miércoles, 23 de diciembre de 2015

SENTENCIAS DE LOS SANTOS PADRES – LA HUMILDAD





“La humildad debe de ir acompañada con la constancia y fortale­za, y en la misma condescendencia que debemos observar con los hombres, es necesario conservar una santa libertad de hijos de Dios, que no permita asustarnos con las amenazas de los grandes de la tierra, ni ceder a la voluntad de los malos, ni condescender por cobar­día a las cosas injustas que tal vez nos pueden pedir los príncipes, no lisonjeando los vicios de los otros, por una flaqueza que llegue a herir nuestra conciencia”. (S. Hilario, in Psalm. 14. sent. 25, Trie. T. 2. p. 263 y 264.)


 “Cuando sentís que las presentes gracias que Dios os hace os causan algún movimiento de soberbia, traed a la memoria vuestros pecados, y se os pasará esta hinchazón del corazón”. (S. Basilio. Homl. de humil.. sent. 20. Tric. T. 3. p. 194.)


"Considerad bien el consejo de Dios. No quiso escoger para la publicación del Evangelio a los sabios, a los ricos, ni a los nobles, sino a los simples pescadores y publicanos, para que no se creyese que los fieles habían sido persuadidos con la ciencia, ganados con las riquezas, o atraídos del poder y autoridad: y para manifestar a toda la tierra, que tan grandes progresos no se debían a los razonamientos de la elocuencia, sino a la fuerza de la verdad. (S. Ambrosio, lib. 5. c. 6. sent. 84. Tric. T. 4. p. 330.)"


"Los pecadores humildes entran con más facilidad por la estrecha puerta que lleva a la vida -la que tantos buscan y pocos hallan-, que los justos que son soberbios”. (S. Paulino, Ep. 29. ad Sever., seni. 9, Tric. T. 5. p. 331.)


"Hace Jesucristo de las Bienaventuranzas, como una cadena divi­na, y la primera, es como un escalón para subir a la segunda; porque la humildad del corazón va sin repugnancia a llorar sus pecados. El que llora sus pecados, será como por un efecto necesario, benigno, justo y misericordioso. El que esté lleno de benignidad, justicia y misericordia, tendrá puro el corazón. El que tenga puro el corazón, será sin duda pacífico; y el que posea todas estas virtudes, no temerá los peligros, ni se turbará con cuantas calamidades carguen sobre él”. (S. Juan Crisóstomo, Homil. 15, sent. 44, Tric. T. 6, p. 308).


 “¿En quién pondré yo mis ojos, sino en aquel que es humilde? En toda la Escritura se ve, que la humildad sirve de alas a la oración: porque Dios está muy cerca de los corazones contritos y humillados”. (S. Juan Crisóstomo, in Psalm. 9. sent. 126. Tric. T. 6, p. 323.).


"El fundamento de la filosofía cristiana, es la humildad. Levantad cuanto queráis un edificio espiritual, todo compuesto de limosnas, oraciones, ayunos y de todas las demás virtudes, si no habéis primero sentado el fundamento de la humildad, todo será inútil, y el edificio edificado sobre arena movediza, presto se arruinará. No hay obra buena que no necesite el apoyo de esta virtud: ninguna sin ella puede subsistir. Alabadme cuanto queráis la continencia, la virginidad, el desprecio de las riquezas y las demás virtudes: sin la humildad todo esto es impuro, profano y abominable en la presencia de Dios”. (S. Juan Crisóstomo, sent. 211, Tric. T. 6. p. 342.).


"Dios no ama tanto a los hombres porque guardan la castidad, practican el ayuno, desprecian las riquezas y gustan de hacer limosna, como por la mansedumbre, humildad y arreglo de costumbres”. (S. Juan Crisóstomo, sent. 219, Tric. T. 6. p. 344.).


"Si nos faltara la humildad, aun cuando practicáramos todas las virtudes, seríamos semejantes al que hubiera edificado una casa sobre arena movediza. Cuando yo digo humildad, no hablo de la que sólo consiste en las palabras y la lengua, sino de la que está en el espíritu, en el corazón, en la conciencia, cuya sinceridad sólo Dios puede conocer” (S. Juan Crisóstomo, sent. 221. Tric. T. 6, p. 344.).


