistas, como lo explica alguien que lo ha sufrido durante muchos años en la isla cárcel de Cuba:

“Durante los últimos más de cincuenta años, siempre en condiciones de total indefensión, los llamados disidentes hemos sido víctimas de la más diversa gama de verdugos nacionales y extranjeros. El pri­mero de ellos es el implacable gobierno cubano que aplica sus instru­mentos sutiles y explícitos de violencia psicológica y física contra los que decimos «¡basta!» a la colonización de nuestras mentes y nuestras almas. Desde el mismo año 1959, además de autoerigirse como patria, nación, himno y bandera, Fidel Castro dividió en dos grupos a los naci­dos en Cuba. El grupo de los que piensan —o dicen pensar— como él ha dispuesto que debe pensarse; el grupo de los sumisos, dóciles, calla­dos y obedientes. Los miembros de este grupo integran la categoría de los buenos, los patriotas, los revolucionarios. Y el otro grupo, el de los que, haciendo uso de los atributos que Dios nos concedió al crearnos libres, nos decidimos a pensar con cerebro propio. Los integrantes de este segundo grupo pasamos a ser ipso facto asalariados de una poten­cia extranjera, gusanos, apátridas, traidores, agentes de la CIA, vendepatrias, contrarrevolucionarios y cuanto epíteto se le ocurra al «Comandante».
Con esta disparatada y antinatural clasificación, Fidel Castro asume un rango superior al del propio Dios, pues Dios puede tener detracto­res, opositores, enemigos... y de hecho los tiene, pero Fidel Castro no los acepta. Además, según esta clasificación, los cubanos constituimos una rara estirpe de subnormales única en el planeta, incapaces de uti­lizar nuestras propias neuronas pues solamente logramos pensar, razo­nar, sentir, hablar y actuar siguiendo los mensajes provenientes del cere­bro de Fidel Castro o, en su defecto, ejecutamos todas esas importantes funciones guiados por señales emitidas por los cerebros de potencias extranjeras. Como consecuencia de semejante aberración conceptual, todas las acciones que han desarrollado o desarrollarán los disidentes al interior del país y los exiliados cubanos en cualquier lugar del mundo serán indefectiblemente calificadas como «traición a la patria cometida por los empleados a sueldo del imperialismo yanky».
(Hilda Molina, “Mi verdad”, Ed. Booket, 2011).

De la misma forma grosera e injustificada se descalifica o ignora a todo aquel que muestra sus diferencias, que pregunta, que cuestiona o señala errores, dentro de la Neo-FSSPX. Y los medios alternativos de comunicación que apoyan a esta congregación se encargan de calificar de “traidores, desertores, parásitos, débiles mentales, rebeldes, sedevacantistas” a quienes disienten de la posición oficial de la nueva congregación que dirige Mons. Fellay. Cualquiera que hable en público cuestionando al Superior general o, aún peor, mostrando su apoyo al siempre vituperado Monseñor Williamson, se hace reo de sospecha, pasible de que le denieguen los sacramentos o, si se pone muy insistente y firme, es invitado a retirarse de la congregación, y en caso de no ser así, será castigado y expulsado sin juicio previo y posteriormente execrado.

Pero, lamentablemente, también las críticas a los resistentes pueden venir desde otro lado, de quienes ya hace más tiempo alejados por justos motivos de la Nueva-Fraternidad, descreen, sospechan o simplemente subestiman y denigran a los más recientes resistentes, contribuyendo de ese modo a fomentar discordia y división entre los resistentes, tal como ocurrió en el relatado caso cubano:

