Lo que sigue está
extractado de un blog masón que transcribió la noticia con gran euforia:
Carta
de la Laicidad... ¡Muy bien por Francia!
Francia
avanza en la consolidación del laicismo. A partir del lunes 9 de septiembre de
2013 entró en vigor la publicación de la “Carta del laicismo” en los colegios
franceses. Este texto estará junto al lema de la República francesa –“Libertad,
igualdad, fraternidad”.
Según
ésta declaración de 15 artículos, ningún alumno (o sus padres) puede rechazar
contenidos o continentes del programa escolar oficial. “Sólo tratamos de
explicar lo que pone en el artículo primero de nuestra Constitución donde se
indica que la República es indivisible, democrática, social y laica”, ha
declarado el ministro de Educación, Vincent Peillon.
CARTA
DE LA LAICIDAD EN LA ESCUELA
"La
Nación confía a la Escuela la misión de hacer participar a los alumnos de los
valores de la República."
1.
Francia es una república indivisible, laica, democrática y social. Asegura la
igualdad ante la ley, en el conjunto de su territorio para todos los
ciudadanos. Respeta todas las creencias.
2.
La República laica organiza la separación de las religiones y del Estado. El
Estado es neutro en relación a las convicciones religiosas o espirituales. No
hay ninguna religión de Estado.
3.
La laicidad garantiza la libertad de conciencia a todos. Cada uno es libre de
creer o de no creer. Permite la libre expresión de sus convicciones, en el
respeto de las de los demás y en los límites del orden público.
4.
La laicidad permite el ejercicio de la ciudadanía, conciliando la libertad de
cada uno con la igualdad y la fraternidad de todos en el deseo del interés
general.
5.
La República asegura en los establecimientos escolares el respeto de cada uno
de estos principios.
6.
La laicidad de la escuela ofrece a los alumnos las condiciones para formar su
personalidad, ejercer su libre arbitrio y hacer el aprendizaje de la ciudadanía.
Les protege de todo proselitismo y de cualquier presión que les impidiera hacer
sus propias elecciones.
7.
La laicidad asegura a los alumnos el acceso a la cultura común y compartida.
8.
La laicidad permite el ejercicio de la libertad de expresión de los alumnos con
el límite del buen funcionamiento de la escuela, del respeto de los valores
republicanos y del pluralismo de las convicciones.
9.
La laicidad implica el rechazo de todas las violencias, de todas las
discriminaciones, garantiza la igualdad entre las chicas y los chicos y reposa
sobre una cultura de respeto y de comprensión del otro.
10.
Corresponde a todo el personal trasmitir a los alumnos el sentido y el valor de
la laicidad, así como otros principios fundamentales de la República. Ellos velan
por su aplicación en el ámbito escolar. Les corresponde hacer llegar el
conocimiento de esta carta a los padres de los alumnos.
11.
El personal tiene un deber de estricta neutralidad: no deben manifestar sus
convicciones políticas o religiosas en el ejercicio de sus funciones.
12.
Las enseñanzas son laicas. A fin de garantizar a los alumnos la apertura más
objetiva posible a la diversidad y visiones del mundo así como a la amplitud y
a la precisión de los conocimientos, ningún tema está excluido a priori del
cuestionamiento científico y pedagógico. Ningún alumno puede invocar una
convicción religiosa o política para objetar a un profesor el derecho de tratar
una cuestión del programa.
13.
Nadie puede argüir su pertenencia religiosa para rehusar su cumplimiento de las
reglas aplicables en la escuela de la República.
14.
En los establecimientos escolares públicos, las reglas de vida de los
diferentes espacios, precisadas en el reglamento interior son respetuosas con
la laicidad. Está prohibido portar símbolos o vestidos por los cuales los
alumnos manifiesten ostensiblemente una pertenencia religiosa.
15.
Por medio de sus reflexiones y de sus actividades, los alumnos contribuyen a
hacer vivir la laicidad en el seno de su establecimiento.
Hasta
aquí la referida acogida masónica a la masónica educación impuesta en Francia.
En
cuanto al proyecto recientemente publicitado del Vaticano (en detalle aquí), podemos
recordar que Francisco, según propias declaraciones, respeta todas las creencias y que cada uno puede
definir en su propia conciencia el bien y el mal para actuar en consecuencia y
hacer el bien que su conciencia le dicte. También que dijo en un discurso a la
clase dirigente en su estadía en Brasil (27 de julio de 2013) lo siguiente: “Es imposible imaginar un
futuro para la sociedad sin una incisiva contribución de energías morales en
una democracia que no sea inmune de quedarse cerrada en la pura lógica de la
representación de los intereses establecidos. Es fundamental la contribución de las grandes tradiciones religiosas,
que desempeñan un papel fecundo de fermento en la vida social y de animación de
la democracia. La convivencia
pacífica entre las diferentes religiones se ve beneficiada por la laicidad del
Estado, que, sin asumir como propia ninguna posición confesional, respeta y
valora la presencia del factor religioso en la sociedad”.
