“Un mundo que ha apostatado
oficialmente de la Verdad y de la Gracia corre por pendiente propia a su
disolución final,
y por lo tanto al
comunismo”.
P. Julio Meinvielle
“El comunismo en la revolución anticristiana”
“Lo primero es ser objetivos y ver la realidad tal como se nos presenta.
Tal como es. Es evidente que la corriente de la historia universal y nacional,
si la consideramos desde una perspectiva humana, va a desembocar
inexorablemente en el Comunismo ateo y materialista, instrumentado por el Poder
del Dinero”.
Jordán Bruno Genta
“El Nacionalismo
Argentino”
Estamos asistiendo al cumplimiento total
de las palabras de Nuestra Señora en Fátima. El comunismo está terminando de
realizar su Revolución norteamericana (que comenzó exactamente en 1929) y
pretende ocupar la Casa Blanca. ¿Habrá otra revolución de octubre, antes de las
elecciones presidenciales de noviembre? George Soros parece desearlo, por lo
que dice en este video.
A través del financiamiento esclavizador de alguien como Soros (Schwartz), el
socialismo cristofóbico ya tiene en su poder España, Francia, Argentina, Cuba, Venezuela,
quizás próximamente el resto de Hispanoamérica, pero está con todas sus armas
apuntadas a los EE.UU. allí donde hasta hoy continúan los focos de resistencia
nacional contra la imposición del Nuevo Orden Mundial comunista.
Cada día aparecen nuevas imágenes de la
barbarie, del salvajismo, del odio satánico que se está desplegando en las
calles, con la excusa del supuesto “racismo”. “Racismo sistémico”, le llaman.
Pura mentira.
El Padre Meinvielle, experto en el tema,
nos explica la dialéctica de la acción que emplea el comunismo, en su libro “El comunismo en la
revolución anticristiana”. Es lo que estamos presenciando ahora:
“Siempre
existen posibilidades de contradicciones internas, realmente preexistentes o
artificialmente provocadas, que en uno u
otro caso serán considerablemente amplificadas y exacerbadas por la agitación y
propaganda: entre explotadores y explotados, burgueses y proletarios,
imperialistas y antiimperialistas, blancos y negros, laicos y libres,
reaccionarios y revolucionarios.
Que estas
contradicciones sean reales o ficticias, al comunismo no le interesa. Tampoco
le interesa hacerlas desaparecer. Al contrario, el comunismo quiere
arrastrarnos a la práctica de la dialéctica, quiere hacernos entrar en su
mecanismo, para que, conscientes o no, la practiquemos.
La realidad concreta de esta práctica de la dialéctica consiste en explotar la
existencia de dos campos políticos a propósito de cada contradicción, o en
crearlos, si no existe uno de los campos, siendo bautizado como “campo de la
clase obrera”, que debe luchar contra el otro campo hasta su total eliminación.
La
línea de limitación entre los campos puede ser más o menos arbitraria; basta
que el partido comunista esté en condiciones de imponer a las conciencias, por
el volumen de su influencia y de la publicidad, que adopten la línea de
demarcación que ha trazado y no otra. Esta línea de demarcación nunca ha de ser
presentada como entre comunistas y no comunistas, porque es precisamente la
única línea que impide de hecho organizar la colaboración.
La
línea de demarcación, inventada o explotada, ha de serlo entre burguesía y
proletariado, imperialistas y antiimperialistas, oligarquía y pueblo, etc.,
pero jamás entre comunismo y anticomunismo. Precisamente esa demarcación que
excluye la oposición comunismo-anticomunismo, permite al comunismo atraer hacia
sí, poco a poco, a vastos sectores anticomunistas, y atraerlos haciéndoles
practicar el juego dialéctico que ellos imponen a la opinión pública.
Hay que hacer hincapié
en esto. El comunismo busca atraer hacia sí a los no comunistas.
Para ello tiene que ofrecerles disyuntivas (que no sean precisamente
comunismo-anticomunismo), y en las que tomaría partido, colocándose del lado en
que se coloca el comunismo. Así por ejemplo la disyuntiva o imperialismo o
antiimperialismo. De suyo, no hace falta ser comunista para ser
antiimperialista. Pues bien, el comunismo de tal modo hará jugar esta
disyuntiva, o imperialismo o antiimperialismo, que, por un lado
dividirá a la población de un país, en imperialista y antiimperialista, y luego
va a tratar de reservarse el manejo del antiimperialismo, con lo que, por lo
mismo, manejará como a suyas todas las fuerzas antiimperialistas, incluso a las
que no quieren ser comunistas”.
Por supuesto que los comunistas no
muestran directamente la cara, aparecen mediante disfraces como “Black Lives
Matter”, con consignas publicitarias como “I can't breathe” (antes fue “me too”)
o con rituales simbólicos, en este caso la genuflexión de la rodilla derecha,
para manifestar “respeto por la causa”. En realidad se trata de la traslación
de un gesto religioso para manifestar la sumisión ante la Revolución (así como
también la mascarilla o barbijo es un símbolo de sumisión al sistema).
Indirectamente, una sumisión al diablo.
Aunque así como Soros muestra sus
intenciones, sus peleles se animan a hacer lo mismo y ya no ocultan sus
siniestros planes. Puede verse en las declaraciones del nefasto Rodríguez
Zapatero en el video que incluimos arriba, donde habla de que con China y quizás
la Unión Europea hay que poner a Estados Unidos “en una situación imposible”.
