Carta
a los Amigos y Bienhechores n° 83
NOTA: nuestros comentarios aparecen en
color rojo.
21-11-2014
Resumen: Mientras
el estado de la Iglesia continúa deteriorándose, Mons. Fellay recuerda la
visión casi profética que el futuro Benedicto XVI tenía del futuro de la
Iglesia, hace ya 17 años.
En medio de este
desastre, la Fraternidad continúa desarrollándose y trabajando por la
santificación de las almas, prestando atención especial a la familia cristiana,
a los colegios católicos, a los ejercicios espirituales de San Ignacio y por
sobre todo a la formación y santificación de los sacerdotes.
Queridos amigos y
bienhechores,
Hace ya 17 años,
el futuro Benedicto XVI presentaba su visión del futuro de la Iglesia: entonces
parecía muy pesimista. Preveía una tal fragmentación del Cuerpo Místico que
quedaría reducido a un conjunto de pequeños grupos aún vivos, pero en medio de
una decadencia generalizada.
“Tal vez debemos decir
adiós a la idea de una Iglesia que reúne a todos los pueblos. Puede ser que
estemos en medio de una nueva era de la historia de la Iglesia, constituida de
un modo totalmente diferente, donde el cristianismo existirá más bien bajo el
signo del grano de mostaza, en pequeños grupos aparentemente sin importancia,
pero que vivirán intensamente para luchar contra el mal y sembrar el bien en el
mundo…” [1]
“Se parecerá menos
a las grandes sociedades, será más bien la Iglesia de las minorías, se
perpetuará en los pequeños círculos vivos, donde gente convencida y creyente
actuará según su fe. Pero es precisamente de ese modo que volverá a ser, como
dice la Biblia, «la sal de la tierra»” [2].
¿Mons. Fellay no tiene nada que decir
acerca de la responsabilidad del mismo Ratzinger en esta crisis? ¿Él es sólo un
"buen profeta"?
Visión desastrosa
del futuro de la Iglesia
¿Esta visión es
fruto de la sagacidad personal del cardenal Josef Ratzinger, o se inspira en
otra fuente, como el secreto de Fátima? Sólo él puede saberlo. De todos modos,
gradualmente y sobre todo después del Concilio, aunque "estamos
de acuerdo con el 95% de él"..., asistimos a la lenta desaparición de la Iglesia tal
como se presentó durante al menos 1.500 años, es decir como una sociedad que impregnó
profundamente toda la vida humana y todo el cuerpo social, procurando formar un
todo profundamente armonioso con lo temporal, incluso si el poder temporal a
menudo trató de avanzar sobre el poder espiritual de la Iglesia. Desde la
Revolución francesa estamos viendo no solamente la desaparición de los dos
poderes, sino también una voluntad incesante de combatir y de reducir la
influencia tan beneficiosa de la Iglesia sobre la sociedad humana. ¿"Influencia beneficiosa de la
Iglesia sobre la sociedad humana"? ¿Así que la Iglesia es sólo eso, un
beneficioso complemento de la sociedad civil? Es lo que Mons.
Fellay da a entender, y ésta es una concepción típicamente liberal. Los
antiliberales, por el contrario, sostienen que la Iglesia es el alma de
la sociedad civil (como enseña León XIII en "Libertas"), no
un mero aditamento útil. Compárese el modo ambiguo con que Mons. Fellay se
expresa acerca de la relación entre la Iglesia y la sociedad civil, con estas
contundentes palabras del P. Philippe en su "Catecismo de la
Realeza Social de Jesucristo": "la consecuencia inmediata de
la condición creada de toda sociedad es la dependencia necesaria, absoluta,
completa, de toda sociedad y de todo orden social establecido, como de todo
orden social posible, respecto de Dios. (...) Todo lo que existe fuera de Él,
ha sido creado por El y depende de Él con una dependencia suprema y absoluta.
Él es el único que tiene autoridad y poder enteros sobre todas las cosas. No
sólo todo depende de Él, sino que todo debe volver a Él como a su único fin
último. En pocas palabras, todas las Sociedades, Naciones y Estados deben
ordenarse a Él como a su Creador y Fin Supremo". Desde el postconcilio, con la disminución espantosa
del número de las vocaciones sacerdotales, con la pérdida de cientos de miles
de religiosos y religiosas que habían entregado su vida por Dios y el prójimo,
esta presencia de la Iglesia en los colegios, en los hospitales, en la vida
social y política, prácticamente ha desaparecido. De
nuevo: la Iglesia es una gran organización de beneficencia, la más importante
de todas, pero no más que eso... No
se toma ninguna medida seria para frenar esta desaparición catastrófica de la
Iglesia de la sociedad. Nuevamente:
según Monseñor Fellay, la catástrofe consiste en el daño que sufre la sociedad
civil por el retroceso de la Iglesia, no la misma autodemolición de la
Iglesia. Ha quedado
reducida a la sacristía. Y lo que es aún peor, en los países donde la Iglesia
había prodigado sus beneficios Idem..., en países que antaño se llamaban
cristianos, incluso las iglesias y las sacristías están vacías… Ya no estamos
tan lejos de la visión casi profética del cardenal Ratzinger.
Pero a estos
elementos exteriores se agregan otros, propios de la vida interna de la
Iglesia. Son las señales de una debilidad ante un enemigo ya no exterior, sino
a partir de ahora interior. ¿Recién
"ahora"? Llevamos más de 50 años con ese problema, Monseñor, con una
quinta columna de herejes modernistas que usurpan la Jerarquía... Se disuelven cada vez más claramente la unidad de
la fe y la unidad de gobierno en la santa Iglesia; en cuanto a la unidad
litúrgica, con las aperturas realizadas por la nueva misa en la dirección a la
“creatividad”, sobre todo con la multiplicación de las oraciones eucarísticas,
hace ya tiempo que voló en mil pedazos. Nótese
el cuidado excesivo que tiene el Obispo cuando se refiere a la misa nueva. Es
que él mismo la ha llamado "legítima" y por eso
ahora no puede denominarla, "rito bastardo", como con
precisión y con auténtico celo de Dios dijo Mons. Lefebvre. En lo referente a la moral, el último Sínodo sobre
la familia es una trágica manifestación de la proliferación de opiniones
contradictorias que reina en este ámbito, y que la autoridad parece ya no poder
contener, cuando no es ella misma la que las favorece… Tibio
comentario.
En medio de este
desastre, señalado por muchos observadores, nadie duda que nuestra modesta
Fraternidad aparece como “un pequeño grupo aparentemente sin importancia, pero
que vive intensamente para luchar contra el mal y sembrar el bien en el
mundo…” Cada vez menos y hasta que
Monseñor Fellay la termine de hundir. Si por una parte nos duele
profundamente ver a la Iglesia desfigurada, por otra, cantamos todos los días
el Magnificat por las maravillas que el Todopoderoso nos permite realizar
todavía. Luego, según Monseñor, no hay dos
iglesias: la "iglesia conciliar" y la Iglesia Católica. No hay
una "iglesia" falsa que es como un parásito y un tumor maligno en
otra que es la Iglesia verdadera. No hay una Iglesia desfigurada y otra
"iglesia" desfigurante. No hay una Iglesia que debe ser amada y
defendida y otra "iglesia" que deber ser aborrecida y combatida. Y
por eso busca el acuerdo con Roma...
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la carta acá.