Así,
si el Estado no defiende y abraza ninguna religión como propia, es por lo tanto
indiferente a todas las religiones y él mismo se convierte en una religión por
encima de todas o, sino, se convierte en servidor de una nueva religión que las
abarca e incluye a todas con sus reconciliadas diferencias. Y si el Estado “respeta
y valora la presencia del factor religioso en la sociedad”, lo hace en tanto y
en cuanto haya “una convivencia pacífica entre las diferentes religiones”. Y
para que esto ocurra en la escuela, la enseñanza debe ser laica, para que nadie
se sienta discriminado y excluido en la integración que se pretende. De manera
que la pretendida convivencia pacífica es un fin excluyente de la verdad, pues
está claro que la verdad es intransigente con el error.
La
propuesta global del Vaticano que pretende la animación religiosa de una
sociedad democrática, sería lograr la inclusión a través de este proyecto, para
ir unificando las distintas escuelas –confesionales o no- hacia la meta de una
utopía humanitaria que no tendrá nada en absoluto del reinado social de Cristo.
Lo que han hecho en Francia ha sido un paso muy acelerado y torpe para el gusto
de algunos “neworders”, pues genera un inmediato rechazo en muchos católicos,
por lo cual –entre otras cosas y sobre todo la ley de matrimonio homosexual y
sus escándalos públicos- Francisco se vio obligado a mostrarse frío y distante
en el comienzo de su encuentro con Francois Hollande en el Vaticano, aunque ha
parecido más que nada un gesto “para la tribuna” de los que ya estamos
acostumbrados, pues luego volvió Francisco a su habitual y sonriente tesitura.
Como
buen liberal que es, Francisco puede variar su discurso y así hablarles a los
alumnos de las escuelas jesuitas de una manera más ortodoxa, aunque en realidad
deje de lado el discurso (acaso escrito por otro) para divagar en una diálogo o
entrevista con los asistentes. Pero nuevamente deja en claro su pensamiento
cuando vuelve a plantear un igualitarismo que deja de lado la doctrina católica
como si ésta fuese un impedimento o un prejuicio que impide el entendimiento
con los otros: “Cuando los líderes de los
diferentes sectores me piden un consejo, mi respuesta es siempre la misma:
Diálogo, diálogo, diálogo. El único modo de que una persona, una familia, una
sociedad, crezca; la única manera de que la vida de los pueblos avance, es la
cultura del encuentro, una cultura en la que todo el mundo tiene algo bueno que
aportar, y todos pueden recibir algo bueno a cambio. El otro siempre tiene algo
que darme cuando sabemos acercarnos a él con actitud abierta y disponible, sin
prejuicios. Sólo así puede prosperar un buen entendimiento entre las culturas y
las religiones, la estima de unas por las otras sin opiniones previas gratuitas
y en el respeto de los derechos de cada una”.
¿Por
qué si Francisco propone al Estado la neutralidad en materia religiosa, luego
éste no puede a su vez imponer que en
las escuelas “el personal tiene un deber de estricta neutralidad: no deben
manifestar sus convicciones políticas o religiosas en el ejercicio de sus
funciones”? Si la única solución se encuentra en el “diálogo” y la “cultura del
encuentro”, ¿por qué impedir que se excluya todo lo que obstaculice este
diálogo y este encuentro, por ejemplo la intolerancia doctrinal de la verdad
católica? ¿Acaso no coincide Francisco y la iglesia conciliar con la Carta de
la Laicidad cuando esta afirma que “La laicidad implica el
rechazo de todas las violencias, de todas las discriminaciones, garantiza la
igualdad entre las chicas y los chicos y reposa sobre una cultura de respeto y
de comprensión del otro”?
Por
esto lo que vemos avanzar ya sea in
extremis o moderadamente, es el proyecto de transformación religioso a
nivel mundial donde se hace un lavado de todas las religiones –ya lo hemos
visto en Asís- para conformar un credo que coloque en el centro al hombre y las
diversas creencias pasen a ser simplemente diversidades culturales capaces de
dialogar y convivir para animar una sociedad global democrática donde reinará
la paz y la “cultura del encuentro”. Entonces será el tiempo del Anticristo.