Por cierto que los satanistas también se
manifiestan contra Donald Trump, como se ve en este video.
Los congresistas del Partido Demócrata,
que hoy por hoy parece ser el PSOE o el PC de Estados Unidos, con toda su
agenda anticristiana homicida y degenerada por cumplir, en vez de repudiar los
actos criminales y vandálicos de los manifestantes, se prestaron a la payasada
de hacer un homenaje mediante el masónico minuto de silencio y el ahora nuevo
ritual de sumisión de doblegar la rodilla, todos además ostentando una especie de estola
modernista con motivos africanos, para homenajear a la raza negra oprimida por la
racista administración del malvado
Presidente Trump (¿falta mucho para que lo comparen con Hitler?).
Un periódico del sistema informa que “La duración
del homenaje no fue casual: duró 8 minutos y 46 segundos. Ese fue el tiempo que un policía
blanco pasó con su rodilla apoyada en el cuello de George Floyd, un afroamericano de 46 años, hasta que lo mató por
asfixia el 25 de mayo durante su arresto por una denuncia de supuesto uso de un
billete falso”. Ese fue el tiempo, ni un
segundo más, ni uno menos. Parece que lo han cronometrado. ¿O será que también
el número es simbólico? 8 + 4 + 6 es igual a 18. Es decir 6 + 6 + 6. Sí: 666.
¿Recuerdan que Bill Gates dijo que la vacuna contra el coronavirus tardaría 18
meses en llegar?
Tenemos este panorama ante nuestros
ojos, en caso de vencer Trump en las elecciones de noviembre–así será de llevarse
a cabo con normalidad y si llegamos a
ellas- puede producirse una –otra- guerra civil norteamericana, puesto que “el
crimen tiene que parecer un accidente”, y el derrocamiento “una legítima
revuelta del pueblo oprimido”. ¿Entonces es inexorable el triunfo del
comunismo, como dejaron escrito dos maestros del pensamiento católico contrarrevolucionario
en Argentina, como Meinvielle y Genta? ¿No coinciden en esto con el
determinismo marxista, según el cual las leyes de la historia se mueven
inexorablemente hacia el triunfo del socialismo?
La diferencia es que para
unos y otros el final es y será distinto. Para el marxismo, el fin de la
historia es el Comunismo, el pretendido “paraíso en la tierra”, sobre una
montaña de cadáveres. Para nosotros, el fin de la historia es Cristo, que puede
sacar el bien del mal y humillará a sus enemigos cuando éstos crean que han
triunfado. Por eso mismo, teniendo en cuenta la esjatología y el destino final
que se nos propone, esta es una guerra necesariamente totalitaria: de un lado
un totalitarismo del odio, del otro un totalitarismo del amor.
Irreconciliables. De allí que el combate cristiano no puede ser sino absoluto,
heroico y total, sin diplomacias, sin componendas, sin confianza en los medios
humanos.
Algo de esto explicaba bien
el Padre Meinvielle:
“La conquista del hombre tanto por Cristo como por el diablo
quiere ser total. Uno y otro quieren que el hombre le pertenezca totalmente.
Uno y otro exigen la adoración completa y rendida, pero de diversa manera.
Dios, que tiene acceso a lo más interno del corazón del hombre, quiere primero
y directamente el alma del hombre con su ser más interior. Por ello Dios puede
permitir que los pueblos se pierdan, porque Él se regocija con el consuelo y el
goce de unas pocas almas que se le entregan en lo más íntimo de su ser a pesar
de todas las dificultades exteriores. En cambio, el diablo, que en la medida en
que es diablo es privación de ser, está hecho de nada y a la nada tiende,
encuentra su gusto en la cantidad y en lo exterior. Tiende a dominar los
pueblos, aun los pueblos cristianos, en su condición exterior, en lo profano –sea
social-económico o social-político-, para de allí luego ejercer su dominación
sobre la intimidad de las conciencias (…) Por ello el diablo, para perder a las
almas pierde primero a los pueblos, atentando directamente contra la estructura
de la Ciudad Católica” (ob. cit.)
Por esto último vemos la
importancia de la proclamación de Cristo Rey de las sociedades y las naciones, y
la grave traición que ha sido por parte de los jerarcas vaticanos abrazar la
democracia y el liberalismo, especialmente en el concilio Vaticano II. De allí
también que sólo quien comprenda la naturaleza espiritual de este combate –como
lo ha hecho recientemente Mons. Vigano- está en condiciones de combatir y
resistir como se debe.
Ante todo esto, humanamente
irremontable, tenemos el más poderoso de los recursos, pues Dios está con
nosotros. Nos decía Pío XI en su encíclica contra el comunismo:
«Cuando los apóstoles preguntaron al Salvador
por qué no habían podido librar del espíritu maligno a un endemoniado, les
respondió el Señor: «Esta especie (de demonios) no puede ser lanzada sino
por la oración y el ayuno.» «Tampoco
podrá ser vencido el mal que hoy atormenta a la humanidad si no se acude a una
santa e insistente cruzada universal de oración y penitencia.» (Divini
Redemptoris, n.° 62).
Hay que
rezar. Hay que reparar. Y, sobre todo, rezar el santo Rosario por la
consagración de Rusia al Corazón Inmaculado de María. “¡Al fin mi Inmaculado
Corazón triunfará!”
Ignacio Kilmot