«Se dice también
que mi obra desaparecerá conmigo porque no habrá obispos que me reemplacen.
Estoy seguro de lo contrario; sobre esto no tengo ninguna inquietud. Puedo
morir mañana y Dios tiene todas las soluciones. Si hoy se callan, uno u otro de
estos obispos recibirá del Espíritu Santo el valor y el impulso de levantarse
en su momento. Si mi obra es de Dios, El sabrá conservarla y hacerla servir
para bien de la Iglesia. Nuestro Señor nos lo prometió: las puertas del
infierno no prevalecerán contra ella.
Por eso me
obstino, y si se quiere conocer el motivo profundo de esta obstinación, es
éste: En la hora de mi muerte, cuando Nuestro Señor me pregunte: ¿qué has hecho de tu episcopado, qué has
hecho de tu gracia episcopal y sacerdotal?, no quiero oír de su boca esas
terribles palabras: Has contribuido a
destruir mi Iglesia con los demás».
Monseñor Marcel
Lefebvre, Carta a los católicos perplejos.