De la “Imitación de Cristo”, Libro III, Capítulo
LIV.
Hijo,
observa atentamente los movimientos de la naturaleza y de la gracia, porque
muy contraria y sutilmente se mueven, de modo que con dificultad son
conocidos sino por varones espirituales e interiormente iluminados. Todos
desean el bien, y en sus dichos y hechos buscan alguna bondad; por eso muchos
se engañan con color del bien.
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LA NATURALEZA
-no quiere morir de buena gana, ni quiere
ser apremiada ni vencida, ni de grado sujeta ni sometida;
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LA GRACIA
-trabaja en la propia mortificación, resiste
a la sensualidad, quiere ser sujeta, desea ser vencida, no quiere usar de su
propia libertad, huélgase de estar bajo de la disciplina, no codicia dominar
a nadie sino vivir, servir y estar siempre bajo la mano de Dios, y por Dios
está pronta a obedecer con toda humildad a cualquier criatura humana;
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-trabaja por su interés y atiende a la
ganancia que le puede venir de otro;
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-no considera lo que es útil y provechoso a
sí, sino lo que aprovecha a muchos;
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-recibe de buena gana la honra y la
reverencia;
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-fielmente atribuye sólo a Dios toda honra y
gloria;
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-teme la confusión y el desprecio,
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-alégrase en sufrir injurias por el nombre
de Jesús;
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-ama el ocio y la quietud corporal;
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-no puede estar ociosa, antes abraza de
buena voluntad el trabajo;
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-busca tener cosas curiosas y hermosas, y
aborrece las viles y groseras;
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-deléitase con cosas llanas y humildes, no
desecha las ásperas, ni rehúsa el vestir ropas viejas;
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-mira lo temporal, gózase de las ganancias
terrenas, entristécese del daño y enójase de una palabra injuriosa;
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-mira las cosas eternas, no está apegada a
lo temporal ni se turba cuando lo pierde, ni se aceda con las palabras
ásperas; porque puso su tesoro y gozo en el cielo, donde ninguna cosa perece;
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-es codiciosa, y de mejor gana toma que da,
y ama las cosas propias y particulares;
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-es piadosa y común para todos, desdeña la
singularidad, conténtase con lo poco y tiene por mayor felicidad el dar que recibir;
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-nos inclina a las criaturas, a la propia
carne, a las vanidades y a las distracciones;
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-nos lleva a Dios y a las virtudes, renuncia
a las criaturas, huye del mundo, aborrece los deseos de la carne, refrena los
pasos vagos y se avergüenza de parecer en público;
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-de buena gana toma cualquier consuelo
exterior en que deleite sus sentidos;
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-sólo en Dios se quiere consolar, y
deleitarse en el sumo Bien sobre todo lo visible;
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-cuanto hace es por su propia comodidad y
ganancia, no puede hacer cosa de balde, sino que espera alcanzar otro tanto o
más alabanza o favor por el bien que ha hecho, y desea que sean sus obras y
sus dádivas muy estimadas;
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-ninguna cosa temporal busca, ni quiere otro
premio sino sólo a Dios, y de lo temporal no quiere más que cuanto basta para
conseguir lo eterno;
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-se alegra de los muchos amigos y allegados,
gloríase de la nobleza del lugar y del linaje, lisonjea a los poderosos,
halaga a los ricos y regocija a sus iguales;
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-aún a los enemigos ama, y no blasona por
los muchos amigos, ni estima el lugar ni el linaje de donde viene, si no hay
en ello mayor virtud; más favorece al pobre que al rico, tiene mayor
compasión del inocente que del poderoso, alégrase con el veraz y no con el
mentiroso, amonesta siempre a los buenos que sean mejores, y que por las
virtudes imiten al Hijo de Dios;
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-luego se queja de la necesidad y del
trabajo;
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-sufre con constancia la pobreza;
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-convierte a sí todas las cosas, y por sí
pelea y porfía;
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-todo lo refiere a Dios, de donde
originalmente dimanan; ningún bien se atribuye ni presume vanamente. No
porfía ni prefiere su razón a la de los otros; mas en todo sentido y
entendimiento se sujeta a la sabiduría eterna y al divino examen;
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-desea saber y oír novedades y secretos, y
quiere mostrarse exteriormente y experimentar muchas cosas con los sentidos;
desea ser conocida y hacer cosas de donde le proceda la alabanza y fama.
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-no cuida de entender cosas nuevas ni
curiosas, porque todo esto nace de la corrupción antigua, porque no hay cosa
nueva ni durable sobre la tierra. Enseña a recoger los sentidos, a evitar la
ostentación y pompa vana, a esconder humildemente las cosas maravillosas y dignas
de alabar, y buscar de todas las cosas y de toda ciencia fruto provechoso,
alabanza y honra de Dios. No quiere que ella ni sus cosas sean pregonadas;
mas desea que Dios sea glorificado en sus dones, que los da todos por puro
amor.
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Esta
gracia es una luz sobrenatural, y un singularísimo don de Dios, y propiamente
una señal de los escogidos, y prenda de la salvación eterna, que levanta al
hombre de lo terreno a amar lo celestial, y de carnal lo hace espiritual. Así
que, cuanto más apremiada y vencida es la naturaleza, tanto le es infundida
mayor gracia, y cada día es reformado el hombre interior según la imagen de
Dios con nuevas visitaciones.
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