DEL SENTIDO DE LA PALABRA
"REINO" EN EL PADRENUESTRO, SEGÚN SANTO TOMÁS DE AQUINO
SANTO TOMAS DE AQUINO: "EL PADRENUESTRO y EL AVEMARÍA COMENTADOS"
Segunda Petición VENGA A NOS TU REINO
Como está dicho, el Espíritu Santo hace que amemos, deseemos y pidamos rectamente.
Y primeramente
causa en nosotros el temor por el que tratamos de que sea santificado el
nombre de Dios.
Otro don es el don de piedad. La piedad es propiamente un afecto tierno y devoto al Padre, y también
a todo hombre que se halle en la miseria.
Como Dios es ciertamente nuestro Padre, no solamente debemos reverenciarlo y temerlo, sino que
también debemos tenerle un amor tierno y delicado. Y este afecto es
el que nos hace pedir que venga el reino de Dios. Tit 2, 12-13:
"Vivamos en este siglo con piedad y justicia, aguardando la feliz
esperanza y la manifestación de la gloria del gran Dios".
Mas se podría preguntar: El reino de Dios siempre ha existido: ¿por qué pues pedimos que venga?
Debemos responder que esto puede entenderse de tres maneras.
A) En primer lugar porque algunas veces un
rey tiene tan sólo el derecho
del reino o del señorío; y sin embargo aún no se declara el dominio de ese
mismo reino porque la gente del reino aún no se le sujeta. Luego su
reinado o dominio se declarará cuando la gente del reino se le sujete.
Ahora bien, por sí mismo y por su naturaleza Dios es el Señor de todo. Dan. 7, 14: "A Él se le dio
el poder, el honor y el reino". Es necesario, por lo tanto, que todo
le esté sometido. Pero esto no se ha realizado aún, sino que se
realizará al fin del mundo. 1 Cor 15, 25: "Él debe reinar hasta que
ponga a todos sus enemigos a sus pies". Por lo cual pedimos y
decimos: "Venga a nos tu reino".
Y esto lo pedimos en cuanto a tres cosas: que
los pecadores se conviertan y sean salvados por la gracia de
Dios; que los pecadores sean castigados en la vida presente para su
conversión para que escapen el castigo eterno; que los
pecadores contumaces en impenitencia final sean castigados; y la
muerte destruida.
Porque los hombres están sometidos a Cristo de dos maneras: o voluntariamente, o a la fuerza. Como,
en efecto, la voluntad de Dios es de tal manera eficaz que se tiene
que cumplir totalmente y Dios quiere que todas las cosas se le sometan a
Cristo, una de esas dos maneras será necesaria: o sea, que o el hombre
haga la voluntad de Dios sometiéndose uno a sus mandatos, y esto es
lo que hacen los justos; o que Dios haga con todos su propia voluntad
castigándolos, y esto hará con los pecadores y con sus enemigos. Lo cual
será en el fin del mundo. Salmo 109, 1: cuando "ponga a tus enemigos
de escabel de tus pies".
Por lo cual les es dado a los santos (los justos que viven en el estado de gracia santificante) el pedir
que venga el reino de Dios, o sea, que se le sometan
aquéllos totalmente.
Mas para los pecadores contumaces es algo horrible, porque el pedir que venga el reino de
Dios no es sino que por voluntad de Dios se les someta a
los suplicios. Amos 5, 18: "¡Ay de los [pecadores] que ansían el
día del Señor!".
Pero con esto se destruirá la muerte. En efecto, como Cristo es la vida, en su reino no puede existir la
muerte, que es lo contrario de la vida. Por lo cual se dice en 1
Cor 15, 26: "El último enemigo en ser destruido será
la muerte".
Y esto ocurrirá en la resurrección. Fil 3, 21: "Transformará nuestro vil cuerpo en un cuerpo semejante al suyo
glorioso".
B) En segundo lugar el reino de los cielos se
llama gloria del paraíso. Ni es de admirar, porque reino no significa
sino gobierno. Y se da el mejor gobierno donde nada hay contra la voluntad
del gobernante. Ahora bien, la voluntad de Dios es la salvación de los
hombres, porque Él quiere que [todos] los hombres se salven (cf.
