Debido a la
imposibilidad que tenemos de seguir ocupándonos del blog, damos aquí cierre al
mismo, por lo menos y mientras tanto la situación no nos permita ocuparnos de
él convenientemente, sin descuidar otros deberes en la medida de nuestras muy
menguadas posibilidades. Esperamos que los amigos lectores puedan sacar
provecho de las 3.365 entradas publicadas en estos cinco años y tres meses, gran
parte de las cuales son originales, y de nuestros dossiers y secciones
especiales. Creemos haber aportado nuestro granito de arena (o mejor: de sal)
para la causa de la Resistencia, que no es otra que la de la Tradición católica
a la que, inmerecidamente y por la gracia de Dios tenemos la dicha de
pertenecer.
A esta altura
parece que no quedara más nada para decir, pues para muchos de nosotros la
situación actual se muestra cada día más clara. Pero, sin embargo, se debe
continuar siempre el combate del esclarecimiento, tanto para que la verdad sea
dicha cuando es oprimida, como para quitar las máscaras al error, y
desengañarnos una y otra vez, y así vivir en la realidad y no en la engañosa
ilusión que pretende cubrirnos con su seductora y falsa paz. En su obra maestra
“El Liberalismo es pecado”, don
Sardá y Salvany indica los tres medios que según su saber son “los más eficaces
y oportunos que cabe aplicar a pueblos señoreados por el Liberalismo” (Cap.
XXXIII):
“1.° La organización de todos los buenos
católicos. Sean pocos, sean muchos los católicos en una localidad
conózcanse, trátense, júntese. Hoy no debe haber ciudad o villa católica sin su
núcleo de gente de acción. Esto atrae a los indecisos, da valor a los
vacilantes, contrapesa la influencia del qué dirán, hace a cada uno
fuerte con la fuerza de todos.
2.º Los periódicos buenos. Escoged entre
los periódicos buenos el mejor y que más se adapte a las necesidades e
inteligencia de los que os rodean. Leedlo, pero no os contentéis con eso, dadlo
a leer, explicadlo y contadlo, haced de él vuestra base de operaciones. Haceos
corresponsal de su Administración, cuidad de hacer las suscripciones y pedidos,
facilitadles a los pobres menestrales y labriegos esta operación, la más
enojosa de todas. Dadlo a los jóvenes que empiezan sus carreras, proponédselo
por lo bello de sus formas literarias, por su académico estilo, por su gracejo
y donaire. Empezarán por gustar de la salsa, y acabarán por comer lo que con
ella viene guisado. Así obra la impiedad, y así hemos de obrar nosotros. Un
periódico sano es de necesidad en el presente siglo. Dígase lo que se quiera de
sus defectos, nunca igualarán éstos a sus ventajas y beneficios. Conviene,
además, favorecer la circulación de todo otro impreso de análogo carácter, el
folleto de circunstancias, el discurso notable, la enérgica Pastoral, etc.
3.º La escuela católica.”
Adáptense
estos consejos al día de hoy, allí está toda la cuestión de hacer bien o no
nuestro combate. Con respecto a la organización, hemos visto que gracias a Dios
la Resistencia ha podido al fin organizarse, que cuenta con su congregación
sacerdotal, la SAJM, con su Seminario internacional, etc. Es un principio. Los
pequeños grupos que restan deben saber organizarse, mucho más cuando dispersos
y aislados corren el gran peligro de perder la fe, la confianza, el ánimo, o de
buscar sumarse a iniciativas viciadas de liberalismo, por no hablar de aquellos
que se vuelven hacia sectas de “iluminados” gurúes farisaicos.
Con
respecto al segundo punto, y ahí nos interesa especialmente detenernos, creemos
que todavía no se lo considera bien y no se pondera la acción de la buena
prensa católica de la Resistencia, y hay que afirmarlo. Cámbiese lo de
“periódicos” por “sitios y blogs de internet”, pues en este tiempo hacen sus
veces, ante la imposibilidad –a excepción de algún lugar particular de Europa o
los EEUU- de editar y publicar en papel, además de que el desinterés crónico,
la desidia y la falta de recursos económicos hacen la tarea ímproba.
