“Lo
primero que le interesa a Cristo es la predicación del Evangelio: hasta el milagro viene después de eso. Aquí en
Buenos Aires me parece ver —y ojalá me equivoque— un fenómeno monstruoso: el
único lazo religioso que une a los fieles con la jerarquía y da a la jerarquía
su razón de ser, que es la predicación, no existe; o digamos, más
moderadamente, como si no existiera.
“Id
y enseñad a todas las gentes”. En las parroquias no se enseña nada, ni en las
“cátedras” de las Catedrales. ¿Qué es una gran parroquia de Buenos Aires?
Ciertamente no es una parroquia medioeval, un núcleo de gente unida por la fe,
que se conoce, conoce al Pastor, y es conocida por él: “mis ovejas me conocen y
yo las conozco”, dice Cristo. Hablando breve y mal, una parroquia de Buenos
Aires es un gran edificio donde concurren masas desconocidas a comprar
“sacramentos” que para muchos, que no tienen fe sobrenatural sino simple
superstición —justamente por falta de enseñanza—, no son sacramentos, sino
ceremonias mágicas. Hay excepciones. Hablo en general.
El
único lazo unitivo que quedaría para formar mal que bien una verdadera
comunidad religiosa sería la predicación del Evangelio;
y no se predica el Evangelio. Yo
he recorrido las principales parroquias de Buenos Aires, he oído a los
principales “oradores” y sé que no se predica el Evangelio, no se enseña la fe.
Si
San Pedro y San Pablo volviesen al mundo, esto es lo que dirían. Pero dejen no
más, ya volverán Enoch y Elías.”
Padre Castellani –Domingo
vigesimotercero después de Pentecostés – El
Evangelio de Jesucristo