Negociantes judíos. ¿Modelos para
Bergoglio?
-¡Tolerancia!- ¡No
exasperemos las pasiones!- exclamaba compungido, cuando la impiedad combatía a
la Iglesia, y la revolución minaba el trono, y los ladrones de oficinas limpiaban
el bolsillo público…Y cuando la Iglesia quedaba despojada, y el trono se hundía
derrumbado, y el bolsillo se declaraba en quiebra, acudía la prudencia de D.
Benito, extremecida de horror, a tender un tupido velo sobre aquellos horrendos
despojos.
(P. Luis Coloma, “¡Era un santo!”)
Muy amables lectores,
si alguno de Ustedes aún albergaba dudas acerca de Monseñor Fellay, prestando
oídos a las sospechas hirientes de algunos disidentes perturbados; si los
infundios calumniosos que lo sindican como un liberal enturbiaban la paz de su
ya nada fácil posición lefebvrista; si aun ni siquiera el testimonio conmocionado de un Michael Matt les bastaba para atreverse a musitar
a la salida de su priorato que el Superior de la Fraternidad San Pío X es un
santo; tenemos el agrado de informarles que podrán despejar a partir de ahora
tales nubarrones de su otoñal horizonte, y afirmar sin titubeos ni rubores, y
con voz estentórea a los cuatro vientos, la santidad de Monseñor Fellay, pues es
nada menos que Francisco quien acaba de confirmarlo.
Sí amable lector, no se
apure que no entendió mal. Es que Bergoglio acaba de “homiliar” (para usar un
neologismo tan caro al ex Arzobispo porteño) en Santa Marta acerca de “la
santidad de la negociación” (puede leer su sermón en el diario oficial vaticano
acá
o en La Stampa acullá).
Y ¿acaso no es el camino de la negociación (todavía sin éxito, convengamos) el
que ha emprendido venturosamente y sin desalientos, desde hace por lo menos 16
años, Monseñor Fellay, en su búsqueda de la “estampilla” vaticana? ¿Acaso
alguien más insistente que él en su afán negociador y en su “sano realismo”,
como acaba de enseñar Francisco que son las virtudes deseables del cristiano?
¿No fue acaso Mons. Fellay quien puso en su sitio a los fantasiosos obispos de
la Fraternidad, cuando les dijo
claramente, en medio de sus negociaciones con Roma, “vuestra actitud carece de
realismo tanto respecto a la intensidad de los errores como en su amplitud” acerca
del Vaticano II? ¿No fue Monseñor Fellay quien estuvo dispuesto a dividir la
congregación por no dejar de lado su santa cruzada negociadora? Sí, lo fue, y
las palabras de Francisco no hacen sino venir a poner las cosas en su lugar: un
buen negociador está en camino de los altares.
Hoy Francisco nos dice
que «Muchas veces no se puede llevar a la perfección, pero al menos hagan lo
que puedan, pónganse de acuerdo». ¿Y no es acaso lo que viene intentando con
santa paciencia Mons. Fellay, diciendo que no es posible ni realista esperar a
que Roma vuelva a la Tradición para llegar a un acuerdo? ¿Usted lector
pensaba que santidad era la de ofrecerse y aceptar el sacrificio por amor a
Cristo? Pero no, santo puede ser además y también el que está por su lado
negociando para no tener que decir “esto o nada”…como negoció Judas aquella
noche en Jerusalén… ¿No se da cuenta, amable lector, que Mons. Fellay, como los
viejos profetas que aparecen en la mente matutina de Bergoglio, quiere traer un
“aire nuevo”? Todos tenemos un ideal, Mons. Fellay también tiene el ideal de la
Tradición y la doctrina católicas, por supuesto, pero, en su santo realismo, él
hace lo que puede, y no dice: “o esto o esto”. Él no quiere la guerra sino la
paz. ¿Acaso eso no es lo que pide un verdadero santo? Oh, que afortunados somos
de que ante las dudas que entorpecían nuestro camino, tengamos ahora la
certeza, bajo la autorizada voz de Jorge Mario Bergoglio, de que el camino de
la santidad puede ser recorrido por negociadores, diplomáticos y acuerdistas,
que han comprendido que a la santidad se llega por el diálogo y la cultura del
encuentro, y no por rígidos y enjaulados integrismos, que no tienen otro
destino final que el de la arena del coliseo, el hacha del verdugo o la
lefebvriana “excomunión”.