Los blogs
de la Resistencia, ya lo dijimos en un antiguo artículo, han ganado la batalla,
desnudando claramente a la Neo-Fraternidad y su liberalismo de ropas
cuidadosamente tradicionales, han denunciado e informado acerca de la traición
operada contra la obra de Mons. Lefebvre, y han ayudado a construir lo que hoy
se concreta en su organización en todo el mundo. Menzingen ha sabido bien de la
influencia que contra sus planes acuerdistas podía tener la prensa por
internet, y por eso operó realizando una censura implícita o explícita,
renovando sus sitios para controlarlos mejor de acuerdo a las nuevas
disposiciones de su política de “branding y sonrisas”.
Ahora
bien, si los liberales han comprendido bien la importancia de esta prensa, ¿lo
han comprendido las autoridades y superiores de la Resistencia? Algunos, sí,
damos fe, ¿pero la mayoría? No. Ahí permanece un déficit de atención, un
descuido, en aquello que ya grandes papas como Pío IX y San Pío X sabían muy
bien loar y apoyar, y que nosotros traemos a cuento con las palabras de un
campeón del antiliberalismo como Sardá y Salvany. ¿Y los fieles? Sucede,
también, que debido a la facilidad de recepción y la gratuidad de la misma, por
este medio que es Internet, nadie se cree obligado ya a dar su apoyo en ninguna
forma, a aquellos que se dedican parcial o enteramente, pero siempre con gran
esfuerzo y dedicación, a proporcionarles información, análisis y doctrina católicas
antiliberales. Pero una vez más debe decirse con Sardá y Salvany -que bien sabía
de qué hablaba-, que estos medios son un soporte fundamental y son insustituibles
en el presente combate, y si ellos no hubiesen existido, las cosas hoy serían
muy de otro modo. Gracias a Dios hay consistentes representantes de la
Resistencia que saben pensar, escribir y comunicar con perseverancia, sin
doblegarse ni cansarse del combate. Pero son muy pocos. En nuestra lengua
solamente contamos con otro blog para poder estar apercibidos de lo que ocurre.
Valga
repetir y aclarar que es una imposibilidad de orden mayor, y no el desaliento
del combate el que pone fin a la renovación periódica de este blog. Asentimos,
y traemos al presente, las palabras que Fray Juan de los Ángeles escribiera en
la introducción a su excelentísimo libro
“Conquista del Reino de Dios“: “¡Cuántas veces acontece andar todo el día
los pescadores lanzando las redes en el mar, sin tomar un solo pez, y a boca de
noche henchir sus barcos, y restaurar en aquella hora tanto tiempo perdido! Si
porque los oyentes no se aprovechan de los sermones y los lectores de los
libros, hubiésemos de dejar de predicar y de escribir, seguiríase que en todas
las granjerías de la vida se habría de hacer lo mismo. Deje el labrador de
sembrar el año que viene porque no encerró pan en éste, y el mercader de
navegar porque sufrió una y muchas veces tormentas, y ni habrá qué comer en la
tierra ni nos servirá de nada la riqueza del mar. El labrador siembra todos los
años y el mercader hace sus viajes a sus tiempos, siempre con esperanza de
ganar; y ni el uno sembrando ni el otro navegando tienen más certeza de que
este año les ha de suceder mejor que les sucedió el pasado (…) Nosotros,
empero, si predicando y enseñando no somos oídos ni obedecidos, tanto
recibiremos cerca de Dios como si lo fuéramos, pues no tenemos obligación de
persuadir a los oyentes, sino de aconsejarles y amonestares lo que les
conviene. No dejes de predicar y enseñar (dice el mismo Crisóstomo), hasta que
se te acabe la vida, que bien empleada es la que en esto se emplea. Lo que ha
de dar fin a nuestra amonestación ha de ser la obediencia y rendimiento de aquellos
a quien enseñamos”. Lea, amigo lector, las sabias palabras de esa
introducción y de ese libro, cultive su vida interior y no deje que ese reino
de Dios sea puesto en peligro por
aquellos que ya no lo predican ni en sus almas ni en las sociedades, imbuidos,
resabiados o abrazados al Liberalismo.
