“Así, pues, siempre es
más grave amar el pecado que perpetrarlo, como también es peor aborrecer la
justicia que dejarla de practicar. En la Iglesia hay muchos que no solo no
practican el bien sino que lo persiguen, y detestan en los demás lo que ellos
desprecian hacer: el pecado de éstos no es de debilidad o ignorancia, sino de
mala intención”.
San
Gregorio Magno.