NOTA PREVIA
DE SYLLABUS:
Artículos
como el que presentamos debajo, a pesar de estar escritos por algunos
padecientes de “benedictodieciseiscitis” o “juanpablosegundosis”, sirven para
ver muy a las claras cómo los escándalos, blasfemias, sagrilegios y herejías de
Francisco hacen alzar las voces a quienes aun con sus equivocaciones desean el
bien de la Iglesia y ante lo que advierten no pueden sostener más un silencio
que sería culpable. De este modo, cuando según Antonio Socci lo que hace
Bergoglio “desde el punto de vista
católico es devastador, es una especie de flagelo que ha caído sobre la Iglesia
con el riesgo de demolerla”, más contrasta con esta posición el afán
acuerdista de Mons. Fellay y la Neo-FSSPX, que no deja pasar oportunidad para
exculpar o alabar a Francisco, diciendo por ejemplo que Francisco “se preocupa
por la salvación de los fieles”, y por eso dio jurisdicción para las confesiones
de la FSSPX. Si se preocupa por la salvación de los fieles o no, lo cierto es
que lo que hace habla a las claras que está haciendo todo lo que está de su
parte para acabar con la fe católica y por lo tanto impedir esa proclamada salvación. De hecho la confesión misma que hace Mons. Fellay en
su última entrevista de que a Francisco no le preocupa la doctrina, es decir,
le resulta indiferente la verdad, no puede sino ir contra sus supuestas buenas
intenciones. Aunque están cada vez más claras sus maniobras y ardides astutos
para destruir todo lo que es católico. Si no hay intencionalidad, pues le están
saliendo muy bien las cosas en los pequeños y subrepticios pasos que toma. Pero
esto es algo que no puede ya decirse dentro de la Neo-FSSPX. Y del mismo modo
que el tímido obispo conservador Mons. Schneider describe la dictadura en que
se ha transformado la estructura oficial de la Iglesia bajo Bergoglio, al decir
que “cuando, en una Iglesia, llegamos al punto en el que los fieles,
sacerdotes y obispos tienen miedo de decir algo, como en una dictadura, esta no
es la Iglesia”, así en la
Neo-Fraternidad ocurre otro tanto. Y eso se va imponiendo por el lavado
cerebral operado sobre los fieles. Sin ir más lejos, ayer mismo nos escribía a
nuestro blog un acuerdista que en vez de criticar a Mons. Fellay criticaba a
Mons. Lefebvre, pues según ese señor –molesto con nosotros, desde luego- Mons.
Lefebvre habría estado decrépito en sus últimos años y por eso rompió con Roma,
trayendo además el consabido argumento de que la Fraternidad “fue una
obra suscitada por Dios (aún cuando no es la Iglesia misma) y sin duda que
puede prestarle luces más allá de los eventuales defectos de juicio que como
cualquier hombre pueda tener el fundador” por eso si “hasta de Caifás se valió
Dios para cumplir su misión” hay que aceptar la regularización de Francisco
porque no pide nada contra la fe (¡qué bueno es Francisco, cómo ama la
Tradición!, ¿verdad?). Y dejando de lado la doctrina (¡al igual que Francisco!,
de eso no se habla) dice el fellecista que “La unidad, en la causa que sea, es
muy importante”. Para finalizar con un mensaje que pinta de cuerpo entero a
estos liberales que están destrozando la FSSPX: “gracias a Dios nos estamos
librando de ustedes”. Es decir, están sacando a los resistentes contra el
acuerdismo suicida, para poder al fin ser parte del contubernio con la
depravación modernista que azota desde Roma todo lo que queda de católico. La
FSSPX parece estar viviendo sus últimos días, antes de la muerte tanto tiempo
anunciada a manos de los que, como Judas, parecen ser amigos del misericordioso
Francisco.
El Papa Francisco: “Jesús hace un poco el tonto…”.
Esta y otras inauditas y gravísimas “expresiones” pronunciadas el pasado jueves.
Es
clamoroso -para un papa- confundir al diablo (de doble cara) con Jesús.
Ha sucedido el jueves cuando Bergoglio ha evocado erróneamente un capitel de la
catedral de Vézelay: un “cambio de personas” emblemático de este pontificado,
aunque debido probablemente a algún escritor fantasma superficial.