Unas
palabras finales sobre la Resistencia. ¿Qué es lo que le espera? ¿Va a crecer y
cómo? Sabemos que alguien podrá hacerse esas preguntas, pero creemos que la
cosa no debe enfocarse de cualquier modo. Porque hay un modo que puede tornarse
muy subjetivo: para los norteamericanos, con mentalidad emprendedora y no
contemplando el fracaso en su horizonte, indudablemente se debe ser optimista y
esperar que la Resistencia siga creciendo. Los franceses esperan el gran líder,
pero cuando lo tienen no lo aceptan porque todos tienen mentalidad de líderes y
nadie se quiere someter (si las cosas se pueden hacer complicadas, ¿para qué
las vamos a hacer simples?). Los ingleses son siempre pesimistas, lamentándose
de lo que fueron y lo que hoy son: más vale guarecerse. Los argentinos, como
decía el Padre Castellani, “tenemos mucha iniciativa; sería bueno que
tuviéramos también terminativa”. La ligereza y el sentimentalismo son nuestras
barreras. Y así se podría seguir con cada pueblo y cada nación, sin nunca
ponerse todos de acuerdo, para finalmente no construir nada.
Lo que hay
que hacer es pensar qué debe ser la
Resistencia. Y si debe seguir siendo obra de la Iglesia, y por eso mismo contar con todas sus notas (santa, católica, apostólica
y romana…y perseguida, es decir, no aceptada por el mundo), y ser jerárquica y
ordenada, antiliberal y contra-revolucionaria, todo eso debe estar entrañado en
su interior, en su corazón. Y para dar vida debe ser como la semilla de que nos
habla el Evangelio. La auténtica vida interior es la sola fecundidad del
apostolado. La exterioridad es un vicio que lleva al fariseísmo o al
liberalismo.
Dios Nuestro
Señor “reprueba todos los servicios que se le hacen en su Iglesia, si no llevan
vida; si les falta lo esencial, que es el espíritu y la verdad, con que quiere
ser servido y adorado”. Leamos nuevamente a Fray Juan de
los Ángeles, que en el “Diálogo primero” de su libro mencionado, cita a
Rusbrochio, diciendo:
«No tanto debemos atender a lo que hacemos,
cuanto a lo que de verdad somos; porque si fuésemos interiormente, en lo íntimo
de nuestras almas buenos, también nuestras obras serían buenas; y si en lo
íntimo fuésemos justos y rectos, justas y rectas serían ellas. Muchos ponen la
santidad en el hacer; mas no aciertan, porque, si así se puede decir, no
consiste sino en el ser; que por muy santas que parezcan nuestras obras, no
santifican en cuanto obras, sino en cuanto nosotros somos santos y ellas salen
de interior o centro santo, tanto tienen de santidad y no más. De manera que el
centro santo santifica todo lo que hacemos, ora sea comer, beber, dormir, orar,
hablar, macerar la carne con ayunos y otras cosas semejantes, que de suyo no
son malas, sino buenas o naturales; y aquél tiene el íntimo y centro más santo,
que tiene mayor amor de Dios en su alma; y sus obras son más calificadas cuanto
con mayor pureza mira en ellas la gloria de Dios. Por lo cual debemos trabajar
con todo cuidado, por tener bueno y grande este íntimo y centro, y de
principiar de él nuestras acciones; porque, sin ninguna duda, en él está
constituida la esencia y bienaventuranza del hombre; y las obras que son
virtuosas, de allí lo son; porque el ánimo bueno y levantado por amor en Dios,
levanta y perfecciona nuestras obras y las hace gratas a Su Majestad».
Hasta aquí son palabras de
Rusbrochio, que, a mi juicio, lo que en todas ellas quiso decir fue: Que no
mira Dios a la cantidad de nuestras obras, ni hace caso de que sean grandes,
sino al ánimo de donde salen, el cual las califica y acondiciona a sí mismo, y
las sube tanto de punto, cuanto él está subido y elevado por amor en Dios, y no
más; y así, cuanto este íntimo de nuestra ánima es mayor y más santo, y lo que
hacemos sale esencialmente y con actual atención de él, tanto y no más es agradable
y acepto a Dios; que eso significó la divina Escritura cuando dijo: «Miró Dios a
Abel y a sus dones»; que primero se agradó de la persona que del sacrificio, y
tanto tuvo el sacrificio de aceptación, cuanto era acepto el que le ofrecía. Y
lo que fue en Abel es en todos los hombres del mundo, cuyas obras, cuanto es de
parte de ellos, son aceptadas o no de Dios en cuanto ellos o lo son o no al
mismo Dios; que no puede ser que yo sea esencial o cordialmente bueno, porque
tengo en mi alma plantado el amor divino, que es vida de ella y de todo lo que
hago, y que no se agrade Dios, y se pague de mis obras, por muy pequeñas que
sean, si, como queda dicho, llevan por fin y blanco la gloria y honra suya
desnudamente, y sin alguna consideración a provecho y comodidad mía. Ni
tampoco, siendo el íntimo malo y leproso, pueden dejar de tener lepra mis
obras, y ser por esto no gratas a Dios; que escrito está: «los dones de los
malos no los aprueba el Altísimo».
