San
Bernardo de Menzingen.
Los "piolas" lo siguen. Los otros son necios o traidores, conjurados contra los “vivos”
(la gran idea que desarrollan los blogs neofraternitarios en la Argentina)
“Burguesía es todo conjunto de individuos
inconformes con lo que tienen y satisfechos de lo que son”.
Nicolás Gómez Dávila
En el
pasado, la FSSPX hablaba de la conversión de Roma modernista, y centraba en esa
condición la sola posibilidad de un acuerdo con Roma. De hecho, la misma
conversión de Roma haría innecesario cualquier acuerdo, pues entonces todo
volvería a la normalidad. Hasta el capítulo general de 2006 incluido, esa era
la postura oficial. Pero luego, ya convertida en Neo-FSSPX, poco a poco dejó de
hablar de la conversión de Roma modernista, hasta cambiar las condiciones para
un acuerdo, no mirando hacia lo que Roma era, sino hacia lo que debía recibir
ella misma, la Fraternidad. Entonces cambió el punto de vista.
El punto
de vista fue astutamente cambiado por Roma cuando otorgó “misericordiosamente”
el levantamiento de las “excomuniones”, tras la “libertad” para la Misa
tradicional. Ese fue el hecho clave pues desde entonces Roma retomó la ofensiva
hacia la Fraternidad. De hecho tras el fracaso de las discusiones doctrinales,
cuando todo parecía cerrado por la falta de entendimiento, Roma quedó a la
ofensiva con sus ofrecimientos de paz. Y la Neo-FSSPX aceptó buscar esa paz,
sin la conversión de Roma modernista.
Desde
entonces el foco ya no estaba puesto en Roma y su problema (liberalismo,
modernismo, apostasía), sino en la Fraternidad y su “problema” (falta de
regularidad canónica). Desde aquel momento se empezó a imponer en la feligresía
de la “frater” la idea de que a la Fraternidad le faltaban “cosas”, que así no
podía seguir, y que había que aceptar que Roma nos quisiese dar esas “cosas”.
La Fraternidad se miró al espejo, complacida de sí misma, y se dijo: “Yo soy
buena, pero no tengo todo lo que merezco. No tengo el aprecio que merezco. Roma
quiere darme cosas, quiere reconocerme, eso está muy bien”. Satisfecha de sí
misma, la Neo-FSSPX estaba inconforme con lo que tenía. Sobre todo porque le
faltaba la apreciación de su catolicidad, por parte de las autoridades romanas.
Y así
siguió la historia con la Neo-FSSPX ya distraída en sí misma, sin pedir la
conversión de Roma modernista, dialogando amistosamente para conseguir “cosas”
de la Roma modernista.
Claro,
ahora los adictos a la Neo-FSSPX, para justificarse a sí mismos y no
avergonzarse de su retirada del combate, dicen que es bueno recibir cosas de la
Roma modernista porque en realidad es Dios quien le da a la Fraternidad estas
cosas, a través de Francisco. Es Dios quien quiere que la Fraternidad deje de
ser perseguida por sus enemigos, y sea poco a poco reconocida. Lamentablemente,
dicen, Francisco y los modernistas envenenan esos regalos, pero nosotros, la Frater, como somos inteligentes, los
recibimos sin tomar el veneno.
Esta
última afirmación, repetida entre otros por un bloguero mendocino, tiene este
“pequeño” inconveniente: veamos el caso de la jurisdicción para los
matrimonios, con la cual Francisco impuso a la Neo-FSSPX el que los cónyuges
tengan que dar el consentimiento ante sacerdotes diocesanos conciliares. Pues
bien: Mons. Fellay aceptó el regalo sin denunciar ningún veneno, por el
contrario, a los que avisaron que había un veneno los castigó severamente. Del
mismo modo, cuando fue el levantamiento de las “excomuniones”, Mons. Fellay no
dijo que él había pedido otra cosa, y que Roma estaba mezclando veneno con ese
“regalo”, pues estaban levantando algo que era inexistente. Tampoco señaló
claramente el veneno cuando con la Summorum
pontificum Roma declaró que la Misa tradicional era una forma distinta de
expresar lo mismo que expresa el Novus ordo, además de hacer de la Misa
tradicional una excepción, recluida en un rincón, para uso de los ralliés. Siempre se trata de tragarse lo
que Roma da con todo su veneno. Nunca
es hablar como pidió Nuestro Señor: “si
sí, no no”. Siempre es jugar a la astucia con el diablo, y, como dijimos en
otro artículo,
es como si Eva hubiese pensado: “Es Dios que quiere ayudarme a través de la
serpiente, sólo tengo que tomar el fruto y dejar a un lado el veneno”. ¡Tomá!