1 Tim 2, 4). Y esto será principalmente en el paraíso, donde no habrá
nada contrario a la salvación de los hombres.
Mt 13, 41: "Los ángeles quitarán de su reino todos los escándalos". Mas en este mundo hay muchas
cosas contrarias a la salvación de los hombres. Así es que cuando
pedimos "Venga a nos tu reino" oramos para ser partícipes del
reino celestial y de la gloria del paraíso.
Y este reino es sobremanera deseable por tres motivos. Primeramente por la soberana justicia
que en él hay. Isaías 60, 21: "Tu pueblo: todos justos". Y si
bien aquí los malos están mezclados con los buenos, allá no
habrá ningún malo y ningún pecador.
También por su perfectísima libertad. Pues aquí no existe la libertad, aunque todos naturalmente la
desean; pero allá habrá libertad plena contra toda clase de esclavitud. Rom 8, 21:
"La criatura misma será liberada [de
la esclavitud] de la corrupción". Y no sólo serán todos libres sino
que también serán reyes: Apoc 5, 10: "Nos hiciste reyes para nuestro
Dios".
La razón de ello es que todos tendrán la misma voluntad con Dios; y Dios querrá todo lo que los
santos quieran, y éstos lo que Dios quiera: de modo que al hacerse la
voluntad de Dios se hará la de ellos. Y por lo mismo todos reinarán, pues
se hará la voluntad de todos, y el Señor será la corona de todos. Isaías
28, 5: "En aquel día el Señor de los ejércitos será corona de gloria
y diadema de gozo para el resto de su pueblo".
También por su maravillosa plenitud [de bienes]. Isaías 64, 4: "Ningún ojo ha visto, sino sólo
Tú, oh Dios, lo que has preparado para los que te están aguardando". Salmo 102, 5: "El es
el que sacia con sus bienes tus deseos".
Y adviértase que el hombre hallará todo en solo Dios más excelentemente y más perfectamente que
todo cuanto encuentre en el mundo. Si buscas el deleite, el supremo
deleite encontrarás en Dios; si riquezas, en El encontrarás toda la
abundancia que da su razón de ser a las riquezas; y así en cuanto a lo
demás. Dice San Agustín en sus Confesiones: "Cuando el alma fornica
alejándose de ti, fuera de ti busca las cosas puras y límpidas que
no encuentra sino cuando vuelve a ti".
C) El tercer motivo [de pedir a Dios que venga
su reino] es que
algunas veces reina en este mundo el pecado. Y esto ocurre cuando el hombre está de
tal manera dispuesto que sigue inmediatamente y hasta el final su
inclinación al pecado. Dice el Apóstol en Rom 6, 12: "Que no reine,
pues, el pecado en vuestro cuerpo mortal"; sino que Dios debe reinar
en tu corazón. Isaías 7, 7: "Sión, reinará tu Dios". Y esto
ocurre cuando está presto a obedecer a Dios y a observar todos sus
mandamientos.
Así es que cuando pedimos que venga el reino de Dios, pedimos que no reine en nosotros el pecado, sino
Dios.
Por esta misma
petición llegaremos a la bienaventuranza, de la que se dice en Mt 5,
4: "Bienaventurados los mansos". En efecto, según la primera
explicación [del "venga a nos tu reino"], por desear el hombre
que Dios sea el Señor de todos, no se venga de la injuria que se le infiera, sino que se
la deja a Dios. Porque si te
vengaras, no desearías que viniese su reino.
Y según la segunda explicación, si esperas su reino, o sea, la gloria del paraíso, no debes preocuparte
si pierdes los bienes de este mundo.
Asimismo según la tercera explicación, si pides que Dios reine en ti y su Cristo, como Él fue
mansísimo, también tú debes ser manso. Mt 11, 29: "Aprended de Mí que soy manso". Hebr
10, 34: "Con alegría aceptasteis el despojo
de vuestros bienes".
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Para el mayor teólogo
de todos los tiempos, la palabra "reino" del Padrenuestro nunca se
relaciona con el supuesto reino milenario de Cristo.
El reinado de Cristo visible por mil años en la tierra es una idea que no existe en la teología de Santo Tomás de Aquino.
El reinado de Cristo visible por mil años en la tierra es una idea que no existe en la teología de Santo Tomás de Aquino.