Es sin
embargo de su cosecha confundirlos (a Jesús y al diablo) incluso para mostrar
que Judas se haya salvado (sin haberse arrepentido) dando a entender así que ni
siquiera él ha terminado en el infierno…
No se sabe
si este papa cree en el infierno, pero -oyéndole- parece que sólo vayan a él
los que son contrarios a la inmigración en masa, los que usan aires
acondicionados o vasos de plástico y los cristianos que siguen el Evangelio al
pie de la letra.
En todo
caso en el mismo discurso del jueves por la tarde en el Encuentro eclesial de
Roma, Bergoglio no se ha limitado a tales barbaridades sobre el capitel de
Vezélay.
Él
-de su cosecha- incluso ha anillado una serie increíble de otras “perlas” al
límite de la blasfemia: Jesús, que en el episodio de la adúltera “hace un poco
el tonto” (expresión inaudita que la web vaticana ha cambiado por “se hace un
poco el tonto”, pero ahí está la grabación…) y después Jesús, que -en el mismo
episodio en el que la mujer ha sido salvada de la lapidación- “ha faltado a la
moral” (“ha mancato verso la morale”, textualmente). Además Jesús, que no era
un “limpio” (“pulito”, ha utilizado precisamente esta expresión) dando a
entender no se sabe qué (mejor no preguntárselo siquiera).
Finalmente Bergoglio ha
afirmado incluso que “una gran mayoría de nuestros matrimonios
sacramentales son nulos” (obligando al padre Lombardi a explicar
después que, en la web vaticana, ha sido corregido el texto por: “una parte de
nuestros matrimonios”).
Y siempre
el mismo obispo de Roma -para completar la actuación- ha añadido a esta
temeraria y devastadora afirmación que, por el contrario, tantas
“cohabitaciones” son “matrimonios verdaderos” (legitimando así, de hecho, las
cohabitaciones, tras haber deslegitimado matrimonios sacramentales sólidos y
verdaderos).
Naturalmente
lo que para la opinión pública laica es solamente curioso e incluso divertido
como un espectáculo de desguace, desde el punto de vista católico es
devastador, es una especie de flagelo que ha caído sobre la Iglesia con el
riesgo de demolerla.
MÁS
ALLA DEL LIMITE
Tanto es
así que Robert Spaemann, uno de los más grandes filósofos y
teólogos católicos, amigo personal de Benedicto XVI, ha vuelto a tronar el
viernes en “Die Tagespost” con un artículo con el título elocuente: “También
en la Iglesia hay un límite de soportabilidad”.
Refiero una
frase suya:
“algunas afirmaciones del
Santo Padre se encuentran en clara contradicción con las palabras de Jesús, con
las palabras de los apóstoles y con la doctrina tradicional de la Iglesia… Si
entre tanto el prefecto de la congregación para la doctrina de la fe (Card.
Müller) se ha visto obligado a acusar abiertamente de herejía al más estrecho
consejero y escritor en la sombra del papa, quiere decir que la situación ha
ido verdaderamente demasiado lejos. También en la Iglesia católica romana hay
un límite de soportabilidad”.
Spaemann ha
criticado también la habitual ambigüedad de Bergoglio especialmente en ciertos
temas, tratados en Amoris laetitia, donde -para no no ser cogido en herejía
manifiesta- dice y no dice, alude, pero no se expone, lanza la piedra y esconde
la mano.
He aquí
pues las palabras de Spaemann:
“Al papa Francisco no le
gusta la claridad unívoca. Cuando, hace poco tiempo, ha declarado que el
cristianismo no conoce ningún ‘aut aut’, evidentemente no le molesta en efecto
que Cristo diga: ‘Vuestro hablar sea sí, sí, no, no. Lo demás viene del
maligno’ (Mt 5,37). Las cartas del apóstol Pablo están llenas de ‘aut aut’. Y
finalmente: ‘¡Quien no está conmigo, está contra mí!’ (Mt 12,30).
Spaemann
había intervenido ya el pasado 28 de abril contra la Amoris laetitia de
Bergoglio, explicando que hay “frases decisivas, que cambian de manera
sustancial la enseñanza de la Iglesia”, “que se trate de una ruptura es algo
que resulta evidente a cualquier persona capaz de pensar que lea los textos en
cuestión… Si el papa no está dispuesto a introducir correcciones, tocará al
pontificado sucesivo volver a poner las cosas en su sitio oficialmente”.
