La Saletta: aparición de la Virgen en 1846 a dos pastorcitos de poca
edad, 15 y 11 años, Melania y Maximino, en una áspera y desolada montaña de los
Alpes franceses. Produjo una conmoción inmensa en Francia. Y la gran mayoría
del clero francés se puso en contra, probablemente porque denunciaba crudamente
la corrupción, el fariseísmo o mundanismo de los sacerdotes. Esta reprensión
al clero se publicó empeorada, según parece. León Bloy se constituyó en
defensor impetuoso de la pastora. Hizo dos peregrinaciones a La Saletta a los
34 y a los 67 años y escribió sobre ella dos libros “La que llora” y “El
simbolismo de la aparición”; este último publicado póstumo y con muchos
errores. Bloy aceptó de planta todo lo que Melania dijo -o le atribuyeron- y
no se metió con el problema teológico de cómo la Virgen Santísima –que
actualmente está en el cielo, en la visión beatífica- puede decir con verdad
ahora que sufre y que llora; ahora, no en tiempo de su vida mortal, porque dijo
“hace un tiempo que estoy llorando por vosotros”.
El secreto de Melania, hecho público 10 años después de la aparición,
contiene profecías que no sucedieron, claramente al menos; y la
descripción de una serie de castigos y catástrofes, algunas extravagantes,
que no se han cumplido, “pero que se habrán de cumplir” dice el profesor
Mirakles. Pero han pasado más de 100 años ya y no se han cumplido. Por ejemplo:
París será destruido y Marsella tragada por el mar. Por lo demás, la
destrucción de París, “tal que se podrá
arar encima”, como dijo el Pbro. Souffraud (1775-1828) y otros, fue prometida
por una cantidad de monjitas videntes del siglo XIX y XVIII; y por Don Bosco
(?).
No se verificó en ninguna de las dos Grandes Guerras. La escapatoria, es
decir que era una profecía condicional y que París y toda Francia hicieron
penitencia y plegaria, librándose así de la amenaza conminatoria, como Nínive
en tiempo de Jonás. Es pobre evasiva, pues, de ese modo, se podrían justificar
todas las profecías incumplidas, aún las más extravagantes. Se puede decir que
eran condicionales y, por ende las profecías privadas perderían todo su valor.
Algunas son condicionadas explícitamente, entonces sí, no hay duda; como estas
de Garabandal.
Los dichos de
Melania Calvet que, cuando tuvo la aparición no sabía leer ni escribir, ni
hablar francés (hablaba dialecto), no
pueden ser autenticados críticamente. El secreto publicado 10 años después, fue
remodelado por los que lo oyeron de sus
labios. Las narraciones de la aparición, que ella y Maximino contaron (siempre concordes), lo mismo: fueron
escritas por otros. No sabía escribir; y una larga autobiografía de su
infancia, que dictó a los 67 años por orden de su confesor, está mechada de
cosas inverosímiles y aún extravagantes. La memoria de una anciana de 67 años transfigura los recuerdos de
infancia –los recuerdos de los tres o cuatro años-, por donde ella empieza su
autobiografía. Y en ese tiempo, ya había leído una cantidad de libros de místicos,
cuya terminología, y quizás, cuya reminiscencia, usa.
Estando yo en Roma, en 1931, un benedictino alemán publicó un artículo
deshaciendo La Saletta con principalmente, el argumento de que Melania fue una
monja vulgar y silvestre, de mal carácter, y no una santa; y Maximino, adulto,
se volvió un borrachín. No prueba nada. La primera imputación es calumniosa,
pues Melania murió en olor de santidad. Y las dos cosas son vanas, pues nadie
ha dicho nunca que un profeta tiene que estar confirmado en gracia. Al
contrario, ha habido profetas pecadores, como por ejemplo, el profeta Balaam,
el que tuvo una burra que hablaba –patrona de las poetisas argentinas-. No digo
todas, má buona parte.
Hoy día La Saletta como santuario ha caído, Lourdes lo ha tapado. Hay
allí un grupo de sacerdotes llamados Los Capellanes de La Saletta y van algunas
peregrinaciones de devoción sin que se produzcan curaciones prodigiosas. Así lo
encontró León Bloy en 1879 y se irritó sobremanera, lo cual no le costaba
mucho.
León Bloy fue un buen cristiano y un gran escritor. Eso no se puede
discutir. Todo lo demás es discutible en él, incluso este juicio mío que
escribí, hace muchos años, al leer el excelente libro de St. Fumet: “La mission de León Bloy”: “Fue, a mi
ver, un místico frustrado, toda la vida en la noche oscura del sentido, con una
evidente neurastenia de Beard (una neurastenia contenida) lo cual no significa
nada, si “la enfermedad es el estado normal del cristiano”, como decía Pascal.
Decir que es un semi-santo medio demente es erróneo, por demasiado simplista. Es
más complicado que eso. Mas decir que fue un santo por un lado y un demente por
el otro, es peor todavía. Pero decir con Raymond Barbeau que fue un “profeta
luciferino” (título de un libro de este escritor francés) –que fue un perverso,
un apóstata y un demoníaco, sacrílego, es puro disparate- “Abominable, y a fondalmente demoníaco, es el profeta
de Lucifer”, escribe Barbeau. Y es él, más bien, quien parece demoníaco”.
Hasta La Saletta llega el libro del profesor Mirakles, después viene
Lourdes.
P. Leonardo Castellani – Las profecías actuales, Cruz y Fierro editores, Buenos Aires, 1966.