“La
humildad debe de ir acompañada con la constancia y fortaleza, y en la misma
condescendencia que debemos observar con los hombres, es necesario conservar
una santa libertad de hijos de Dios, que no permita asustarnos con las amenazas
de los grandes de la tierra, ni ceder a la voluntad de los malos, ni
condescender por cobardía a las cosas injustas que tal vez nos pueden pedir
los príncipes, no lisonjeando los vicios de los otros, por una flaqueza que
llegue a herir nuestra conciencia”. (S. Hilario, in Psalm. 14. sent. 25, Trie.
T. 2. p. 263 y 264.)
“Cuando sentís que las presentes gracias que
Dios os hace os causan algún movimiento de soberbia, traed a la memoria
vuestros pecados, y se os pasará esta hinchazón del corazón”. (S. Basilio.
Homl. de humil.. sent. 20. Tric. T. 3. p. 194.)
"Considerad
bien el consejo de Dios. No quiso escoger para la publicación del Evangelio a
los sabios, a los ricos, ni a los nobles, sino a los simples pescadores y publicanos,
para que no se creyese que los fieles habían sido persuadidos con la ciencia,
ganados con las riquezas, o atraídos del poder y autoridad: y para manifestar a
toda la tierra, que tan grandes progresos no se debían a los razonamientos de
la elocuencia, sino a la fuerza de la verdad. (S. Ambrosio, lib. 5. c. 6. sent.
84. Tric. T. 4. p. 330.)"
"Los
pecadores humildes entran con más facilidad por la estrecha puerta que lleva a
la vida -la que tantos buscan y pocos hallan-, que los justos que son soberbios”.
(S. Paulino, Ep. 29. ad Sever.,
seni. 9, Tric. T. 5. p. 331.)
"Hace
Jesucristo de las Bienaventuranzas, como una cadena divina, y la primera, es
como un escalón para subir a la segunda; porque la humildad del corazón va sin
repugnancia a llorar sus pecados. El que llora sus pecados, será como por un
efecto necesario, benigno, justo y misericordioso. El que esté lleno de
benignidad, justicia y misericordia, tendrá puro el corazón. El que tenga puro
el corazón, será sin duda pacífico; y el que posea todas estas virtudes, no
temerá los peligros, ni se turbará con cuantas calamidades carguen sobre él”.
(S. Juan Crisóstomo, Homil. 15, sent. 44, Tric. T. 6, p. 308).
“¿En quién pondré yo mis ojos, sino en aquel
que es humilde? En toda la Escritura se ve, que la humildad sirve de alas a la
oración: porque Dios está muy cerca de los corazones contritos y humillados”.
(S. Juan Crisóstomo, in
Psalm. 9. sent. 126. Tric. T. 6, p. 323.).
"El
fundamento de la filosofía cristiana, es la humildad. Levantad cuanto queráis
un edificio espiritual, todo compuesto de limosnas, oraciones, ayunos y de
todas las demás virtudes, si no habéis primero sentado el fundamento de la
humildad, todo será inútil, y el edificio edificado sobre arena movediza,
presto se arruinará. No hay obra buena que no necesite el apoyo de esta virtud:
ninguna sin ella puede subsistir. Alabadme cuanto queráis la continencia, la virginidad,
el desprecio de las riquezas y las demás virtudes: sin la humildad todo esto es
impuro, profano y abominable en la presencia de Dios”. (S. Juan Crisóstomo,
sent. 211, Tric. T. 6. p. 342.).
"Dios
no ama tanto a los hombres porque guardan la castidad, practican el ayuno,
desprecian las riquezas y gustan de hacer limosna, como por la mansedumbre,
humildad y arreglo de costumbres”. (S. Juan Crisóstomo, sent. 219, Tric. T. 6.
p. 344.).
"Si
nos faltara la humildad, aun cuando practicáramos todas las virtudes, seríamos
semejantes al que hubiera edificado una casa sobre arena movediza. Cuando yo
digo humildad, no hablo de la que sólo consiste en las palabras y la lengua,
sino de la que está en el espíritu, en el corazón, en la conciencia, cuya sinceridad
sólo Dios puede conocer” (S. Juan Crisóstomo, sent. 221. Tric. T. 6, p. 344.).