“Un hombre afable, no solamente es manso y humilde para sí mismo, sino también agradable y útil para los otros; pero el hombre colérico, es malo para sí y pernicioso para los demás: porque no hay cosa más desagradable, penosa y molesta para todo el mundo, que una persona fácil a la ira; por el contrario, nada agrada tanto como un hombre que jamás se enoja. (San Juan Crisóstomo. Homl. 6. c. 2. sent. 264. Tric. T. 6. p. 355.)"


“Dice S. Pablo, que debemos portamos con toda humildad; fue decirnos, que no nos hemos de contentar con manifestarla en las palabras y acciones, sino también en nuestros sentidos, ademanes y aun hasta en el tono de la voz: no hemos de ser humildes con unos y arrogantes con otros, sino humildes con todos, con los amigos y con los enemigos, con los grandes y con los pequeños: la verdadera hu­mildad es lo que nos inclina a abatimos en las mayores acciones. (S. Juan Crisóstomo, Homl. 9, c. 6. ad Ephes., sent. 339, Tric. T. 6. p. 374.)”


“Hay mucha diferencia entre la bajeza y la humildad, porque la bajeza nos inclina muchas veces a condescendencias y lisonjas indig­nas”. (S. Juan Crisóstomo, Homl. 5. ad Philip., sent. 351, Tric. T. 6, p. 377.).

"Cuando mi alma se turba, no tiene otro remedio que la humildad para no presumir de sus fuerzas: se confunde y abate esperando que la levante Dios: nada bueno se atribuya a sí mismo el que quiera recibir de Dios lo que necesita”. (S. Agustín, Psalm. 39. sent. 57. Tric. T. 7. p. 459.).


 “Vuestra prudencia sea siempre sin orgullo, y vuestra humildad esté siempre acompañada de prudencia”. (S. Agustín, Salm. 112, sent. 153, Tric. T. 7, p. 468.).


“No dice el Señor: Aprended de mí a fabricar el mundo, o a resucitar los muertos, sino que soy manso y humilde de corazón... ¿Tan grande cosa es, oh Señor, el ser humilde y pequeño, que si vos que sois tan grande no lo hubierais practicado, no se pudiera apren­der?” (S. Agustín, de Sanct. Virg., c. 35. sent. 29. adic. Tric. T. 7, p. 487.).


“Sed a vuestros ojos viles y despreciables; contentaos con que os menosprecien: sed para vosotros un objeto fastidioso y despreciado. El que en un principio se abate, es grande en la presencia de Dios, y el que seriamente se tiene por despreciable, ya ha hallado el verdadero secreto de agradar a los ojos del Supremo Monarca: sed pequeños en vuestra consideración para ser grandes a los ojos de aquel Juez inco­rruptible, que es el único que decide del verdadero mérito sin poder engañarse. Cuando los hombres hagan menos caso de vosotros, tanto más os estimará Aquél que da el verdadero precio a las cosas”. (S. Anselmo. Exhort. ad comtemptum. tempor.. sent. 10. Tric. T. 9. p. 341.).


“Para conservar la humildad, suele ordenar la piedad divina, que el que más aprovecha piense que adelanta menos”. (S. Bernardo, Serm. 75. sent. 157. Tric. T. 10, p. 331.).


“Gloriosa es la humildad, pues la misma soberbia se cubre de ella con su capa para verse honrada”. (S. Bernardo, Trac, de Grad. hum.. n. 6, sent. 160. Tric. T. 10. p. 331.).


“La humillación es el camino para la humildad, así como la pa­ciencia lo es para la paz, y la lectura para la ciencia. Si deseas la virtud de la humildad, no huyas del camino de la humillación: porque si no puedes ser humillado, no podrás ser ensalzado a la humildad”. (S. Bernardo. Epist. 87. ad Oger. Canon. Reg., sent. 18. adic. Tric. T. 10, p.351).