Según parece, el Comunicado firmado por Mons.
Fellay el 29 de junio no es al fin claro como para unir voluntades detrás de
los líderes de la neo-congregación, y no resulta del todo que “El lenguaje es el de un soldado que
sin temblar y sin arengas, asegura tranquilo que va a permanecer en su
guardia”, como escribió alguien
filas adentro. Del mismo interior de la Fraternidad empiezan a surgir públicamente
dudas, cuestionamientos y recelos por el “secretismo”, la falta de “claridad” y
la “ambigüedad” del comunicado, que,
como ya decíamos nosotros, no hace mención en ningún momento del motivo de la
reunión de Superiores (que no “Capítulo general”) ni de la “oferta” romana. Pero,
al fin y al cabo, fue a posteriori la misma Roma modernista, por boca de Mons.
Pozzo, quien confirmó que tal comunicado no es ningún portazo, ningún rechazo,
ninguna ruptura y ninguna interrupción de relaciones con Roma. No afecta el
“camino del diálogo” y la “confianza recíproca que estamos construyendo
juntos”, en palabras de Mons. Pozzo en la entrevista al día siguiente del
comunicado. Y, como bien dicen en Non
Possumus, de este modo queda demostrada la primera condición impuesta por
el Capítulo del 2012, pues Roma le permite a la Fraternidad realizar críticas.
Sí, tiene libertad de palabra para hacer esta clase de críticas –totalmente
inoperantes y que caen en saco roto-, mientras no digan claramente que no
capitulan ante Roma modernista, que no pactan con Roma modernista y que siguen
en guerra con Roma modernista, prefiriendo permanecer anclados a la Roma
eterna. Lo que molestaría a Roma sería que la Fraternidad manifestara
claramente su propósito de ruptura con ellos mismos que son los agentes
destructores de la Iglesia. Lo que la mentira no tolera es que la verdad le
diga que no está dispuesta a tolerarla, a convivir con ella. Pues por
naturaleza no pueden convivir, y la mentira odia la verdad, como la verdad la
mentira. No pueden convivir juntas por principio. Pero la estrategia de Roma
está dando resultados: como el pescador que espera paciente que el pez que ya
ha mordido el anzuelo agote sus fuerzas y al fin cansado desista de buscar el
escape, Roma ofrece pequeñas concesiones o márgenes de libertad para que el pez
crea que puede escapar. Esto se entiende en las palabras del Cardenal Pie,
cuando afirmaba que “Todos los errores pueden hacerse concesiones
mutuas: son parientes próximos puesto que tienen un padre común: vos ex patre
diabolo estis. La verdad, hija del cielo, es la única que no capitula”. La
Fraternidad está dividida: el margen de verdad que queda se niega a capitular,
mientras que los que están dispuestos a hacer concesiones para “salir del agua”
no quieren dejar de morder el anzuelo. Lamentablemente los primeros, los que no
quieren renegar de la verdad, por temor o respeto humano, ya han capitulado
internamente cuando el Capítulo general del 2012. Y salvo un milagro ya no hay
vuelta atrás. (Sabemos, por otra parte, que Mons. de Galarreta trabaja en sostener
su liderazgo sobre un grupo de sacerdotes de Hispanoamérica y Francia, a fin de
aunar voluntades para poder, en el capítulo del 2018, donde Mons. Fellay no
puede ser reelegido, colocar a un hombre de su confianza, de modo de devolver
la paz a la Fraternidad. Pero Roma no tolerará que se llegue a esto y la misma
división interna de la Fraternidad terminará por debilitarla más).
Escribió San Roberto Belarmino: “Así
como es lícito resistir al Pontífice que ataca al cuerpo, es también lícito
resistir al Papa, que ataca a las almas o que perturba el orden civil, y, a
fortiori, al Papa que intenta destruir la Iglesia. Yo digo que es lícito
resistirle no haciendo lo que él ordena e impidiendo la ejecución de su
voluntad. No es, sin embargo, admisible juzgarle, sancionarle o destituirle”.
(De Romano Pontífice, tomo I, libro II, cap. 29).
Si Francisco,
claramente un Papa que “ataca a las
almas”, que “perturba el orden civil,
y, a fortiori, (…) intenta destruir la Iglesia”, decretara motu proprio la regularización canónica
de la FSSPX, esta actuaría lícitamente resistiéndole e “impidiendo la ejecución de su voluntad”. Eso no implicaría
“destituirle”, sino impedirle hacer un daño a la Tradición, pues objetivamente
ha demostrado con creces ser un enemigo de la misma, y no hay motivos que
susciten una confianza a ser depositada en él, en tanto no afirme con claridad
la doctrina ortodoxa de la Iglesia. Pero la FSSPX se ha colocado en una
posición extremadamente débil, y habiendo ya comenzado a hacer concesiones a la
Roma modernista, será incapaz de resistir como se debe el avance destructor
de los modernistas. Lo único que podría salvar a la FSSPX sería la ruptura
total de relaciones con Roma en cuanto a la búsqueda de una regularización
canónica, afirmando nuevamente, con toda sencillez y claridad, lo que dijera
Mons. Lefebvre: “Para todo sacerdote que
quiera permanecer católico, es un deber estricto separarse de esta iglesia
conciliar mientras ella no regrese a la tradición del magisterio de la iglesia
y de la fe católica”. ("Itinerario Espiritual", 1991).