“Un
hombre afable, no solamente es manso y humilde para sí mismo, sino también
agradable y útil para los otros; pero el hombre colérico, es malo para sí y
pernicioso para los demás: porque no hay cosa más desagradable, penosa y
molesta para todo el mundo, que una persona fácil a la ira; por el contrario,
nada agrada tanto como un hombre que jamás se enoja. (San Juan Crisóstomo.
Homl. 6. c. 2. sent. 264. Tric. T. 6. p. 355.)"
“Dice
S. Pablo, que debemos portamos con toda humildad; fue decirnos, que no nos
hemos de contentar con manifestarla en las palabras y acciones, sino también en
nuestros sentidos, ademanes y aun hasta en el tono de la voz: no hemos de ser
humildes con unos y arrogantes con otros, sino humildes con todos, con los
amigos y con los enemigos, con los grandes y con los pequeños: la verdadera humildad
es lo que nos inclina a abatimos en las mayores acciones. (S. Juan Crisóstomo, Homl. 9, c. 6. ad Ephes., sent.
339, Tric. T. 6. p. 374.)”
“Hay
mucha diferencia entre la bajeza y la humildad, porque la bajeza nos inclina
muchas veces a condescendencias y lisonjas indignas”. (S. Juan Crisóstomo, Homl. 5. ad Philip., sent. 351,
Tric. T. 6, p. 377.).
"Cuando
mi alma se turba, no tiene otro remedio que la humildad para no presumir de sus
fuerzas: se confunde y abate esperando que la levante Dios: nada bueno se
atribuya a sí mismo el que quiera recibir de Dios lo que necesita”. (S. Agustín,
Psalm. 39. sent. 57. Tric. T. 7. p. 459.).
“Vuestra prudencia sea siempre sin orgullo, y
vuestra humildad esté siempre acompañada de prudencia”. (S. Agustín, Salm. 112,
sent. 153, Tric. T. 7, p. 468.).
“No
dice el Señor: Aprended de mí a fabricar el mundo, o a resucitar los muertos,
sino que soy manso y humilde de corazón... ¿Tan grande cosa es, oh Señor, el
ser humilde y pequeño, que si vos que sois tan grande no lo hubierais
practicado, no se pudiera aprender?” (S.
Agustín, de Sanct. Virg., c. 35. sent. 29. adic. Tric. T. 7, p. 487.).
“Sed
a vuestros ojos viles y despreciables; contentaos con que os menosprecien: sed
para vosotros un objeto fastidioso y despreciado. El que en un principio se
abate, es grande en la presencia de Dios, y el que seriamente se tiene por
despreciable, ya ha hallado el verdadero secreto de agradar a los ojos del
Supremo Monarca: sed pequeños en vuestra consideración para ser grandes a los
ojos de aquel Juez incorruptible, que es el único que decide del verdadero
mérito sin poder engañarse. Cuando los hombres hagan menos caso de vosotros,
tanto más os estimará Aquél que da el verdadero precio a las cosas”. (S. Anselmo. Exhort. ad comtemptum. tempor.. sent. 10.
Tric. T. 9. p. 341.).
“Para
conservar la humildad, suele ordenar la piedad divina, que el que más aprovecha
piense que adelanta menos”. (S. Bernardo, Serm. 75. sent. 157. Tric. T. 10, p.
331.).
“Gloriosa
es la humildad, pues la misma soberbia se cubre de ella con su capa para verse
honrada”. (S. Bernardo, Trac, de Grad.
hum.. n. 6, sent. 160. Tric. T. 10. p. 331.).
“La
humillación es el camino para la humildad, así como la paciencia lo es para la
paz, y la lectura para la ciencia. Si deseas la virtud de la humildad, no huyas
del camino de la humillación: porque si no puedes ser humillado, no podrás ser
ensalzado a la humildad”. (S.
Bernardo. Epist. 87. ad Oger. Canon. Reg., sent. 18. adic. Tric. T. 10, p.351).