Otro
importante filósofo católico, Josef Seifert, colaborador de Juan
Pablo II y de Benedicto XVI, ha intervenido recientemente con críticas
durísimas, que ha motivado de esta manera:
“el papa no es infalible si
no habla ex cathedra. Varios papas (como Formoso y Honorio I) fueron condenados
por herejía. Y es nuestro santo deber -por amor y por misericordia a tantas
almas- criticar a nuestros obispos e incluso a nuestro querido papa, si se
desvían de la verdad y si sus errores dañan a la Iglesia y a las almas”.
Además de
las barbaridades del magisterio bergogliano se añaden sus decisiones en el
gobierno de la Iglesia de sabor sudamericano.
DICTADURA
Por
ejemplo, Bergoglio ha tomado una serie de medidas que sustraen prerrogativas a
los obispos y los someten a una especie de espada de Damocles discrecional, con
el riesgo de destitución en el caso de que no se adecuen al verbo bergogliano.
En efecto,
después de los dos Sínodos, en los que la oposición de obispos y cardinales a
la “revolución” bergogliana ha sido vasta y decidida, ahora en el mundo
eclesiástico todos callan aterrorizados.
Tanto es
así que Mons. Athanasius Schneider, obispo de Kazajistán (donde
recuerdan bien lo que es una tiranía), ha declarado:
“cuando, en una Iglesia,
llegamos al punto en el que los fieles, sacerdotes y obispos tienen miedo de
decir algo, como en una dictadura, esta no es la Iglesia”.
Sin
embargo, entre los católicos laicos hay cada vez mayor número de voces de
desconcierto que se alzan. Sobre todo en los Estados Unidos.
Ayer, por
ejemplo, Phil Lawler, en “Catholic Culture”, comentando el discurso
papal del jueves, ha publicado un duro comentario titulado: “El daño
(otra vez más) de las declaraciones del papa sobre el matrimonio”, donde
pone a la luz también otras “perlas” de aquella intervención.
PERSECUCIÓN
Impresiona,
por lo que se refiere a las cuestiones pastorales, la insensibilidad de este
papado hacia la tragedia de los cristianos perseguidos y por contra su
condescendencia hacia regímenes discutibles e incluso hacia dictaduras
inhumanas, que continúan persiguiendo y encarcelando a los cristianos. El caso
más evidente -junto al de los regímenes islámicos- es el de China.
Ya había
dado escándalo la entrevista de Bergoglio el pasado 2 de febrero en “Asia
Times”, en la cual había callado completamente sobre los enormes problemas de
derechos humanos y de libertad religiosa que tiene China (donde están todavía
en los lager obispos como Mons. Su Zhimin). Pero en aquella entrevista,
dirigido a los tiranos comunistas de Pekín, Bergoglio había pronunciado “palabras
desmesuradamente absolutorias sobre el pasado, presente y futuro de China”
olvidando “los millones y millones de víctimas que el papa no nombra nunca, ni
siquiera veladamente” (Magister).
“Lo
que desconcierta a muchos católicos chinos” escribe Sandro Magister “es el silencio
que las autoridades vaticanas mantienen sobre los obispos privados de
libertad”.
En los
últimos días además ha producido un clamor el caso del obispo de Shangai Ma
Daquin, que -después de cuatro años de arresto domiciliario- ha firmado una
autoacusación, de aquellas típicas de los tiempos estalinianos o de la
revolución cultural maoísta, en la cual sostiene haberse equivocado y hace
apología de la Asociación patriótica que es la Iglesia del régimen de la China
comunista. La práctica de la autoacusación ha vuelto a estar de moda en China.
Pero hay
más. El padre Bernardo Cervellera, uno de los más informados
conocedores de la Iglesia de China, en su web “Asia news” (aunque es
bergogliano) por amor a la verdad ha tenido que afirmar: “Un obispo
chino teme que alguien en el Vaticano haya pilotado la ‘confesión’ de Ma Daqin
para agradar al gobierno chino”.
Lo cierto
es que millones de cristianos chinos, que heroicamente viven su fe bajo la
persecución, han quedado defraudados, confundidos y dolidos por este cambio de
actitud. Pero también por aquello en lo que se ha convertido Roma en los
últimos tres años.
Una Roma
donde se oyen resonar palabras inauditas hacia el Hijo de Dios como las
pronunciadas el pasado Jueves en la Basílica de San Juan de Letrán por Jorge
Mario Bergoglio.
Antonio
Socci
Otro artículo:
Francisco y “el
misterio de Judas”
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