sábado, 2 de julio de 2016

IDAS Y VENIDAS SOBRE UN COMUNICADO





Según parece, el Comunicado firmado por Mons. Fellay el 29 de junio no es al fin claro como para unir voluntades detrás de los líderes de la neo-congregación, y no resulta del todo que  “El lenguaje es el de un soldado que sin temblar y sin arengas, asegura tranquilo que va a permanecer en su guardia”, como escribió alguien filas adentro. Del mismo interior de la Fraternidad empiezan a surgir públicamente dudas, cuestionamientos y recelos por el “secretismo”, la falta de “claridad” y la “ambigüedad” del comunicado, que, como ya decíamos nosotros, no hace mención en ningún momento del motivo de la reunión de Superiores (que no “Capítulo general”) ni de la “oferta” romana. Pero, al fin y al cabo, fue a posteriori la misma Roma modernista, por boca de Mons. Pozzo, quien confirmó que tal comunicado no es ningún portazo, ningún rechazo, ninguna ruptura y ninguna interrupción de relaciones con Roma. No afecta el “camino del diálogo” y la “confianza recíproca que estamos construyendo juntos”, en palabras de Mons. Pozzo en la entrevista al día siguiente del comunicado. Y, como bien dicen en Non Possumus, de este modo queda demostrada la primera condición impuesta por el Capítulo del 2012, pues Roma le permite a la Fraternidad realizar críticas. Sí, tiene libertad de palabra para hacer esta clase de críticas –totalmente inoperantes y que caen en saco roto-, mientras no digan claramente que no capitulan ante Roma modernista, que no pactan con Roma modernista y que siguen en guerra con Roma modernista, prefiriendo permanecer anclados a la Roma eterna. Lo que molestaría a Roma sería que la Fraternidad manifestara claramente su propósito de ruptura con ellos mismos que son los agentes destructores de la Iglesia. Lo que la mentira no tolera es que la verdad le diga que no está dispuesta a tolerarla, a convivir con ella. Pues por naturaleza no pueden convivir, y la mentira odia la verdad, como la verdad la mentira. No pueden convivir juntas por principio. Pero la estrategia de Roma está dando resultados: como el pescador que espera paciente que el pez que ya ha mordido el anzuelo agote sus fuerzas y al fin cansado desista de buscar el escape, Roma ofrece pequeñas concesiones o márgenes de libertad para que el pez crea que puede escapar. Esto se entiende en las palabras del Cardenal Pie, cuando afirmaba que Todos los errores pueden hacerse concesiones mutuas: son parientes próximos puesto que tienen un padre común: vos ex patre diabolo estis. La verdad, hija del cielo, es la única que no capitula”. La Fraternidad está dividida: el margen de verdad que queda se niega a capitular, mientras que los que están dispuestos a hacer concesiones para “salir del agua” no quieren dejar de morder el anzuelo. Lamentablemente los primeros, los que no quieren renegar de la verdad, por temor o respeto humano, ya han capitulado internamente cuando el Capítulo general del 2012. Y salvo un milagro ya no hay vuelta atrás. (Sabemos, por otra parte, que Mons. de Galarreta trabaja en sostener su liderazgo sobre un grupo de sacerdotes de Hispanoamérica y Francia, a fin de aunar voluntades para poder, en el capítulo del 2018, donde Mons. Fellay no puede ser reelegido, colocar a un hombre de su confianza, de modo de devolver la paz a la Fraternidad. Pero Roma no tolerará que se llegue a esto y la misma división interna de la Fraternidad terminará por debilitarla más).

Escribió San Roberto Belarmino: Así como es lícito resistir al Pontífice que ataca al cuerpo, es también lícito resistir al Papa, que ataca a las almas o que perturba el orden civil, y, a fortiori, al Papa que intenta destruir la Iglesia. Yo digo que es lícito resistirle no haciendo lo que él ordena e impidiendo la ejecución de su voluntad. No es, sin embargo, admisible juzgarle, sancionarle o destituirle”. (De Romano Pontífice, tomo I, libro II, cap. 29).

Si Francisco, claramente un Papa que “ataca a las almas”, que “perturba el orden civil, y, a fortiori, (…) intenta destruir la Iglesia”, decretara motu proprio la regularización canónica de la FSSPX, esta actuaría lícitamente resistiéndole e “impidiendo la ejecución de su voluntad”. Eso no implicaría “destituirle”, sino impedirle hacer un daño a la Tradición, pues objetivamente ha demostrado con creces ser un enemigo de la misma, y no hay motivos que susciten una confianza a ser depositada en él, en tanto no afirme con claridad la doctrina ortodoxa de la Iglesia. Pero la FSSPX se ha colocado en una posición extremadamente débil, y habiendo ya comenzado a hacer concesiones a la Roma modernista, será incapaz de resistir como se debe el avance destructor de los modernistas. Lo único que podría salvar a la FSSPX sería la ruptura total de relaciones con Roma en cuanto a la búsqueda de una regularización canónica, afirmando nuevamente, con toda sencillez y claridad, lo que dijera Mons. Lefebvre: “Para todo sacerdote que quiera permanecer católico, es un deber estricto separarse de esta iglesia conciliar mientras ella no regrese a la tradición del magisterio de la iglesia y de la fe católica”. ("Itinerario Espiritual", 1991).