Lecciones
de amor.
¡Cuán
dulce, cuán convincente nos alecciona sobre la humildad la Faz adorable de
Nuestro Jesús! “Aprended de Mí, que soy manso y humilde de corazón”. Estas
palabras tan suyas ¡cómo se hacen evidentes al contemplar su faz dulcísima!
¡Qué serenidad, qué mansedumbre se refleja en ella!... es una humildad divina.
Él, el Verbo encarnado, el Dios anonadado, el Encanto de las almas pequeñuelas,
de las que quieren imitarle, de las que suspiran por asemejarse a Él, por ser
transformadas… en el Dios desconocido. ¡Qué bueno ha sido el
Padre Celestial con nosotros al querer que Jesús nos hiciese este divino
Legado! Porque si alguna vez la humillación se nos hiciese costosa, vayamos a
cobrar ánimo ante el Retrato del Hijo del Altísimo, ante la imagen de un
Dios despreciado. En verdad que, haciéndolo así, no puede
haber dificultad alguna insuperable en materia de humillaciones, antes el
corazón se inflama en deseos vivísimos de imitarle. San Pablo nos dice que
en Él están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y de la
ciencia de Dios, y le vemos tratado de loco, de insensato. También las
almas pequeñitas desean poseer en alto grado todos los tesoros del amor puro,
de la humildad sincera, pero en escondido, esto es, sin llamar la
atención, para solo agradar al Padre copiando lo más fielmente posible el
Dulcísimo Modelo, Jesucristo.
En Él
aprenden también a ser mansos, esto es, a ser dulces, tratables, a huir de la
piedad farisaica, a empaparse del sagrado espíritu evangélico. La Santa Faz de
Jesús respira suavidad, benevolencia, perdón. A ella acuden las almas
pequeñuelas, las que suspiran por agradarle, para interpretar las inefables
lecciones del generoso olvido de las injurias, de la fraternal y santa
condescendencia para los que se complacen en ejercitarlas, en molestarlas de
mil maneras, bendiciendo al Padre cuando les proporciona ocasiones para
consolar a Jesús con su fidelidad y su dulce imitación.
A los
que se les haga difícil la práctica de la humildad, de la mansedumbre, les
aconsejamos que, al sentirse tentados, acudan ante la sagrada Imagen de la
Santa Faz de Jesús y la miren muy despacio. Cuéntenle al mismo tiempo sus
dificultades, sus trabajos, aunque creemos no habrá necesidad de nada de esto,
porque antes de empezar sentirán sus corazones completamente cambiados. Es uno
de los frutos de la Pasión santísima de Jesús y constituye uno de los designios
del Padre.
MARÍA DE
DIOS PADRE.
(De la
“Vida Sobrenatural” de Salamanca, tomo XVI, año 1928. Con licencia
eclesiástica).
* * *
GRACIAS
CONCEDIDAS POR S. S. PÍO X
el día 9
de Diciembre de 1905, a quienes mediten algunos momentos sobre la Pasión ante
esta Imagen de la Santa Faz.
1º Todas
las indulgencias concedidas anteriormente por los Soberanos Pontífices a
la Corona de las Cinco Llagas.
2º La
Bendición Apostólica.