Sobre
algunos temas candentes… o menos
candentes.
El
P. Roger-Thomas Calmel O.P. falleció el
3 de mayo de 1975 (primer sábado del mes de María). Por el vigésimo aniversario
de su llamado a Dios, nosotros publicamos en su memoria, hace veinte años, un
número especial de Le Sel de la terre (el número 12 bis, del cual quedan
algunos ejemplares).
Por
su cuadragésimo aniversario, les presentamos este pequeño florilegio.
Le
Sel de la terre.
El
lenguaje flexible
En
julio-agosto de 1964 -la primera
sesión del Vaticano II había concluido hacía algunos meses- el P. Calmel
atacaba, en Itinéraires, el “lenguaje
flexible” que invadía la Iglesia.
"Yo
siempre tuve horror a las expresiones flexibles, viscosas o evasivas que pueden
ser tomadas en todos los sentidos, a las cuales cada quien puede hacer decir lo
que quiera; el tecnócrata por ejemplo podría encontrar allíla aprobación de su
despotismo tecnocrático y el ermita fabricante de cestas, una consoladora
bendición por su trabajo de contemplativo. Y las expresiones flexibles,
viscosas o evasivas me provocan tanto más horror cuando se cubren de autoridades
eclesiásticas: los monseñores, los sacerdotes o los abades. Sobre todo, estas
expresiones me parecen una injuria directa a Aquél que ha dicho: Yo soy la Verdad… Ustedes son la luz del mundo… Que vuestra palabra sea sí, sí, no,
no".[i]
El «complotismo»
Denunciando
la « táctica del Dragón en
los tiempos modernos, que suscita sociedades ocultas, verdaderas
contra-sociedades que se infiltran como un virus en las sociedades santas para
desnaturalizarlas », el P. Calmel agrega:
"Los
cristianos que lo reciben con una sonrisa indulgente cuando usted evoca las
sociedades secretas y sus proyectos de subversión mundial, muestran sobre todo
que ellos tienen una idea muy corta de la malicia del demonio y de sus métodos
de combate. No es porque ciertas obras sobre las sociedades secretas
testimonien un simplismo que aflige, que es razonable y cristiano tener a estas
sociedades como de cantidad despreciable, cercana a cero".[ii]
El
espíritu del Vaticano II
Siempre
abrimos con una especie de sobrecogimiento el prólogo de La Apología por la Iglesia de
siempre del P. Calmel[iii]. Encontramos allí, de entrada, uno de los más
penetrantes análisis que jamás hayan sido realizados sobre el Vaticano II, sus
intenciones, sus ilusiones, su “espíritu”.
En el cincuenta aniversario de la clausura de este concilio, convendría
reproducir estas páginas:
"Extraviados
por la gran quimera de querer descubrir los medios infalibles y fáciles de
realizar de una buena vez la unidad religiosa del género humano, los prelados,
los prelados que ocupan los cargos más importantes, trabajan en inventar una
Iglesia sin fronteras en la cual todos los hombres, previamente dispensados de renunciar
al mundo y a Satanás, se encontrarán sin tardanza libres y fraternales. Dogmas,
ritos, jerarquía, incluso el ascetismo si se quiere, todo subsistirá de la primera Iglesia, pero todo
serádesprovisto de las protecciones requeridas, queridas por el Señor y
precisadas por la Tradición; por lo mismo todo será vaciado de la savia católica, de la
gracia y de la santidad. Los adeptos de las confesiones más heteróclitas, e
incluso aquellos que rechazan todas las confesiones, entrarían entonces al
mismo nivel; pero ellos entrarían a una Iglesia engañosa. Esta es la presente
tentativa del prestigioso amo de las mentiras y de las ilusiones. He aquí la gran obra, de inspiración masónica,
en la cual hace trabajar a sus secuaces, sacerdotes sin la fe promovidos como
teólogos eminentes, obispos inconscientes o felones si no apóstatas
disfrazados, llevados rápidamente al colmo de los honores, investidos de las
más altas prelaturas. Ellos consumen su vida y pierden su alma edificando una Iglesia posconciliar, bajo el sol
de Satanás.
▪ Los dogmas, decididamente golpeados por el relativismo de la nueva
pastoral que no condena ninguna herejía, ya no proponen un objeto preciso y
sobrenatural; por consiguiente ya no es necesario para recibirlos, suponiendo
que la palabra conserve todavía en este caso un significado, de inclinar la
inteligencia ni de purificar el corazón.
