Tal medida solamente puede ser o un acto de justicia o de injusticia. Quien está en mejores condiciones de juzgar es la autoridad competente. No lo dudamos. Esta autoridad es la autoridad máxima de la Fraternidad San Pio X. Luego, en principio, ésta es justa y ortodoxa.
Si la autoridad que condena a Monseñor Williamson es justa, entonces Monseñor Williamson es culpable. Pero los acontecimientos de los últimos meses, por no decir años, nos dan derecho a preguntarnos. ¿Culpado de qué? ¿De estar adherido al Vaticano II? Muy por el contrario. ¿Culpado de haber desobedecido a Monseñor Fellay? Eso es lo que dicen. Examinemos, pues, esta acusación, si para eso tuviéremos competencia. Creo que tenemos una competencia externa fundada en hechos públicos. No en un veredicto de autoridad competente, sino en una alarma, una indignación, una perplejidad fundada en hechos reales y verificables, como sucedió en el caso de Monseñor Lefebvre condenado por Paulo VI o Juan Pablo II. Los fieles también juzgaron que aquella condenación era injusta. Ellos no eran jueces competentes, pero la fe estaba en juego. Y ellos juzgaron y acertaron. Hagamos como ellos, honestamente, buscando la verdad pues de esto se trata: de la verdad, de la fe católica, de la gloria de Dios.
¿Cuándo hay desobediencia? Cuando, por espíritu de rebelión, se niega a obedecer una orden legítima de un superior. ¿Toda desobediencia es motivo de expulsión? Cuando ella es pertinaz y sin fundamento, fruto de la mala voluntad, la desobediencia merece penas cada vez mayores que pueden culminar en una expulsión.
Sin entrar en la vida interna de la Fraternidad San Pio X y en todo lo que sucedió entre Menzingen y Monseñor Williamson a lo largo de los años, me quedaré con lo que es del dominio público y que aparentemente, es la causa de su expulsión.
Monseñor Williamson criticó la conducta de Menzingen. Los otros dos obispos también. Algunos miembros de la Fraternidad también. Las comunidades amigas también. Muchos fieles también. ¿Y que criticaron? Criticaron una aproximación desastrosa con la Roma modernista, seguida de una disminución notable de la defensa pública de la fe que ya no combate los errores del Vaticano II y del gobierno actual de la Iglesia. ¿Y esto por qué? Porque en esta lucha contra el liberalismo nosotros luchamos juntos y todo lo que respecta a este combate nos preocupa también a nosotros.
¿Y cuál fue la respuesta de Menzingen? Estos señores no tienen espíritu sobrenatural ni realismo. ¿Cuáles fueron sus decisiones? Monseñor Williamson fue excluido del capítulo general, los Dominicos y Capuchinos fueron excluidos de las ordenaciones de Ecône, Sacerdotes de la Fraternidad amenazados de expulsión.
Enseguida, el superior de la Fraternidad San Pio X declaró: “Me he engañado, fui engañado”. ¿Y los que no se engañaron ni engañaron a Menzingen? ¿Qué fue de ellos? ¿Fueron honrados? ¿Alabados por su clarividencia? ¿Rehabilitados? No. Algunos de ellos fueron amenazados o expulsados. Curiosa manera de actuar con los que acertaron.
Pero tal vez Menzingen no considere que los tres obispos y los padres de algunas comunidades amigas y los fieles hayan acertado. Tal vez lo que lamenta Menzingen es otra cosa. Tal vez sea un hecho de que Roma engañó a Menzingen. Pero confiar en Roma modernista ¿no es precisamente falta de realismo? Tal vez, pero Menzingen no está de acuerdo con la carta de los tres obispos y, sobre todo, no está de acuerdo con Monseñor Williamson.
¿Y Monseñor Williamson? ¿Tiene el derecho de no estar de acuerdo con Menzingen? ¿Tiene el derecho de hablar públicamente de su discrepancia? ¿Tiene el derecho de venir a Brasil a administrar el Crisma al monasterio de Pe, Jahir Britto y al monasterio de la Santa Cruz, así como a Vitória y a Maringá? Muchos dirían que no. Monseñor Williamson tiene que callarse y no salir de Londres. Cualquier otra actitud es contraria a la obediencia.
Aquí hacemos una pregunta: ¿Monseñor Williamson debe permanecer callado, viendo la destrucción progresiva del espíritu de Monseñor Lefebvre dentro de la Tradición? En otras palabras: ¿Monseñor Williamson debe callar delante del progresivo crecimiento del ala liberal de la Tradición? Pero ¿Qué ala es esa? ¿Eso existe en la Tradición? Esto es un insulto, dirán algunos. Pero si esta ala no existe, entonces ¿por qué Menzingen desea tanto un acuerdo con Roma, siendo que Roma no se ha convertido? Si esta ala no existe, ¿por qué el Capítulo general del 2012 no confirmó las decisiones del Capítulo General del 2006? Si esta ala no existe, ¿por qué el libro del Padre Celier “Benedicto XVI y los tradicionalistas fue difundido masivamente? Si esta ala no existe, ¿por qué los tres obispos lo denuncian, en cierta forma, en la carta a Monseñor Fellay y sus asistentes? Si esta ala no existe, ¿por qué los padres Cardozo, Pfeiffer, Chazal, Trincado, están expulsados o en vía de expulsión de la Fraternidad? Por pura desobediencia, dirán algunos. ¿Pura desobediencia? ¿y las razones dadas por estos padres? ¿Y las razones dadas por Monseñor Williamson? ¿Y las declaraciones de Monseñor Fellay que contrastan tan fuertemente con las de Monseñor Lefebvre? ¿Qué refutación tienen estos argumentos? ¿Qué reparación tienen las declaraciones de Monseñor Fellay?
Dom Lourenço refutó los argumentos de Monseñor Williamson en su artículo “O dia em que a Terra parou”. Infelizmente, las razones de Dom Lourenço no son consistentes. Dar seis condiciones para un acuerdo es desear un acuerdo. Desear un acuerdo es diferente de la posición de Monseñor Lefebvre, que exigió desde 1988, antes de sentarse a la mesa de las negociaciones, que el Papa diese su completa adhesión a las encíclicas de sus predecesores que condenan los errores modernos. Son los principios que rigen nuestra acción. Abandonar este principio es entrar en la vía de las ambigüedades, típicas de los liberales.
Acuerdo es una palabra que no tiene derecho de ciudadanía en la situación actual. No se hacen acuerdos en materia doctrinal, en materia de fe. La palabra correcta es conversión. Si, para esto nosotros rezamos y trabajamos, para la conversión del Santo Padre, de Monseñor Fellay y de todos los que, por falta de espíritu sobrenatural o de realismo, toman caminos no son aquellos que nos enseñaron nuestros maestros y que las palabras de Nuestro Señor resumen tan bien: si, si; no, no, todo lo demás viene del maligno.
Este artículo ya estaba escrito cuando salió la carta abierta de Monseñor Williamson. Ella explica todo mucho mejor que cualquier otro texto. Esta carta debe de ser leída y meditada por todos los que no quieren otra cosa en este mundo más que la honra de Nuestro Señor y su Reino sobre la sociedad y sobre cada uno de nosotros.
Que los sufrimientos de esta crisis sirvan para la propagación de este Reino.
Fr. Tomás de Aquino
24 de octubre de 2012