Dice el Padre
dominico Philipon, en su obra “La doctrina
espiritual de Sor Isabel de la Trinidad”: “Una sola alma que se eleva hasta la unión transformadora es más útil a
la Iglesia y al mundo que una multitud de otras que se agitan en la acción”.
Cosas parecidas dice Dom Chautard en su libro “El alma de todo apostolado”. En definitiva, ahora que la
Resistencia se ha organizado y comienza a obrar, debe tener enteramente
presente por qué ha ocurrido la crisis en la Iglesia y en la Fraternidad, para
no llevar el mismo camino. Debe defender siempre los intereses de Jesús, y no
los de su propia congregación, grupo o sector. Esos intereses de Jesucristo que
el P. Faber resumía bien en estos cuatro: 1) La gloria de su Padre; 2) El fruto
de su pasión; 3) El honor de su Madre; 4) El aprecio de la gracia. Todo lo cual
se podría resumir con Mons. Lefebvre diciendo: “Nosotros no tenemos otro
objetivo, otra razón de ser sacerdotes que hacer reinar a Nuestro Señor
Jesucristo” (Conferencia en Ecône, 3 de junio de 1980).
Hubo alguien
que fue lo contrario de Cristo (así se definió a sí mismo) y que, pese a ser un
gran derrotado, finalizaba sus cartas con la leyenda “Hasta la victoria
siempre”. Nosotros contamos con la victoria segura de los Sagrados Corazones de
Jesús y María sobre la serpiente infernal. Y aprendimos de San Luis María
Grignion de Montfort que “sólo la cruz enciende el amor de Dios, como la leña
el fuego”. Sólo el fuego del amor, el del buen celo (cfr. “Jesucristo ideal del monje”, de Dom Columba Marmion cap. 17), debe
llevarnos a decir, hoy más que nunca, nuestro grito de batalla: ¡Viva Cristo Rey! Y con el Padre
Castellani, y San Ignacio, dejamos asentado còmo y por qué aguantamos la bandera:
NO
HAGO NADA
Corazón, tente en pie sin doblegarte
de la injusta opresión a la insolencia
aunque estoy loco, tengo yo mi arte
"Nam furor saepe, fit laesa patientia" (1)
Luchando sin más armas que mi triste
Corazón contra el mal peor que existe
¿No hago yo nada? Lucho,
sangro y no caigo al suelo.
No hago mucho,
pero hago más de lo que puedo.
Centinela aterido,
no dejo sospechar que estoy herido,
ni dejo conocer que tengo miedo...
Herido, helado, aguanto la bandera,
no deserto la inhóspita trinchera.
Y aunque sé que la muerte me ha podido,
estoy de pie y estoy ante ella erguido,
marcando el SOS de la brega,
a un auxilio que no me llegará
sino un momento tarde, si es que llega,
y que muerto de pie me encontrará...
La otra mitad lo hará sobre mi tumba,
otro infeliz, después que yo sucumba...
¡Corazón! ¡Tu mitad se ha hecho ya!
(1) la ira lesiona la paciencia (Hipócrates)
Centinela aterido,
no dejo sospechar que estoy herido,
ni dejo conocer que tengo miedo...
Herido, helado, aguanto la bandera,
no deserto la inhóspita trinchera.
Y aunque sé que la muerte me ha podido,
estoy de pie y estoy ante ella erguido,
marcando el SOS de la brega,
a un auxilio que no me llegará
sino un momento tarde, si es que llega,
y que muerto de pie me encontrará...
La otra mitad lo hará sobre mi tumba,
otro infeliz, después que yo sucumba...
¡Corazón! ¡Tu mitad se ha hecho ya!
(1) la ira lesiona la paciencia (Hipócrates)