▪ Los sacramentos se ponen al alcance de aquellos que no
creen ; ya casi nada impide de acercarse a los incrédulos y los indignos,
los nuevos ritos eclesiásticos se han vuelto extraños, por su
inestabilidad y su fluidez, al signo
sacramental eficaz de sí mismo, divinamente fijado por el Salvador una vez
por todas y hasta que Él regrese.
▪ Para la jerarquía, ella se disuelve insensiblemente en el pueblo de Dios del cual tiende a convertirse en una
emanación democrática, elegida por sufragio universal para una función
provisoria.
Gracias
a estas innovaciones sin precedentes, se felicitan de haber abatido las
barreras que retenían fuera de la Iglesia a aquél que todavía ayer, en el
período preconciliar, rechazaba los dogmas, rechazaba los sacramentos, no se
inclinaba ante la jerarquía. Sin duda, tal como lo entendíamos antes del
concilio, dogmas, sacramentos, gobierno, exigencia de conversión interior,
daban a la Iglesia el aspecto de una Ciudad Fortificada – Jerusalem quæ ædificatur ut civitas [iv]- con las puertas bien custodiadas y murallas
inexpugnables. Nadie era admitido a franquear el umbral divino que no estuviese
convertido. Sin embargo, desde entonces las cosas cambian bajo nuestros ojos;
creencias, ritos, vida interior, están sometidos a un tratamiento de
licuefacción universal tan violenta y tan perfeccionada que ellos ya no
permiten distinguir entre católicos y no-católicos. Puesto que el sí y el no, lo definido y lo definitivo
son tenidos como sobrepasados,
uno se pregunta lo que impedirá que
las mismas religiones no-cristianas formen parte de la nueva Iglesia universal, continuamente
actualizada por las interpretaciones ecuménicas.
Uno
se pregunta, si por lo menos se acepta el punto de vista que se dejaron imponer
tantos y tantos Padres engañados por el Vaticano II: forjar un sistema
desconocido anteriormente y un aparato todavía inédito para ganar el mundo a la
Iglesia sin ser expuesto al fracaso ni sufrir persecución y comenzando por
relativizar lo sobrenatural. Pero esto no significa nada. Porque por una parte Jesús
dijo: El discípulo no es mayor
que su Señor; si a Mí me han
perseguido, los perseguirán también a ustedes; si han guardado Mi palabra,
también guardarán la vuestra (Juan
15,20). Por otra parte lo sobrenatural no es volatilizable o modificable; es
firme y preciso; presenta un rostro determinado; tiene una configuración
completa y definitiva; desde la Encarnación del Verbo, desde la Cruz redentora
y el envío del Espíritu Santo, lo único
sobrenatural que existe es cristiano y católico. No hay más realidad que in Christo Jesu, et
Virgine Maria et Ecclesia Christi[v].Es por eso que si preservamos en el alma el punto de vista del
Evangelio de Jesucristo y de los veinte primeros concilios, vemos muy
claramente lo que reprime hasta la nada la quimera de la unidad ecuménica: es
la obligación de doblar la rodilla ante el Hijo del hombre, autor y dispensador
soberano de la salvación, pero únicamente
en la única Iglesia que Él ha establecido".
La
oración del P. Calmel
Para
completar este florilegio y percibir, más allá de los combates que llevó a cabo tan valientemente, alguna cosa
del alma del P. Calmel, he aquí una
de sus oraciones.
"Yo
sé bien, Oh mi Dios, que mis
obras, mis luchas, mis escritos no os interesan, y por lo demás, en el fondo,
tampoco me interesan; Vos no queréis en ellos más que la prueba de mi fe, de mi
confianza, de mi amor; yo os los doy honestamente cumplidos, cierto, pero yo no
quiero dároslos más que a este título de testimonio.
Ponedme
bajo el manto de Vuestra divina Madre, cercano a su Corazón: que Ella me
inspire, me sostenga y me guarde, Señor Jesús, verdadero Dios y verdadero
hombre, Sacerdote soberano y Eterno. Amén".
Ya
no hay una sola Iglesia sino dos.