“En mi caso particular, he recibido también críticas de algunos cuba­nos respetables que con loable claridad vislumbraron tempranamente el peligro que amenazaba a nuestra isla, se enfrentaron pacíficamente a Fidel Castro, guardaron prisión durante años por su lucha en aras de la libertad; y ahora, radicados en el exilio, muestran incomprensión hacia los que, como yo, según dicen, tardamos en valorar en su justa medida la verdadera naturaleza del régimen. Me consta, y por lo tanto doy fe, de que esas actitudes de intolerancia están impidiendo que personas importantes dentro del gobierno se decidan a manifestar públi­camente sus discrepancias por temor a recibir agresiones desde todos los flancos. Resulta paradójico que algunas personalidades del exilio que me han criticado con bastante virulencia y que también critican a otros miembros de la disidencia interna, reciban con honores e incluso ayuden a obtener refugio político tanto a personas que hasta el último día antes de huir de la isla estuvieron aplaudiendo a Fidel Castro, como a algunos atletas que colgaban sus medallas al cuello del «Comandante». Está muy bien que ayuden a todos los que se decidan a romper con el régimen sin importar la forma, el lugar y el momento en que lo hacen, pero es muy injusto que rindan honores de héroe a los que se escapan, y critiquen a los que decidimos asumir el riesgo de enfrentar a Fidel Castro en su propio feudo. Opino también humildemente que, con una mayor tolerancia, esos prestigiosos compatriotas del exilio podrían contribuir de forma más eficaz a la imprescindible unión de todos los que anhelamos una patria nueva, sin los vicios e injusticias del pasado y sin el horror del presente”.
(Ib.)

Esta intolerancia que cae en falta de caridad, puede llegar a confundir las cosas cuando, por ejemplo, focaliza sus diatribas contra Monseñor Williamson, como si la resistencia fuera “williamsoniana” o este obispo le imprimiera su persona y sus ideas enteramente a un movimiento cada vez más vasto y con muchas diferencias,  pero que sin dudas coincide en lo esencial: la defensa de la fe católica y el combate al liberalismo de Roma y de la neo-Fraternidad. ¿Valdrá aclarar que la Resistencia no es williamsoniana, no sigue ciegamente a Mons. Williamson ni éste les dice a los sacerdotes y fieles lo que deben pensar, aunque desde luego es escuchado y respetado por ser nuestro obispo? La Resistencia de hecho no fue armada alrededor de Mons. Williamson y lo cuenta a este entre sus filas porque coincide en lo esencial. “Entre sus filas” decimos, pues al haber expresado él muchas veces que no quiere liderar, detenta sólo la autoridad moral inseparable de su condición de Obispo. Nadie hace hincapié en el pasado porque prácticamente todos los que la integran en algún momento han sido o ingenuos o han estado confundidos y han aceptado cosas equivocadamente. Ninguno se cree libre de pecado para tirar la primera piedra. Pero más allá de los errores del pasado o de las diferencias del presente, hay que repetirlo: nos une la misma fe, el credo, los sacramentos y la actitud antiliberal y contrarrevolucionaria y desde luego antiacuerdista con Roma. No es tal obispo o tal sacerdote lo que nos mantiene unidos, sino las cosas fundamentales, empezando por la doctrina. De alguna forma lo decía Monseñor Lefebvre, así:

“Todas estas (asociaciones de fieles resistentes) que están de acuerdo en las bases fundamentales, deberían reagruparse, no con una jerarquía absoluta que lleve a cabo todo, digamos de una manera militar; sino que pienso que hay que dejar una gran autonomía a todas estas asociaciones porque son ellas que se batirán en el terreno, yo diría que ellas son como unidades de combate que no pueden siempre estar conectadas a la central, y entonces habría que dejarles libertad, ciertamente…
Es imposible, nosotros no podemos salir de estas divisiones, tenemos absolutamente que tomar esta resolución y decir: cuando tenemos un sacerdote, incluso si no es perfecto, nos contentamos sabiendo que él se mantiene firme en las cosas fundamentales”.
(Febrero de 1976, a las asociaciones San Pío V http://catholicapedia.net/audio/1976-02_Mgr-Lefebvre_Conference-aux-As.-St-Pie-V_sur-VII.mp3).