Arrebatada en la flor de su edad
“Monseñor Dupanloup, obispo de
Orleans, cuenta lo siguiente:
Me hallaba al lado de un lecho de
muerte recogiendo y bendiciendo el último suspiro de una joven que apenas tenía
veinte años y hacía más de uno que se había casado.
Pertenecía a la familia de un mariscal famoso de Francia y acababa de tener un hijo.
Sus padres estaban consternados y medios desesperados.
Pasé a donde estaba la moribunda, me quedé atónito al verla sonriente:
-¿Es
que no cree que iré al cielo?
- Hija mía, tengo mucha
esperanza.
-
Y yo seguridad, porque he cumplido el consejo que usted me dio hace años.
- No recuerdo.
-
Verá. El día de mi primera comunión me recomendó que rezara todos los días con
devoción las tres Avemarías, y desde hace cuatro años me hice cófrade del
Rosario y no he dejado de rezarlo todas las noches. Por eso confío salvarme. No
puedo creer que habiendo pedido a la Virgen cincuenta veces cada día que rogase
por mí en la hora de la muerte, ahora que voy a morir, no esté Ella a mi lado…
Y presencié un espectáculo
consolador, una muerte verdaderamente celestial. Recibidos los Santos
Sacramentos, vi a aquella tierna y débil criatura arrebatada en la flor de su
edad, consolando a sus buenos padres, alentando a su marido y besando a su
hijito del alma. Y en medio de todos estos lazos que se rompían, de todos estos
abrazos que la retenían, no veía otra cosa que el cielo ni hablaba más que del
cielo, hasta que la Virgen se la llevó consigo”.
ANÉCDOTAS MARIANAS - FRAY ANTONIO
CORREDOR GARCÍA