Traducción de Alejandro
Villarreal.
5.1. La Misa Una Cum:
El Obispo Guérard des Lauriers [24] solía decir que “el citar a Juan
Pablo II en el Te Igitur de la Santa Misa es cometer, objetiva e inevitablemente,
el doble crimen del sacrilegio y el cisma capital.” [Nota de
B&T: Te Igitur es parte de la primer oración del canon de la Misa: “Te
igitur clementissime Pater”.] Por el contrario, la expresión Una
Cum en el Canon de la Misa no significa que uno afirme que se está ‘en
comunión’ con las opiniones erróneas del papa, sino por el contrario, que uno
desea orar por la Iglesia “y por” el papa, su cabeza visible. Con el fin de
estar seguros de esta interpretación, reportaremos la rúbrica del misal para la
ocasión en que un obispo celebra la Misa. En este caso, el obispo debe rezar
por la Iglesia “Una cum… me indigno famulo tuo” lo cual no significa que
él rece ‘en comunión con… sí mismo, su indigno servidor’ (¡lo cual no
tiene sentido!), sino que el reza ‘y por… mí, su indigno servidor.’
Debemos entonces considerar que aquellos quienes niegan el pronunciar el nombre
del papa durante el canon de la Misa piensan que la Iglesia ha perdido su
cabeza visible, ¡esta actitud es cismática!
5.2. Validez de los Nuevos Sacramentos:
Muchos sedevacantistas sostienen que la Nueva Misa y los Nuevos
Sacramentos siempre son inválidos. Ellos consideran que todos los sacerdotes
ordenados por el nuevo rito, después de 1969, no son sacerdotes. Sobre este
tema, permítanme citar al Arzobispo Lefebvre:
“Ahora, es fácil demostrar que la Nueva Misa manifiesta una
inexplicable aproximación con la teología y liturgia de los Protestantes. Los
siguientes dogmas fundamentales del Santo Sacrificio de La Misa no están
claramente representados e incluso son contradictorios… ¿Uno debe ir tan lejos
como para concluir que estas Misas son inválidas? En tanto que las condiciones
esenciales para su validez estén presentes: materia, forma, intención y validez
en la ordenación del sacerdote, no veo cómo alguien pueda afirmar esto. Las
oraciones del Ofertorio, el Canon y la Comunión del sacerdote, las cuales
rodean las palabras de la Consagración, son necesarias, no para la validez del
Sacrificio y el Sacramento, sino para su integridad. Es claro, sin embargo, que
pocas y cada vez menos Misas son válidas en estos días al mismo tiempo que la
fe de los sacerdotes es destruida y ellos no poseen más la intención de hacer
lo que la Iglesia hace, una intención que la Iglesia no puede cambiar. La
formación actual de aquellos quienes son llamados seminaristas no los prepara
para celebrar una Misa válida.” [25]
5.3. Tergiversación de la verdadera naturaleza de la Iglesia:
En este punto, me gustaría ofrecer un diagnóstico de la actitud
sedevacantista.
“Los sedevacantistas están verdaderamente obsesionados con la
cuestión del papado. Uno bien podría preguntarse si en muchos de ellos es
debido a algún trauma sicológico. Es entendible su veneración ancestral por el
papa y que parece desencadenar en ellos un verdadero pánico ante la idea de
contrastar su querida imagen idealizada del papa con papas tales como Pablo VI
y Juan Pablo II. El Sedevacantismo parece ser más un problema
sicológico que uno teológico… Sólo ahora vemos con nitidez los efectos que
esta corriente teológica produce en los católicos apasionados. Ellos ahora se
han convertido en su propio papa. Ellos juzgan a sus propios sacerdotes. Muchos
de ellos ya no recurren al sacramento de la Confesión, muchos de ellos ya no
escuchan las enseñanzas infalibles de la Iglesia. Generalmente ellos traen la
ruina moral sobre sus propias familias.” [26]
Tal imagen estimada e idealizada del papado los está llevando a actuar
en la práctica como si la Iglesia sólo tuviese un fundamento divino. Por el
contrario, la Iglesia, como fundamento de Jesucristo, es tanto divina como
humana. Es divina en su origen, en su fundador y cabeza invisible… pero es
humana en sus miembros, en particular en su cabeza visible, el papa. Siendo
divina, la Iglesia es la esposa inmaculada e intachable de Cristo… pero, en su
origen humano, la Iglesia está compuesta por hombres quienes, como usted o yo,
somos pecadores. Entonces, no deberíamos sorprendernos si el papa actual puede
traicionar a su maestro, como lo hizo San Pedro. Junto al Sedevacantismo, vemos
revivir algunos de los viejos errores de John Wycliffe y John Hus, quienes
pretendieron que los pecadores ya no fueran miembros de la Iglesia. Permítanme
citar algunas de sus proposiciones, condenadas por el Concilio de Constanza
(1414-1418):
“Si el papa es reconocido como un malvado, y consecuentemente un
miembro del mal, el no tendría el poder sobre los fieles, no sería sustentado
por nadie, a menos que lo haga el César.” [27]
Y:
“Si el papa es malvado y especialmente descubierto como Judas, el
Apóstol, es diabólico… y él no será la cabeza de la santa Iglesia militante, ya
que no será miembro de ésta.” [28]
No importa la forma en que ellos traten de justificar su posición,
tenemos que aceptar que la tesis sedevacantista no está sustentada en hechos
objetivos, sino en subjetivismo. El criterio objetivo requerido por la
teología católica para reconocer quien es verdadero papa, corresponde al
reconocimiento de aquel quien fue electo por Cardenales, Obispos y por toda la
Iglesia. En la mente sedevacantista, tal criterio ya no puede ser objetivo,
sino que, necesariamente se apelará a una fuente fundamentalmente subjetiva e
incluso se hará un esfuerzo por hacerla parecer objetiva. Debido a que la
actitud del Sedevacantismo no está basada en los principios seguros y objetivos
de la teología católica, no debemos sorprendernos al atestiguar algunas
asombrosas retractaciones y cambios de parecer. Permítanme ofrecerles un
ejemplo de entre muchos: allá en los años ochenta, el Padre Olivier de
Blignières, en ese entonces un ferviente promotor de la tesis sedevacantista de
Fr. Guérard des Lauriers y habiendo fundado en Francia una comunidad religiosa.
Entonces, como consecuencia del Motu Proprio del Papa Juan Pablo II de
1988 Ecclesia Dei Afflicta, el mismo Padre de Blignières cambió su
posición y se puso bajo la comisión Ecclesia Dei. Su comunidad, llamada la
Fraternidad de San Vicente Ferrer, fue inmediatamente reconocida por las
autoridades Romanas y le concedieron el status de Derecho Pontificio. En el
campo doctrinal, allá en los años ochentas, Fr. de Blignières pensaba que la
Libertad Religiosa era herética, ahora escribe libros para justificar la
Libertad religiosa según el Vaticano II.