Pero la
serpiente seduce y logra hacer caer sólo a los que confían más en sí mismos que
en Dios, a los que se las dan de “astutos”, a los que obedecen a los hombres
antes que a Dios, a los que no son rectos y sencillos y sí complicados y
dobles, a los que como perfectos burgueses, están conformes consigo mismos pero
quieren tener más, buscan reconocimiento y creen que le es debida la honra,
cuando Nuestro Señor no pensó toda su vida sino en la Cruz.
El
burgués es un hombre correcto que quiere ser “políticamente correcto” y, sobre
todo, estar bien con las autoridades. El hombre de la Neo-FSSPX es el “hombre
correcto” que quiere una situación “correcta”. Decía Ignacio Anzoátegui de este
“hombre correcto”: “El conocerse es el no conformarse; el
contemplarse —que es lo que hace el hombre correcto — es el complacerse. El
«conócete a ti mismo» de Sócrates es el «avergüénzate de tu miseria» que nos
enseña el Cristianismo. Conocerse es prepararse para intentar la reconquista y
no contentarse con festejar una mentida conquista. Es no acicalarse, sino
rehacerse; rehacer la humanidad para liberarse de la inhumanidad; hacer para
volver a ser, para ser lo que se tiene la insobornable obligación de ser, y no
para conformarse con seguir siendo”.
El burgués es
también un pacifista, que quiere estar en paz con todo el mundo. Sin embargo,
suele estar en guerra contra quienes ponen en evidencia la mediocridad y
pusilanimidad de su conducta. Como hombre correcto que es, debe ser
incuestionable.
Como
nos lo hacen ver sus campañas de publicidad, la Neo-FSSPX está conforme consigo
misma, y es por eso que no puede errar. Fijémonos por ejemplo en cómo se
considera al superior general como alguien casi inerrante, imbatible, alguien
que está más allá, y mucho más alto que la feligresía común, que lo único que
tiene que hacer es seguirlo. Así el mismo bloguero mendocino (¿con o sin vino?)
dice lo siguiente, respecto de la “Correctio filialis”
que firmó Mons. Fellay:
“¿Acaso jugó mal el Superior de
la FSSPX? (Y yo que tras él signé y aprobé la “corrección”, justamente sin que
me gustara mucho y sólo porque él lo hizo.) No. Y digo no, sabiendo que
toda esta tramoya que describo, de oportunidades y calibraciones, a él le
importa un bledo. Actúa frente a Dios y no frente a los hombres, por eso lo
sigo cuando mi astucia me pide todo lo contrario. Está en otro plano. Y esto no
es una alcahuetería, pues no estoy ponderando al hombre al que apenas conozco,
sino al Obispo, misterio que hemos dejado de comprender en toda su dimensión
por tanto traidor que anda con la Mitra de adorno.
Hay que hacer pocos cálculos y
mirar al cielo”
Las
mismas cosas podría decir alguien de Francisco, de Benedicto o de cualquiera.
“Actúa frente a Dios y no frente a los hombres. Sigámoslo”. Desde allí se puede
y se deben aceptar todas las barrabasadas o traiciones que este hombre haga,
porque “actúa frente a Dios y no frente a los hombres”, y nosotros, simples
mortales, no podemos comprenderlo. Debemos seguirlo. A ciegas. Él sabe.
Luego se
pliegan toda una serie de comentadores irresponsables que dicen todo tipo de
falsías, para justificar su posición de seguir al “santo”. Ah, pero no es
alcahuetería…
Nada de
razones valederas, nada de análisis de hechos y palabras, todo es pura emoción,
pura ilusión, subjetivismo. Sentimentalismo. Todo para hacerse creer a sí
mismos que la Fraternidad es una congregación “elegida” que por nada del mundo
puede caer, ser engañada o corrompida (la versión del pueblo elegido” se da
ahora en la “congregación elegida”, ¿acaso porque el bloguero mendocino es
también de origen judío?). Y ¿por qué la Fraternidad es imposible que caiga?
Los simples mortales no podemos comprenderlo, pero su Obispo está en otro plano
y actúa de cara al cielo. Hay que aceptarlo. Es así.
Señores:
se ha pasado de la papolatría (que
hizo exitoso al Vaticano II en la Iglesia) a la superiorltaría (que hace exitoso al “Vaticano II” dentro de la
Fraternidad).
Esto
jamás ocurrió con Mons. Lefebvre y él jamás lo habría permitido o incentivado.
Y esto ocurre porque los sacerdotes no denuncian los errores y permanecen con
sus bocas cerradas, por respeto humano, por cobardía o porque se han
transformado en nuevos burgueses.
Decía
León Bloy: “No concibo el cielo sin mi Emperador”. Hablaba de Napoléon, claro.
Dicen estos neo-fraternitarios: “No concibo el cielo sin mi Obispo”. Éstos hablan
de Mons. Fellay.
¿El
nuevo Moisés los hará entrar en la tierra prometida?
Ignacio Kilmot