“No habitará dentro de
mi casa el hombre doble, y el mentiroso no durará en mi presencia” (Salmos,
100-7)
La mentira empapa hoy todo lo que
nos rodea, ha calado en la iglesia y los fieles. Poco, muy poco, se salva de la
aguachina, parecería que vivimos en una gigantesca burbuja de la que es
imposible escapar. Existe una iglesia de la mentira que se contrapone hoy
abrumadoramente a la Iglesia de la Verdad.
Nada más nacer mienten
muchos delante de sus hijos, cuando padres y/o padrinos juran
ante lo más sagrado educar y custodiar la Fe del infante… sin tener la
menor intención de hacerlo, y con el único fin de usar el templo sagrado y la
ceremonia como antesala de una fiesta privada de presentación de su nuevo hijo.
Por si quedara alguna duda, previamente el párroco ya nos ha aleccionado sobre
el nuevo Bautismo, nada de pecado original, es una fiesta de bienvenida.
En cuanto nos enseñan a
rezar nos mienten, enseñándonos un Padre nuestro en
el que se han falsificado las propias palabras de Jesucristo… ¿cabe
atrevimiento mayor?
Nos engañan cuando
vamos a la catequesis, instruyéndonos en un cristianismo
ajeno a la verdad católica, a la vida sacramental auténtica y a las
obligaciones morales… sustituyéndolo por una vaga enseñanza humanista e
histórica de Cristo, con nulas obligaciones morales. Eso sí, zarandajas mil que
no falten, desde pintar barcas, hacer teatro, a recordarnos el urbanismo y a
ser “buenos” con el medio ambiente, pero los niños terminan y no saben ni
hacer un acto de contrición. Los padres de mientras se lavan por completo
las manos sin asumir que no es el “catequista”, sino que son ellos los
principales responsables de formar cristianamente a sus hijos.
Nos mienten en nuestra
primera comunión, cuando muchos padres llevan a sus
hijos a la catequesis, no por interés en que sean catequizados, sino como un
mero trámite para que el párroco de turno les permita celebrar el inicio de su
fiestecita de “puesta de largo”… horas y más horas preparando convites
y ni una sola en ver qué formación tiene el niño. Tras la comunión no vuelve a
aparecerse por la Iglesia. ¡Un aplauso a la congruencia!
Nos timan en todo tipo
de grupos “católicos”, parroquiales, coros, de oración,
renovaciones, comunidades… donde finalmente se estimula de todo, menos una
verdadera vida sacramental y moral acorde con la doctrina tradicional de la
iglesia, y donde no se promueve la debida adoración y respeto al más
“débil”, a Jesús Eucarístico.
Falsifican el noviazgo,
cuando los padres no enseñan los valores del compromiso cristiano, y lo reducen
todo a la búsqueda de los perfectos atributos físicos, económicos y de
carácter, pero excluyendo la espiritualidad y valores cristianos, tolerando,
aprobando y aplaudiendo todas las inmoralidades patentes que cometen los hijos
en sus propias narices… los padres apostatan para justificar la
apostasía de los hijos.
Nos mienten cuando nos
casamos, vendiéndonos el matrimonio como una barra libre de
la concupiscencia, donde los hijos son un objeto a estudiar y diseccionar
rechazando la plena entrega y confianza en el Plan de Dios… paternidad
responsable.
Se burlan de nosotros
cuando vamos a Misa, asistiendo a una ceremonia en la que
se ha camuflado, escamoteado, escondido, la realidad sacrificial de la Santa
Misa para hacernos creer que es una cena de oración fraterna… nos
quieren vender azúcar envuelta en un paquete de sal.
Nos estafan con la
doctrina, cuando pretenden hacer pasar por católico lo que
no es más que pura apostasía… nos engañan en homilías, conferencias,
libros, catequesis, encíclicas, exhortaciones apostólicas, sínodos y hasta en
un Concilio.
La Sociedad pretende
no ya engañarnos, sino que mintamos nosotros, cuando quieren que a un hombre le
llamemos mujer, que a una mujer le llamemos hombre, que a la sodomía le
llamemos orientación, que lo anormal y aberrante sea llamado normal y opción.
Nos vemos obligados a
consensuar con el engaño, cuando hay que disimular, callar,
no decir para no ofender, la riada de disparates, apostasías, inmoralidades y
actos irracionales que no paramos de ver en casi todo y todos los que nos
rodean: concubinatos, adulterios, divorcios, inmoralidad, abortos, juego con la
vida embrionaria…
Nos engañan incluso
cuando fallecemos, cuando dicen a todos los que asisten a
nuestro funeral que ya estamos en el cielo, cuando lo más probable es que, en
el mejor de los casos, estemos en el purgatorio esperando que alguien rece por
nosotros para aliviarnos… pero nadie lo hace, porque un desalmado con
casulla se ha encargado de decir a todos que no hace falta, ya que estoy
salvado.
Nos mienten desde que nacemos hasta
la muerte y, lo que es peor, pretenden obligarnos a mentir. Nos quieren
hacer creer que vivimos en un cuento de hadas, cuando es de terror,
aunque envuelto en una gigantesca sonrisa. Pero no lo olviden, a Dios no
podremos mentirle. Él está rodando la película de nuestras vidas, a
cámara muuuuy lenta, con todo tipo de detalles, y nos pedirá cuenta no
sólo por lo que hemos hecho, sino por lo que hemos dejado de hacer… y
decir.
¿Quién no es cómplice de esta gran
mentira en mayor o menor medida? La crisis de la Iglesia y de la sociedad
es, sobre todo, una crisis de Santos, de Valientes.
El que esté libre de pecado que
tire la primera piedra.
Miguel Ángel Yáñez