Primer número de la revista Iesus Christus, del Distrito América del
Sur.
Por entonces se llamaba a las cosas por
su nombre.
“En razón del rechazo de
considerar nuestros pedidos, y siendo evidente que el objetivo de esta
reconciliación no es en absoluto el mismo para la Santa Sede que para nosotros,
creemos preferible esperar momentos más propicios cuando Roma vuelva a la Tradición (…)
Continuaremos rezando para que la Roma moderna, infestada de
modernismo, vuelva a ser la Roma católica y recobre su Tradición dos veces
milenaria. Entonces, el problema de la reconciliación ya no tendrá razón de
ser y la Iglesia volverá a tener una renovada juventud.”
Mons. Lefebvre, Carta a Juan
Pablo II, 2 de junio de 1988.
“Para Roma el objetivo de
las conversaciones es la reconciliación, como lo dice el Cardenal Gagnon en una
entrevista concedida al diario italiano “L’Avvenire”, es decir, el regreso de
la oveja descarriada al redil. Es lo que yo expreso en la carta al Papa del 2
de junio: “el objetivo de las conversaciones no es el mismo para Vos que para
nosotros.
Cuando pensamos en la
historia de las relaciones de Roma con los tradicionalistas desde 1965 hasta
nuestros días nos vemos obligados a comprobar que se trata de una persecución
cruel y sin descanso para someternos al Concilio.(…)
La Roma actual, conciliar y modernista no podrá tolerar jamás la
existencia de una rama vigorosa de la Iglesia Católica que con su vitalidad la
condena”
Mons. Lefebvre, Econe, 19 de
junio de 1988.
Comenta Mons.
Straubinger sobre los Apóstoles:
“Esta santa audacia para predicar la
divina Palabra sin disminuirla, es la gracia que más anhelaban los apóstoles” (Nota
a Hechos 4,13).
Para no perder ni disminuir
esa santa audacia Mons. Lefebvre prefirió romper con la Roma ocupada por los modernistas.
Entendió claramente –dolorosamente- que esa Roma no estaba dispuesta a permitir
la predicación de la Verdad entera y sin compromisos.
Los Apóstoles habían
dado ya testimonio de esto cuando dijeron al linaje sacerdotal en el Sinedrio,
ante la prohibición de hablar en el nombre de Jesús:
“Nosotros
no podemos dejar de hablar lo que hemos visto y oido” (Hechos
4,20)
Al respecto comenta Mons.
Straubinger:
“En esta bellísima confesión, que más
parece un desahogo del alma apostólica, vemos la fuerza incontenible del
Evangelio (…) Es la embriaguez del Espíritu, que los hace pasar por borrachos
ante el mundo, como Cristo pasaba por loco ante sus parientes”.
Decididos a confesar la
verdad, estaban dispuestos a pasar por locos o borrachos ante el mundo. Hoy la
Neo-FSSPX afirma que quiere confesar íntegra la verdad pero sin tener que pasar
por locos, borrachos, rebeldes, cismáticos, cobardes o lo que fuere. Buscan el “Reconocimiento”
de aquellos que deploran la verdad. Quieren el beneficio inmenso de la verdad
sin pagar el precio que significa poseerla.
Todos tendremos que
salir a confesar pública y personalmente la verdad, cuando Dios lo disponga, y con su gracia, como en
el caso de los Apóstoles, convocados por las autoridades. Donde sea que Dios
nos lleve, cuando Él disponga las circunstancias, ante quien fuere. La FSSPX
está hoy ante esas circunstancias concretas, ante unas autoridades. Pero equivoca el camino porque
reemplaza al Espíritu Santo por la diplomacia. Ya no habla “sí sí, no no”, como hablaron los
Apóstoles.
Los fieles recibieron a
los Apóstoles, al regresar del Sinedrio, de donde fueron expulsados con amenazas,
y rezaron pidiendo a Dios:
“Ahora,
pues, Señor, mira las amenazas de ellos, y da a tus siervos que prediquen con
toda libertad tu palabra” (Hech. 4,29)
Tras lo cual,
“…llenos
del Espíritu Santo, anunciaban con toda libertad la palabra de Dios” (Hech. 4,31)
Hicieron esto sin haber
obtenido un “reconocimiento” sinagogal (y hoy sabemos que el poder talmúdico
controla gran parte de las deciciones romanas). No les faltaba libertad, eso
que piden hoy los líderes de la FSSPX. La FSSPX se fue expulsada de Roma (con “excomuniones”
y todo) y a partir de entonces fue bendecida con la gracia de hacerse fuerte en
la verdad, confesando con entera libertad la doctrina católica y denunciando
los errores. Mons. Lefebvre entendió, tras muchas idas y venidas, esta
situación con respecto a Roma, por lo que nunca más buscó llegar a entenderse
con ellos. El pastor no puede pedir licencia al lobo para que lo deje custodiar
las ovejas. El buen pastor aleja a las ovejas del lobo y les advierte contra
éste. Y lo hace con entera libertad pues la gracia de Dios lo sostiene. La
Neo-FSSPX ha perdido aquella santa audacia y busca sostenerse en una “santa
diplomacia”, muy apreciada por Francisco y la iglesia conciliar. Los Apóstoles
se sintieron gozosos al haber sido hallados dignos de sufrir desprecio por el nombre
de Jesús. En esto reside el hecho de ser verdaderamente un Apóstol y un buen
pastor, y no un mercenario.
Ignacio
Caballero