"Desde
Paulo VI ya no hay una Iglesia sino dos. Obedezca
a la Iglesia, obedezca a Roma, nos gritan los jerarcas y los silenciosos[vi]. Ellos pueden desgañitarse hasta enfermar, ellos
han acabado de impresionarnos pues ahora nosotros sabemos que hay dos Romas así como hay dos Iglesias. Obedecer a Roma, obedecer a la Iglesia
es lo único que queremos; estamos
seguros que no hacemos otra cosa. Pero justamente Roma, la única Roma, la Roma que todavía está en Roma, es la de los doscientos
sesenta y dos pontífices que no contradicen a la Roma anterior a la de Paulo VI
y de antes del concilio. La Iglesia, la única
Iglesia es aquella que no opone una misa moderna a la de quince siglos de
Misas; que no sustituye hipócritamente el catecismo de Batavia al Catecismo de
Trento; que transmite la Sagrada Escritura integral en lugar de traficarla; que
guarda lo que todavía permanece intacto de la vida religiosa contemplativa o
activa en lugar de desintegrarla y disolverla en nombre de la obediencia.
Nosotros obedecemos a la Iglesia
una, la que domina el mundo
moderno y la pretendida civilización técnica. Nosotros no obedecemos a una
iglesia modernista, una iglesia
aparente que está irremediablemente comprometida en el
engranaje de un mundo que ella pretendió desposar.
Esta seudo iglesia puede encarnizarse en reducir a la
esclavitud a la única Iglesia,
nosotros no estamos engañados. Nosotros no somos de la Roma que ya no está en Roma; nosotros no somos de la iglesia aparente y polivalente. Nosotros somos de la
Iglesia de siempre, de la Roma de siempre. Esta es el alma de nuestra
resistencia. Itinéraires 190,
p. 9".
Tener
el valor de ver lo que es
"Debemos
tener el valor de ver lo que es: por un proceso insensible, una iglesia aparente está sustituyendo a la Iglesia verdadera.
Nosotros sabemos que ella no lo logrará; pero la confusión y la corrupción
pueden llegar muy lejos y hasta seducir, si fuese posible, a los mismos
elegidos. Me parece que sobre todo, por la extensión de la iglesia aparente es que se realiza el aumento de la
apostasía".
Infiltración
"¿Cómo
es que hemos descendido hasta este punto y con esta rapidez? Sería, me parece,
una explicación insuficiente el tener en cuenta, únicamente, a los teólogos heterodoxos
o incluso la astucia y la audacia de los novadores furiosos. Fue necesario, al
mismo tiempo, la acción ininterrumpida de estos organismos ocultos que son
expertos en el arte temible de orquestar las palabras ambiguas (si no
francamente heréticas), que les imponen poco a poco a los laicos o a los
eclesiásticos, que sopesan sin parecer una abrumadora presión sobre las
autoridades oficiales. Así, tengamos mucho cuidado de no olvidar a las
masonerías de todas clases y su funcionamiento metódico cuando buscamos una
explicación suficiente de esta novedad apocalíptica de los tiempos actuales:
una Iglesia aparente que se infiltra en la verdadera Iglesia e intenta
suplantarla. Hablamos de infiltración. Se trata en efecto, en nuestros días, de
una penetración poco visible, superficial a primera vista, poco aparente,
insidiosa, más que una persecución abierta. Siguiendo las sugerencias de Roca y
de Saint-Yves d’Alveydre, las
masonerías se preocupan menos de combatir la Iglesia violentamente que de
remover delicadamente, bajo anestesia previa, lo que la constituye en sí misma: la vida sobrenatural y la
estructura jerárquica con el primado pontifical".
[ii] Roger-Thomas Calmel O.P. «Revelación divina sobre la
historia humana», Itinéraires 73 (mayo 1963), p. 135.
[iii] Redactada a finales del año 1970 y principios de
1971, esta Apología apareció primero en la revista Itinéraires de marzo a julio de 1971, luego fue
editada aparte en el otoño. La edición definitiva (realizada por las religiosas
de Brignoles), fue publicada en 1987 por Itinéraires y Difralivre.
[vi] Los silenciosos: alusión al movimiento Los Silenciosos de la Iglesia, lanzado por Pierre Debray, y que
quería agrupar a los católicos conservadores… ¡en la perfecta obediencia al
papa! (NDLR)